"Estamos demostrando los argentinos con esta presencia y con la presencia en todas las plazas de la República cosas importantes... Y que lo sepan en el mundo, el primer lugar estamos demostrando acabadamente la definitiva decisión de vivir en democracia".

Esta frase se desprende de quizás uno de los discursos más importantes que supo predicar Raúl Alfonsin en la tan trágica como reivindicatoria Semana Santa del 87, donde el poder de la movilización popular y el mensaje de unidad política frustraron los sueños golpistas de los carapintadas que desafiaban el orden constitucional para oponerse al inicio de los juicios de lesa humanidad contra última Dictadura.

Fue inevitable comparar este momento trascendental de la historia argentina con lo que le ocurrió el pasado jueves por la noche a Cristina Fernández de Kirchner, donde un hombre llamado Fernando André Sabag Montiel le gatilló dos veces frente a sus ojos en un claro intento de magnicidio. Hay una línea que conecta la situación de Alfonsín con la de la actual vicepresidenta: ambos eran severamente cuestionados por sus adversarios políticos. De un lado, el Partido Justicialista presionaba la figura de un presidente debilitado en términos de poder; del otro, una expresidenta sistemáticamente atacada por la oposición, y según sus simpatizantes, también perseguida por la Justicia.

Las diferencias partidarias y las profundas discrepancias políticas no impidieron que Antonio Cafiero, por entonces máxima figura del peronismo antes de la imposición de Carlos Saúl Menem, dejara sus diferencias de lado para acompañar en el balcón a un Raúl Alfonsín que en ese acto no le habló sólo a los radicales, sino a todo el país. A pesar de que hoy el clima político es más álgido y crispado, se esperaba un desarrollo similar. El devenir del fin de semana dio cuenta de que ese llamado a la unidad nacional estuvo lejos de aparecer.

Alfonsín afirma: "la casa está en orden..."

El primer -y quizás único- intento de la dirigencia por dar respuesta al ataque a CFK se dio en el Senado y fue lo más cercano a un intento de unidad nacional. Los senadores de los principales espacios se fotografiaron en una de las salas del Congreso y brindaron una conferencia de prensa conjunta repudiando el hecho. Paralelamente, los mensajes de Juntos por el Cambio y de algunas fuerzas liberales se hacían expresar en las redes sociales. El punto de quiebre, reconocen los dirigentes más duros de la oposición, fue cuando Alberto Fernández decidió decretar el viernes como feriado nacional e invitó a la sociedad a expresarse pacíficamente en las calles de la Argentina para repudiar el hecho.

Tweet de Patricia Bullrich

El viernes por la mañana la Casa Rosada fue testigo de numerosas y amplias reuniones que incluyeron a ministros, funcionarios, empresarios, sindicalistas, industriales, sectores de la iglesia y organizaciones de Derechos Humanos, entre otros. El deseo de un acto sin color ni bandera política empezaba a caerse en horas del mediodía y poco a poco la convocatoria tomaba una impronta oficialista más que evidente. De esto dio cuenta la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), que se retiró en el medio de la reunión con el Gobierno al considerar que el texto -que se terminó leyendo tal cual- estaba atado a un discurso partidario. Y así fue.

El comunicado oficial de la DAIA
El comunicado oficial de la DAIA

"Desde hace varios años, un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios, viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante", era una de las líneas que esgrimió la actriz Alejandra Darín ante una multitudinaria Plaza de Mayo, mientras que sobre el final habló de un llamamiento a la unidad nacional, "pero no a cualquier precio".

En el Frente de Todos argumentan que el acto tomó esta impronta porque daban por descontado que los dirigentes de Juntos por el Cambio no iban a hacerse presentes. Del otro lado aseguran que nunca fueron convocados, aunque muchos por lo bajo son conscientes de que, probablemente, no hubiesen asistido. Es más, por estas horas, todavía no existió una comunicación oficial entre ningún miembro de la oposición con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, pese a que algunos aseguraron que Gerardo Morales sí la llamo y que Martín Lousteau hizo lo propio con Máximo Kirchner.

Una sesión parlamentaria a las corridas

Mientras la Plaza de Mayo seguía convocando a miles de personas, desde los satélites se desarrollaba una importante reunión de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio que, hasta última hora, debatió sobre cuál iba a ser la postura de la coalición en términos institucionales ante el llamamiento del Frente de Todos para votar un proyecto que repudiara el intento de magnicidio que sufrió CFK.

El reclamo permanente de algunos dirigentes, en especial los del PRO, era que existieran "garantías" para que la sesión del sábado por la mañana en la Cámara de Diputados fuera "tranquila" y sin posicionamientos partidarios. La síntesis de la disputa fue esta: Juntos por el Cambio no quiso que se plasmara el término "odio" ni que se llamase a la reflexión a los medios de comunicación -en especial los televisivos- y el oficialismo no estuvo dispuesto a despartidizar un discurso atado a la disputa judicial del Gobierno y sus denuncias de "persecución" a sus dirigentes políticos.

Un diputado de Juntos por el Cambio archi opositor en público y componedor puertas adentro le contó a este medio que mientras se desarrollaba el acto en Plaza de Mayo, él se encontraba junto a los diputados Germán Martínez y Cecilia Moreau en el Congreso para definir la letra chica del discurso. Según esta fuente, JxC hizo la advertencia en la previa de que el discurso, así como estaba, no iba a ser aprobado.

Los legisladores llegaron a la Cámara de Diputados con un clima por demás tensionante y con las heridas de la grieta a flor de piel. Todo ante un contexto que pedía unidad política en la fragilidad institucional que todavía representa para el sistema democrático haber tenido a una vicepresidenta al borde de un magnicidio. Diego Santilli, Cristian Ritondo, Mario Negri y María Eugenia Vidal llegaban con la promesa de acompañar el proyecto, pero marcando diferencias de la redacción final. En el medio hasta existieron cruces internos, como el caso del 'lilito' Juan Manuel López, que cuestionó la rígida postura pública de Patricia Bullrich y hasta le recordó su pasado montonero.

La sesión parlamentaria, lejos de haber sido un punto de inflexión para la democracia argentina, fue un auténtico show mediático que solo sirvió para alimentar la grieta y recortar clips de videos para los hambrientos espectadores de las redes sociales. Javier Milei, acusado de haber maltratado a una periodista de La Nación post-sesión, le dijo "presidente" en tono chicanero a Cecilia Moreau. Y esta, lejos de calmar las aguas, le dijo "gracias diputada". El diputado libertario se fue al grito de "¡CASTA, CASTA!" y se insultó con sus pares al abandonar su silla.

Otro diputado del PRO, que prefirió reservar su identidad, sacó chapa con este periodista y dijo: "Nosotros anticipamos lo que iba a pasar en labor parlamentaria. Nos fuimos antes porque estábamos convencidos de que lo que se había firmado nadie lo iba a terminar cumpliendo. Dijimos que no había que hablar de odio ni de echar culpas y fijate que hasta (Mario) Negri y Rodrigo (De Loredo) incumplieron lo que habían firmado".

Tweet de Cristian Ritondo

Según los cálculos, al recinto bajaron un total de 40 diputados de Juntos por el Cambio sobre la base de 116 que tienen. Los 17 del PRO firmaron el acuerdo, escucharon el mini discurso de Cristian Ritondo y decidieron levantarse de la silla e irse. Los que se quedaron fueron los 12 de la Unión Cívica Radical, con Mario Negri a la cabeza y los de UCR-Evolución, con la conducción de Rodrigo De Loredo.

"Juntos por el Cambio logró todo lo que se le pidió al oficialismo. Querían una sesión ordenada, sin muchos oradores y cambiando el discurso inicial que redacto Cecilia y tratando de establecer uno que fuera muy similar al que sacaron en el Senado. El PRO después hizo una de cal y una de arena para contener su propio quilombo interno", le dijo una fuente radical a Data Clave, satisfecha con la conducta del partido centenario que tampoco dijo presente en la Plaza de Mayo..

"Voy a decir algo que puede dividir aguas: todo atentado contra un vicepresidente de la Nación es un atentado contra la democracia. Por eso nos solidarizamos con la figura de la expresidenta, la vicepresidenta de la Nación, con su familia, sus afectas y miles de seguidores. Acepten nuestro acompañamiento, acepten nuestra solidaridad. A veces siento que prefieren no hacerlo", dijo De Loredo en su alocución que duró poco más de cinco minutos.

Diputado De Loredo, Rodrigo - Sesión 03-09-2022

La izquierda tampoco colaboró en la sesión. Convirtió lo que era un acto de repudio contra un crimen en un intento de bandera política para querer diferenciarse de todas las agrupaciones políticas y mostrarse en el pedestal de los puros. Incluso la diputada Myriam Bregman chicaneó a Leandro Santoro que, también con cierta falta de tacto, hizo una cuestión de privilegio para contestarle a su contrincante.

Mario Negri, quizás el más estadista de la fallida sesión de repudio, escuchó a todos los oradores y brindó un discurso que duró 11 minutos y 47 segundos. "Nuestra voz no va hacia el silencio frente a los hechos, por encima de las diferencias. (...) En casos como estos, hay que buscar en la oportunidad unir, no dividir", dijo.

Tweet de Mario Raúl Negri

Un contrato social cada vez más debilitado

El proyecto de repudio contra el intento de magnicidio que sufrió la vicepresidenta de la Nación, desgraciadamente, no tuvo el golpe de efecto para el que supuestamente fue convocado en el Congreso Nacional. El recinto fue, una vez más, un campo de batalla dialéctico en el que volvieron a confrontar las personas por encima de los partidos.

En el Frente de Todos no existió una vocación por defender la institución que significa para la Argentina una vicepresidencia de la Nación. En la Semana Santa del 87 no era Raúl Alfonsín el que estaba en peligro, era la democracia; en este caso, el Gobierno consideró que el peligro era el peronismo y la propia Cristina Kirchner, no la democracia ni lo que hubiese significado para una sociedad cada vez más violenta e intolerante el asesinato a una representante política de tal magnitud.

En Juntos por el Cambio no existió ningún intento de magnicidio que opacara la desesperada carrera presidencial rumbo a 2023 y la alteración que le provoca a sus dirigentes ver que del otro lado hay un Frente de Todos que se desangra en su interna, que no logra contener los altos niveles de inflación y que ya empezó un ajuste económico a medida de lo que pide el Fondo Monetario Internacional.

El Frente de Todos tampoco cede un metro cuadrado del poco poder que le queda y ahora todo el peronismo se encuadra detrás de la figura de Cristina Kirchner, la dirigenta a quien muchos actores del Gobierno relativizaron y que ahora ven como la última alternativa para que sea la candidata que salve a esta gestión de una eventual derrota en las elecciones presidenciales del próximo año.

Aún con este contexto de extrema fragilidad institucional, la política no fue capaz de ponerse de acuerdo para unirse y dar un mensaje concreto de repudio contra el ataque que sufrió la vicepresidenta de la Nación. Todos calculan y todos miden, pero nadie se anima a ser un estadista.