La salida de Diana Mondino de la Cancillería fue solo el primer movimiento de una estrategia más amplia. Javier Milei busca reorganizar el cuerpo diplomático e investigar las decisiones recientes que pudieron haber desviado la línea de su administración en política exterior. La orden desde Balcarce 50 es clara: auditar a los funcionarios de carrera y descubrir si, en otras ocasiones, sus acciones se apartaron de las posiciones internacionales definidas por el presidente y su círculo cercano.

Se va a hacer, el cómo no se definió todavía, comentó una fuente del entorno de Karina Milei, quien tiene un papel clave en la política exterior del gobierno. La investigación inicial se enfocará en entender cómo se resolvió la reciente votación en la ONU a favor de Cuba y en contra del bloqueo de Estados Unidos. La Casa Rosada interpreta este voto como un quiebre en la relación de confianza, considerando que fue en contraposición a las directrices presidenciales.

Las versiones sobre la votación que selló el destino de Mondino son contradictorias. En el Palacio San Martín, hay quienes aseguran que la votación en la ONU “estaba hablada” con Casa Rosada y que, en ese contexto, su despido fue injusto. “Ella fue totalmente leal a Milei desde el día uno, afirmó uno de sus colaboradores, aunque ese argumento no logró convencer al presidente, quien cortó con Mondino al enterarse de la votación.

Desde la presidencia, en cambio, se insiste en que Mondino actuó sin consultar a Javier, Karina, Santiago Caputo, ni a Guillermo Francos, los aliados más cercanos de Milei. Su salida fue un mensaje claro a los diplomáticos: no se tolerará desvío alguno respecto de las posturas oficiales. La orden generó sorpresa en los más allegados al gobierno, quienes no anticipaban un cambio tan drástico en el gabinete.

En respuesta a la crisis interna, la presidencia redobló la presión en la Cancillería, anunciando una auditoría para investigar a los diplomáticos de carrera, con la idea de detectar posibles alineamientos ideológicos ajenos al proyecto de “libertad” que defiende Milei. En un comunicado, se hizo énfasis en la identificación de “agendas enemigas de la libertad”, en lo que pareciera ser una advertencia directa para el cuerpo diplomático.

La decisión de investigar la Cancillería sigue una línea ya trazada por Milei, quien recientemente había instruido a los embajadores y altos funcionarios a no apoyar la Agenda 2030 en foros internacionales. En el mensaje, el presidente fue claro, "quienes se opongan deben renunciar a sus puestos”. Para los funcionarios que mantienen sus posiciones debido a exámenes de ingreso al servicio exterior, la situación se vuelve tensa, ya que las directrices de Milei contradicen en muchos puntos los lineamientos previos.

La auditoría incluirá la revisión de cables reservados y comunicaciones internas de la Cancillería en busca de funcionarios o áreas que hayan actuado sin apego a las posturas presidenciales. Según un funcionario de Cancillería, el “castigo” a quienes se aparten de la línea oficial podría incluir la reasignación a destinos poco deseados o la remoción de responsabilidades sin pérdida de sueldo, lo cual, en términos prácticos, limita sus funciones y los coloca en un limbo laboral.

En medio de esta auditoría que promete prolongarse, lo que queda en claro es la intención de Javier Milei de mantener el control absoluto sobre la política exterior argentina, desplazando cualquier indicio de autonomía en el cuerpo diplomático. La situación también expone la dificultad de gestionar un equipo de profesionales de carrera, con estabilidad de empleo, en un contexto donde las políticas del gobierno actual marcan una ruptura con las de los últimos años.