El bullying o acoso escolar se define como una agresión intencional, reiterada y con una asimetría de poder. Por si no bastara, el desarrollo de las nuevas tecnologías, como celulares y redes sociales, dio lugar a un nuevo fenómeno: el ciberbullying. Ambos tipos de acoso representan una de las fuentes de estrés más frecuentes en los alumnos de escuela primaria y secundaria. En casos extremos, puede tener una consecuencia aún peor, con la vida de la víctima en peligro.

Los estudios internacionales indican que alrededor de un 25% de los alumnos padecen este maltrato. Esta tendencia también se observa en nuestro país, donde los casos son cada vez más frecuentes y graves. Por ejemplo, se han reportado situaciones alarmantes como agresiones físicas dentro del aula o incluso el uso de armas para defenderse de los agresores. El acoso escolar se ha convertido en una de las principales preocupaciones de nuestra sociedad.

Por otra parte, el surgimiento del ciberbullying, más anónimo, viral y difícil de detectar por parte de los adultos trajo una complejidad adicional. Al respecto, estudios en nuestro país señalaron que, desde el comienzo de las clases, un 5% de adolescentes sufrieron viralización de fotos o videos donde eran ridiculizados; mientras que un 2% lidió con el robo de las contraseñas de redes sociales por parte de sus pares.

Sin duda, el desarrollo de las nuevas tecnologías, como celulares y la Inteligencia Artificial (IA), ha dado lugar a formas más creativas y crueles de acosar, como crear stickers o videos a partir de las imágenes de un alumno. Existen aplicaciones con IA que simulan, por ejemplo, cómo se vería una persona sin ropa. Bajo este análisis, podemos advertir que el ciberbullying genera mayor insensibilización, pues el contacto está mediado por la tecnología.

Ahora, ¿Cómo podemos enfrentar este flagelo que amenaza la seguridad y el bienestar de nuestros jóvenes? A pesar de las campañas de concientización y la preocupación de la sociedad, en nuestro país todavía es mucho lo que falta por hacer al respecto.

En primer lugar, es fundamental comprender, de manera clara, qué constituye el bullying y diferenciarlo de cualquier conducta agresiva o simples conflictos entre pares; lo que permitirá identificar y abordar de manera efectiva estas conductas dañinas.

Sin embargo, es necesario advertir que la lucha contra el acoso escolar va más allá de la mera identificación. A nivel de reducción de la problemática falta mucho por hacer, ya que los casos de denuncias contra el acoso se multiplican con hechos cada vez más graves.

Finalmente, las acciones que se llevan a cabo para prevenirlo son aisladas o ineficientes. En ocasiones, por ejemplo, se utilizan técnicas que no son efectivas o contraproducentes, como es el caso de la mediación escolar –que es una estrategia para resolver un conflicto entre partes- o sugerir que el alumno victimizado se cambie de escuela o de curso, lo que genera mayor vulnerabilidad o impotencia en él.

Es hora de unir fuerzas y desarrollar enfoques innovadores y centrados en el bienestar de los estudiantes. ¿Por qué no apostar por programas de intervención más holísticos y participativos que involucren a toda la comunidad educativa?.

Además, es imprescindible contar con estudios nacionales sistemáticos y datos sólidos que nos permitan comprender la magnitud del problema y diseñar políticas basadas en evidencia, lo que es el primer paso -más bien, esencial- para su prevención.

De este modo, mis palabras podrían representar una buena oportunidad para reflexionar sobre todo lo que falta hacer para acabar con el acoso escolar. Es responsabilidad de todos crear un entorno seguro y acogedor para cada niño y adolescente.