Cómo se vivió la marcha en apoyo a CFK: dirigentes de incógnito, gente de a pie y un clima de fiesta pese al atentado
Una multitud que concurrió por sus propios medios colmó la Plaza de Mayo y las calles aledañas.
“La poesía es un arma cargada de futuro”, decía un cartel que llevaba la agrupación de poetas de Hurlingham cuando caminaban por la Avenida Diagonal Norte, hacia Plaza de Mayo, ayer por la tarde durante la multitudinaria manifestación en apoyo a Cristina Kirchner, después del atentado que sufrió en la noche del jueves cuando llegaba a su casa en el barrio de la Recoleta.
Esa frase de un poema de Gabriel Celaya se hizo conocida en los años 70, cuando el cantante español Paco Ibañez le puso música a letras de autores iberoamericanos como parte del repertorio que lo llevó a recorrer los escenarios de todo el mundo.
La referencia al arma que intentó quitarle la vida a la vicepresidenta en manos de un personaje cargado de odio, busca, de algún modo, resignificar lo ocurrido. La marcha que colmó las calles del microcentro hasta la 9 de Julio, estaba impregnada de un espíritu festivo, de alegría, pese a lo poco que se estuvo de vivir una tragedia colectiva de consecuencias inimaginables.
Los poetas de Hurlingham también fueron una muestra de lo que fue la marcha vista desde adentro. Miles de personas que llegaron hasta la plaza por sus propios medios, en forma espontánea.
No había colectivos escolares sobre la 9 de Julio, como ocurre en otras manifestaciones. Los miles llegaron a pie, en bicicletas, en subte, en autos, en ómnibus de línea, en patinetas o hasta en sillas de ruedas.
Los grupos estaban conformados por familias, con sus hijos, parejas, amigos, militantes de gremios o agrupaciones políticas. “Hasta los troskos vinieron”, dijo un militante. “Son troskos truchos”, le retrucó otro.
Algunos carteles hechos en cartones con fibra negra, les ponían letra a los sentimientos. “No fue magia, pero fue mágico”, decía uno de ellos. “Veinte veces te volvería a elegir”, decía otro en referencia a la respuesta de Cristina al alegato del fiscal Luciani. “El amor vence al odio”, ya un clásico.
Entre la gente había dirigentes de a pie, perdidos entre la multitud, como el Procurador del Tesoro, Carlos Zannini, quien poco después de las 16 se retiraba caminando por la calle Florida, hacia la avenida Corrientes. No muy lejos de allí también estaba la escritora y militante feminista Luciana Peker. Acompañada por una amiga también estuvo la ex ministra de Economía Felisa Miceli.
“Que olor, que rico”, decía una chica de pañuelo verde, al pasar por delante de una parrilla, instalada en una esquina. Como en cualquier acto peronista que se precie hubo colas para hacerse con un choripán. También había venta de helados, gaseosas, cervezas y hasta scones. Algunos vendedores intentaban liquidar 10 barbijos a 100 pesos.
La concurrencia fue masiva. No sólo estaba repleta la plaza, sino también la Avenida de Mayo, las diagonales Norte y Sur, y las calles transversales. La coincidencia entre los asistentes es que fue la marcha con más gente de los últimos años.
Una marea que se renovaba con el paso de las horas, por lo que calcular el número de manifestantes se convierte en una tarea imposible. Un dato menor, a esta altura. La contundencia de las presencias fue una fenomenal respuesta al ataque que pudo poner en jaque a la democracia argentina.