Agustín Laje, uno de los ideólogos de La Libertad Avanza que cobró relevancia en el último tiempo, fue uno de los oradores en la cena organizada por la Fundación "Federalismo y Libertad" el jueves 19 en Tucumán.  La organización es una más de las cientos de Fundaciones que de lograr contar todas, llegaríamos que hay una Fundación por cada libertario o liberal y que, por supuesto, pertenece a la Red Atlas Network de la que hemos escrito en extenso en otros artículos de Data Clave. 

Por el escenario ya había pasado el presidente Milei para recibir el "Premio Alberdi", una pieza más para su cosecha de estatuillas de escasa historicidad y relevancia; y el vocero Manuel Adorni que había dirigido unas palabras al auditorio que, por entonces, tenía más interés en que se abriera de una vez la puerta vaivén de la cocina para dejar pasar a los mozos con los platos. 

Justo con el primer tintineo de cubiertos, llegó el turno del discurso de Laje, quien empezó a exponer acerca de "La Batalla Cultural en 15 minutos" en medio de una lid mucho más ramplona: la de los comensales contra el solomillo de cerdo a la mostaza. De fondo, la voz de Agustín que decía: "De un día para otro, todo se transformó en dialéctica opresor-oprimido. Así por ejemplo la realidad sexual. Si uno tiene pene se convierte en opresor, si una tiene vagina se convierte en oprimida. Hombre opresor, mujer oprimida. Sistema de opresión: patriarcado. Orientación sexual: homosexual oprimido, heterosexual opresor..." Laje hizo una pausa que nadie registró debajo del escenario.  La locutora, a medio metro de Laje y la única que seguía el ritmo de sus palabras quizá solo para saber cuándo tomar el micrófono, atinó a pedir silencio a los hombres y mujeres que tampoco la escucharon, tan imbuídos en brindis y charla. Laje, ofuscado, interrumpió la disertación, se quejó de "la mala educación" de los asistentes y bajó del escenario mientras corría delante de él el telón de la derrota. 

X de 𝙈𝙖𝙧𝙞𝙤 𝙈𝙤𝙧𝙖𝙮

Quizá los ideólogos del mileísmo, sus medios y sus mediadores -especialmente los influencers de redes y canales de streaming que suelen arrogarse el haber "puesto un presidente por Twitter"- deberían entender que el uso de la violencia dialéctica no puede ser constante ni sostenible en el tiempo sin llegar al agobio aún de los más fanatizados; que salir de ese dilema no necesariamente es ir por más y pasar de las milicias digitales a las callejeras, como aparentemente pretendieron con la presentación en sociedad de la Agrupación "Las fuerzas del cielo", una remake de la Triple A versión generación de cristal. 

Agustín Laje, en ese discurso desoído, estuvo muy moderado en sus apreciaciones. Un simple pantallazo por su canal de Youtube nos permite escucharlo decir cosas mucho más violentas: "Cada bala bien puesta en cada zurdo es para nosotros un momento de regocijo". "Los zurdos son un meme. Cada día más idiotas. Cada vez más resentidos, envidiosos y, en una palabra, malvados." Y así, cientos de frases. 

Milei, Laje y Adorni
Milei, Laje y Adorni

Ante este contenido y continente quizá debamos dejar de llamarlo "ideólogo", "pensador" o "intelectual" para simplemente llamarlo por lo que parece ser:  un propagandista, un creador de slogans conceptuales que nutrirán un gran segmento de oyentes cautivos-cautivados que repetirán las consignas hasta instalarlas como "opinión pública". Es la simplificación de aporías en su máxima expresión que en general se sostienen en el desencanto y en la furia pero ¿por cuánto tiempo?

Los propagandistas y el cuello de embudo

No se puede sostener el enojo constante sobre todo cuando ya pasó un año de gobierno y la masa que funciona como propaladora es oficialista; ni el insulto permanente a enormes colectivos diversos a los que mandan a callar "porque para hablar hay que ganar", la indignación perpetua por todo aquello que se hizo hace más de un año pero que parece no haberse modificado con el gobierno que apoyan o, simplemente, decir "que les chupa la pija la opinión de los kukas" en franca contradicción con el perpetuo odio. 

No es creíble tanto enojo  si además no varía a otras formas, si quien se indigna no intenta modificar algo, si no se mueve de esa escala. ¿Cómo van a ir a una supuesta batalla contra algo sin moverse del esquema de la queja? Los militantes mileístas, a imitación de su líder y ya desde la campaña, instalaron el conflicto como modo y como medio: cualquier intercambio es en clave de iracundia que impide el debate de ideas o la explicación básica de algún tema puntual; y se imponen porque el grito siempre tapa la voz. 

Laje y Milei
Laje y Milei

¿Por qué surgieron como hongos estos "influencers", especialmente durante la pandemia? Walter Lippmann, un enorme comunicador que en 1922 escribió el libro titulado, precisamente, "La Opinión Pública". Allí hace notar que ya entonces el desconcierto generalizado que suelen padecer los ciudadanos, a quienes diariamente se les pide su parecer sobre cuestiones cuya complejidad no está siempre al alcance de su capacidad de entendimiento; recordémonos a nosotros mismos en 2020, cuando de un día para otro tuvimos que pensar en una forma de vida acechada por una muerte invisible. 

De añadidura, esa capacidad de evaluación se ve dificultada porque el grueso del periodismo no cumple con el principal mandamiento que debería regir su comportamiento en el seno de la sociedad: poner en conocimiento de la opinión pública, de forma rápida y fiable, los hechos relevantes para la toma de decisiones. Así las cosas, cabe preguntarse como Lippmann cómo puede un gobierno aspirar a gobernar basándose en el consenso social, si la posibilidad de crear ese consenso está en manos de una actividad privada –el periodismo- que carece de regulación y de sentido de la responsabilidad. Desembocamos así en una afirmación de grueso calibre: en sentido estricto, la crisis actual de la democracia occidental es una crisis de su periodismo”. Dicho de otra manera: el funcionamiento deficiente del periodismo quiebra las mismas bases de la democracia como régimen de opinión. Pero si, además, consideramos una verdad de Perogrullo que es que “no hay libertad de prensa, sino libertad de empresa”, como diría Arturo Jauretche, esa deficiencia del periodismo suele ser deliberada: acciones u omisiones destinadas a favorecer un sector en desmedro de otro, y es inevitable pensar que el favorecido casi siempre es, si no siempre, el del poder real.

Eso fue tan evidente en las últimas dos décadas, que las redes sociales pretendieron suplir esa falencia, para veinte años después demostrar que solo es el mismo perro, con otro collar, puesto por los mismos poderosos de siempre

¿Cuál es el sentido y cuál la función, entonces, de este ejército comunicacional que forjó su modo en pandemia, que logró imponer al mileísmo y que ahora sostiene el gobierno?  Polarizar: imponer el conflicto como productor de bloques homogéneos en grupos sociales específicos.  El conflicto es, además, en el siglo XX, un producto del hacinamiento, de la urbanización extrema, y la condición de soledad del individuo que se siente rodeado. La política, entonces, y sin que diminuya la conflictividad,  pivota en el centro como factor ordenador. Cuando lejos de ordenar el conflicto, lo alienta e impide el flujo de la comunicación, estamos en un problema, como ahora con Milei y sus favoritos de la corte. Pero es un problema en el que se metieron solos, y del que ahora no saben como sostener ni como salir sin un giro visible hacia el fascismo. 

Dice el sociólogo Luis Costas en un artículo de Perfil que "Laje no va a los programas a ponerse de acuerdo con los periodistas, sino a producir material que luego será subido a sus redes sociales, para consolidar la tensión conflictiva de su mundo teórico, como un enfrentamiento esencial contra los enemigos que deberán ser reivindicados en su existencia como fuente de energía propia. Los suyos, sus seguidores, al mismo tiempo, serán los que debajo de esa tensión, también deberán orientar sus esfuerzos en consolidar esa batalla eterna, porque del lado de Laje, como del lado de Milei, para mantener a sus seguidores, solo se les pedirá una cosa, que sean leales completos. La caída de funcionarios en desgracia es la confirmación de esta modalidad."

Esta tensión limitante que va achicando el espacio que pretendían en expansión es cada vez más evidente: el círculo rojo deja de escucharlos para centrar su atención en placeres sibaritas ya sin ningún disimulo, como ocurrió en la cena de la Fundación; al fin y al cabo son ellos quienes pusieron y financiaron a los personajes que están arriba del escenario, por lo que pueden darse el lujo de darles la espalda cuando quieran. Los funcionarios que pretenden tener voz propia, son desplazados. Sus seguidores jóvenes empiezan a ser adultos, otros comienzan a cansarse o no ven los logros que los instan a difundir pero que no viven en su cotidianeidad lejana al Palacio. Las riñas internas dejaron  fuera del espacio a decenas de aliados que también son forjadores de opinión pública, ahora adversa a los intereses del gobierno, como influencers o periodistas de gran demanda. 

Las consignas de ese grupo cada vez más cerrado, fanático y alejado de la realidad mutan y se simplifican cada vez más. Pasaron del "respeto irrestricto al proyecto de vida..." a "Dios, Patria y Familia", aunque ninguno de los tres conceptos se identifique con su forma de vivir. El cuello de embudo en el que están parece llevarlos a la cerrazón de un fascismo que les permita sostenerse. Veremos cuales son los próximos pasos de los Lajes del gobierno cuando sientan que ya pocos los escuchan.