El bloque de diputados de la Unión Cívica Radical (UCR) navega por aguas turbulentas, y todo indica que el naufragio es inminente. Cinco diputados "radicales con peluca", como los llaman sus detractores, se encuentran en el ojo de la tormenta tras votar en varias ocasiones junto al Gobierno, y ahora enfrentan la posibilidad de ser expulsados del partido. Al mismo tiempo, entre 10 y 12 legisladores, leales a Facundo Manes y Martín Lousteau, preparan las valijas para abandonar el bloque si esos cinco no son echados.

Los legisladores en cuestión son Mariano Campero, Luis Picat, José Federico Tournier, Martín Arjol y Pablo Cervi. Los cuatro primeros apoyaron al Gobierno en las votaciones clave para vetar la reforma previsional y el financiamiento universitario, lo que desató una furia interna en la bancada. Cervi, por su parte, se abstuvo en la votación sobre las universidades, pero su futuro dentro del bloque sigue en duda.

El líder del bloque, Rodrigo de Loredo, se encuentra en una encrucijada. Expulsar a estos cinco diputados, como exigen varios correligionarios, podría llevar a la fractura definitiva del partido, pero mantenerlos implica enfrentar una fuga masiva de diputados alineados con la oposición más férrea al oficialismo. Según fuentes cercanas a De Loredo, la decisión de retener a los "radicales libertarios" tiene tanto un componente político como numérico: los gobernadores radicales prefieren mantener una cuota de control sobre el bloque, temiendo ceder terreno a figuras como Lousteau y Manes.

Este martes se espera una reunión clave del bloque en la que se decidirá el futuro de estos cinco diputados. De acuerdo con lo que trascendió, los legisladores cuestionados han aceptado la propuesta de los moderados dentro de la UCR de firmar un compromiso para no volver a votar en contra del bloque, pero con algunas condiciones: que los proyectos no alteren el equilibrio fiscal, que respeten la estabilidad institucional y que no interfieran con la política local de alianzas. Esta medida busca apaciguar las aguas, pero muchos dudan de que sea suficiente para evitar la ruptura.

En medio de este clima tenso, una facción encabezada por Lousteau y Manes ya tiene decidido dar el portazo si los cinco "peluca" no son expulsados. Los "rebeldes" no se conforman con promesas y consideran que la permanencia de estos legisladores es una traición a los valores históricos del radicalismo. “No hay medias tintas, o se es opositor a Milei o se es cómplice”, señaló uno de los diputados que ya tiene decidido irse.

La situación se complicó aún más cuando trascendió que los cinco diputados planean tener un asiento en la mesa legislativa que se reúne semanalmente en la Casa Rosada, junto a los referentes del PRO, La Libertad Avanza y el MID. Esta propuesta, impulsada por los diputados Luis Picat y Mariano Campero, busca garantizar que la UCR también participe de las decisiones del oficialismo, evitando quedar al margen de las reuniones informales que mantienen los ministros del Gobierno con los legisladores.

La ruptura de la UCR no solo tendría consecuencias internas, sino que también podría reordenar el escenario político en el Congreso. Si la escisión se concreta, el bloque radical quedaría profundamente debilitado, mientras que el oficialismo podría ganar aliados estratégicos en momentos clave. Aún queda por ver qué decidirán figuras como Natalia Sarapura y Melina Giorgi, quienes todavía no han definido su posición, mientras que Martín Tetaz parece más inclinado a quedarse dentro del bloque.

Este martes será un día decisivo para el partido. La UCR, un partido histórico en la política argentina, enfrenta una de sus mayores crisis internas, con la unidad en juego y una polarización creciente que amenaza con fracturar sus cimientos. Lo que está en discusión no es solo el liderazgo del bloque, sino el rol que jugará el radicalismo en un escenario político dominado por la fragmentación y la lucha interna.