La segunda devaluación de Milei está en marcha
No solo existen pocas y decrecientes reservas en el BCRA para sostener el tipo de cambio actual, sino que los grandes capitales extranjeros, el FMI, los grandes capitales locales y los pequeños capitales locales entienden que el tipo de cambio está atrasado.
La economía es una ciencia y como tal tiene leyes. Al estudiar un recorte de la realidad social, estas leyes se expresan como tendencias que, tarde o temprano, acaban por imponerse. No tienen la rigidez y exactitud de las ecuaciones que suelen presentarse en la modelización matemática de la economía, pero, tarde o temprano, acaban por imponerse.
El debate sobre el nivel del tipo de cambio en Argentina suele estar atravesado por intereses contrapuestos y, por lo tanto, pujas. Cualquiera sea el signo político de la gestión económica y el tipo de modelo económico que trate de implementarse, la administración de turno tiende a sobredeterminar los grados de libertad que existen para sostener el tipo de cambio con la intención de que no se desenvuelva una devaluación debido a su consecuente pasaje a precios, por su potencial desestabilizador.
Por un lado, el tipo de cambio expresa en la esfera dineraria una relación de productividades de al menos dos naciones y, por otro, una relación de fuerzas sociales, sobre todo, entre distintas fracciones del capital.
En la actualidad, no solo existen pocas y decrecientes reservas en el BCRA para sostener el tipo de cambio actual (el tipo de cambio real también está “atrasado” en términos históricos), sino que los grandes capitales extranjeros, el FMI, los grandes capitales locales y los pequeños capitales locales, entienden que el tipo de cambio está atrasado y además tienen voluntad activa de que se incremente.
Hasta aquí, al darse esta doble condición, tanto la técnica como la política, sería casi inevitable que no se eleve el precio del dólar. Pero, además, el único actor que puede prestarle dólares en abundancia a Argentina para sostener el tipo de cambio, el FMI, desde hace meses viene advirtiendo que no los girará si no se produce un salto cambiario mínimo junto con otro dispositivo para determinar el tipo de cambio -bandas, flotación- y las posibilidades de intervención en éste por parte de la autoridad monetaria.
Viendo la situación de conjunto, queda claro que una devaluación en abril de 2025 es inevitable, aunque no lo quiere el gobierno que debutó con un abrupto incremento del tipo de cambio de 118 por ciento en diciembre de 2023, porque técnicamente no hay cómo sostenerlo y debido a que este tipo de cambio no tiene banca de ningún actor económico relevante.