Emilio Fanfani: "Es mucho más fácil distribuir diplomas y aumentar la escolaridad que desarrollar conocimientos"
El docente y licenciado en Ciencias Políticas y Sociales conversó con Data Clave sobre la situación educativa en la Argentina y América Latina en sí. Críticas al sistema actual y recelo a las estadísticas per se. "Ya todos sabemos bastante bien dónde están las falencias y tenemos en claro cómo actuar, el problema es que no lo hacemos", manifestó.
Emilio Tenti Fanfani es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales y se desempeña como profesor titular de Sociología de la Educación en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Fue investigador principal del Conicet y es una fuente de consulta para América Latina en cuanto a contenidos educativos y pedagógicos.
En el último tiempo, precisamente en 2021, escribió el libro "La escuela bajo sospecha: Sociología progresista y crítica para pensar la educación para todos", una crítica al sistema actual en medio de la pandemia del COVID-19 y la irrupción de nuevas tecnologías.
Data Clave conversó con el especialista en medio de un contexto delicado para la Argentina en materia educativa. Los últimos resultados de evaluaciones volvieron a arrojar retrocesos sensibles y cada vez es más abultado el porcentaje de alumnos que muestra dificultades para leer e interpretar textos.
"Algunas cosas se aprenden de las catástrofes, porque no sólo tienen consecuencias negativas, muchas veces son ocasiones para aprender y avanzar", aseguró.
Data Clave: ¿Dónde estamos parados en materia de educación tras la pandemia? ¿Qué te dicen los últimos datos en cuanto a retrocesos en lengua y otras materias?
Emilio Fanfani: Lo que veo es que se juntan los problemas estructurales que ya tenía el sistema educativo en cuanto a equidad y calidad. Las huellas de la pandemia hicieron lo suyo: como toda catástrofe colectiva, terminó perjudicando a los que ya la pasaban peor antes. Lo que hay que ver es que los rendimientos son bajos, pero los datos no dan muchas novedades, muestran lo que ya conocíamos. Es algo que se ve en los mayores países de América Latina, donde la posibilidad de tener éxito o fracaso está fuertemente ligado al lugar que ocupa la familia en la formación. Los chicos más privilegiados tienen mayor probabilidad de tener éxito, pero también hay niños ricos que fracasan y chicos pobres que tienen éxito. Los datos no muestran nada nuevo, no sé para qué sirven. Yo estoy en contra de los rendimientos anuales, porque de un año a otro no se pueden mostrar grandes modificaciones. Los problemas de educación son estructurales y no dependen lo que hizo un ministro de un año a otro. Los promedios de rendimiento no son como la inflación: la inflación varía de mes a mes, los promedios de mes a mes son períodos lentos y requieren proyecciones largas de tiempo para observar mejor o para ver caídas persistentes.
DC: O sea que los datos estadísticos son más un número que maneja la dirigencia política que lo que le sirve a los docentes...
EF: Se suele decir que tiene tres usos: para orientar recursos en el campo de las políticas educativas, para informar a los docentes acerca del nivel de rendimiento de sus alumnos y para alimentar el debate público. Creo que esta última es el único uso que se hace de estos datos. Siempre que salen se dan los mismos comentarios, difícil ser original. Ya todos sabemos bastante bien dónde están las falencias y tenemos en claro cómo actuar, el problema es que no lo hacemos.
DC: ¿Estamos ante nuevos paradigmas en cuanto al contenido educativo? En este mundo tecnológico y con tantos estímulos, ¿sigue siendo viable obligar a un chico a sentarse en una silla a leer un libro de literatura clásica?
EF: Yo creo que en lo que es la educación federal básica, lo primero que hay que desarrollar son algunos conocimientos básicos que tienen que ver con las capacidades expresivas. Es decir darle forma a nuestras ideas, nuestros pensamientos, angustias, fantasías y necesidades. Tiene que ser de forma oral, escrita o gestual, porque uno también se puede expresar con el cuerpo si lo canaliza desde el teatro, el arte o la mímica. Lo importante es producir mensajes y poder comprender mensajes de los otros, me parece que esto fundamental. Siempre decimos que hay que alfabetizar a los chicos, pero también hay que enseñarles a hablar. Primero aprendemos a hablar y después leemos y escribimos. Son dos requisitos fundamentales para aprender y apropiarse de los conocimientos de otras disciplinas. ¿Es importante que lean el Martín Fierro? Lo fundamental es que lean, de lo que sea. Que lea y escriba de lo que lo apasione, lo importante es expresarse. Si un chico está apasionado por el fútbol, que relate o me haga una síntesis de una crónica periodística del último River-Boca o de un equipo de su competencia. Cuando empiece a escribir sobre fútbol, esa capacidad la va a replicar en otros campos de la actividad. Lo fundamental es apropiarse de la capacidad lectora y darle sentido a los textos, porque el conocimiento complejo está escrito y no hay otra forma de apropiarse de eso si no se sabe leer y escribir.
DC: ¿Y cuál es el rol del docente en este planteo?
EF: El docente no reparte la ciencia, sino que contribuye y favorece al aprendizaje, pero hay cosas que tienen que hacer los chicos. Esto es como en la salud, el médico no te la da, sino que colabora para el restablecimiento de la salud, pero hay cosas que tiene que hacer el paciente en cuanto a hábitos y conductas. El aprendizaje requiere un esfuerzo también y eso no hay que negarlo.
DC: ¿Y la política?
EF: Yo creo que la política está tratando de adaptarse a los sistemas educativos. La escuela va cambiando como consecuencia de los cambios de la sociedad. Los chicos de hoy tienen la capacidad de concentrar su atención en otras cosas, que son las imágenes, por ejemplo. Jugar con un celular lo aprenden solos, no necesitan que un maestro le explique como jugar en las aplicaciones de internet. El desafío es cómo hacer para que esa atención pase de los jueguitos a la lectura, a la matemática, la física y otras aristas. Antes la educación tenía el monopolio de la cultura, cuando yo iba a la escuela la única forma que tenía de conocer el Vaticano era a través de un manual. Los chicos tienen intereses, pero muchas veces no pasan por los contenidos educativos, y yo los entiendo. ¿Por qué les va a interesar leer El Martín Fierro? Ese interés nunca va a ser natural, por eso tiene que ser creado por la escuela y con docentes preparados para generarles interés. El docente tiene que ser un gran entusiasmador.
DC: ¿Qué enseñanza dejó la pandemia del COVID-19? ¿Se encontró en la virtualidad nuevas herramientas tecnológicas?
EF: Algunas cosas se aprenden de las catástrofes, porque no sólo tienen consecuencias negativas, muchas veces son ocasiones para aprender y avanzar. Cerrar las escuelas fue un simbronazo para todos, porque tuvimos que aprender a utilizar recursos que antes desconocíamos. También nos obligó a preguntarnos qué es lo esencial, porque el tiempo fue escaso. No es lo mismo tener cuatro horas de clase que tener de vez en cuando algún contacto esporádico. Muchos chicos ni siquiera tuvieron eso, lisa y llanamente abandonaron todo entrenamiento pedagógico. La pandemia obligó a los maestros a debatir entre ellos para redefinir contenidos, algo que es muy importante, porque se favoreció al trabajo en equipo. Y después se modificaron prioridades, una tarea que se debe seguir trabajando en la post pandemia. Hoy ya no es tan importante qué se lee, sino que directamente se lea y que los chicos aprendan a expresarse. Los árboles de los contenidos nos impiden ver el bosque.
DC: Durante la pandemia escribiste el libro "La escuela bajo sospecha: Sociología progresista y crítica para pensar la educación para todos". ¿A qué apunta este concepto de que la educación está "bajo sospecha"?
EF: La idea es que todas las sociedades, en especial las latinoamericanas, han sido más eficaces para escolarizar a la población que para desarrollar conocimientos poderosos. Es más fácil escolarizar, se dio en regímenes de izquierda o de derecha. La sociedad demanda escuelas y diplomas y ahí corre de atrás el Estado. Cuando yo iba a la escuela, 60 años atrás, solamente el 13% de chicos de 13 a 18 años íbamos al secundario; hoy prácticamente van todos al secundario y cada vez más se obtienen diplomas. Cuando se masifican los diplomas, la sociedad empieza a sospechar y se preguntan si efectivamente los educados tienen los conocimientos que estos diplomas garantizan. Entonces la sociedad empieza a sospechar de los certificados escolares. ¿Y qué hacen? Bueno, vamos a tomarle un examen a los chicos al finalizar sexto grado... Para mí este es el indicador que la sociedad está sospechando de lo que hace la escuela. Yo como agente del sistema escolar tengo derecho a sentirme ofendido, porque somos nosotros los que tomamos los exámenes y tratamos de contribuir. A eso voy con la sospecha. Es mucho más fácil distribuir diplomas y aumentar la escolaridad que desarrollar conocimientos. El aprendizaje de conocimiento es mucho más complejo que escolarizar. La escolarización es una condición necesaria, pero no suficiente para apropiarse del conocimiento. Se habla mucho del derecho a la educación, pero el derecho tiene que ser a los conocimientos.
Hay más demanda en la sociedad de escolarización que de conocimiento. Desde el año 92 estamos haciendo operativos de la medición de la calidad. Y no sólo lo hace Argentina, lo hacen otros organismos como PISA o la UNESCO, y siempre aparece el porcentaje de que el 40% de los chicos no tienen las competencias básicas. Y yo todavía no he visto ninguna manifestación de la sociedad reclamando aprender lengua o matemática. ¿Vos viste alguna manifestación? Yo veo que la población reclama por el salario, la salud, la vivienda o por la tierra, pero no hay desposeídos de la matemática o la literatura peleando por la cultura. Y eso es la magia del diploma: las sociedades se movilizan para que en mi municipio se cree una universidad, pero no se moviliza por el conocimiento.
DC: ¿Cuál tiene que ser la fórmula o la punta de lanza para que haya un cambio?
EF: Son dos cosas: tenemos que mejorar la calidad profesional de los docentes y enriquecer las instituciones. No queda dudas de lo primero, pero el docente no trabaja en el vacío. Es como la salud, si bien necesitas a dos médicos calificados, también necesitas tener hospitales bien equipados y con recursos. Podes tener a dos expertos de Harvard, pero si después no tenés tomografía computada, no hay alcohol o gasas, esos dos genios no podrán prestar un servicio de calidad.