Una recesión más aguda de la que se preveía
La semana pasada, se conoció el dato de inflación de febrero. Resultó por debajo de lo esperado, pero la contracara de esto fue la caída vertical de la actividad a partir de una recesión más aguda de la que también esperábamos inicialmente.
La semana pasada estuvo marcada por varias cuestiones económicas y políticas. Desde lo más reciente a lo más lejano, el rechazo que el DNU 70/23 tuvo en el Senado surge como lo más trascendente. Es un hito político, no sólo por ser el primer DNU que el Senado rechaza, sino también porque pone en riesgo su vigencia. Ahora depende del tratamiento y aprobación en la Cámara de Diputados, donde el conteo de votos a favor y en contra todavía no resulta determinante en ningún sentido.
Lo ocurrido deja claro lo difícil que resulta para el Gobierno avanzar en la construcción de acuerdos que puedan dar un mayor enforcement a las reformas que quiere impulsar. Con la retirada de la Ley de Bases y con medio rechazo del DNU, después de 100 días de gestión el Gobierno no cuenta con la estructura legal que deseaba para respaldar el cambio de régimen propuesto.
Por sobre las efusivas discusiones que el presidente entabla en las redes, no termina de quedar claro si esta falta de construcción es una estrategia elegida adrede de manera de poder coparticipar las pérdidas con la oposición en caso de un fracaso en su programa económico, o se trata solo de un exceso de confianza por el respaldo que todavía conserva de la sociedad.
En materia exclusivamente económica, se conoció el dato de inflación de febrero. Resultó por debajo de lo esperado, tanto por el Gobierno, que se había puesto como objetivo el 15% mensual, como por analistas privados, que no proyectábamos una moderación tan marcada de la inflación núcleo. La inflación general fue del 13,2% mensual, contra 20% en enero y 25% en diciembre. Registró una desaceleración de 10 pp respecto al bimestre anterior. La inflación núcleo retrocedió a 12,3% mensual, un nivel que se ubica incluso por debajo de los valores previos a la devaluación de diciembre. Pero la contracara de esto es la caída vertical de la actividad a partir de una recesión más aguda de la que también esperábamos inicialmente.
No somos optimistas respecto a una marcada baja de la inflación en marzo. El Relevamiento de Precios de los Alimentos de LCG marca una estabilización en niveles altos: las primeras dos semanas del mes cerraron con un promedio de 3% semanal, y el promedio mensual se estaciona en torno a 11,5%. Podría dar cuenta de un freno en la convergencia.
Por otro lado, este mes volverán a incidir subas en regulados (gas, combustibles, colegios, etc) y estacionales jugarán en contra. Pero más allá de esto, seguimos teniendo dudas de cuán sostenible es el nivel de tipo de cambio. En mayo, frente a la liquidación de exportaciones es posible que la misma especulación propicie un valor del dólar mayor (eventualmente se retome el camino de un dólar propio para determinados productos). Y eso tendrá también impacto en precios. Por lo pronto, precios contenidos por la fuerte recesión tiene un costo social que también tiene el riesgo implícito de erosionar el poder del gobierno.
En este contexto, la tercera cuestión a resaltar es que el BCRA anunció una nueva baja nominal de la tasa de interés (de 100% a 80%). Con inflación corriendo al 12-15% mensual, se trata de una tasa real muy negativa. Estos son argumentos que surgen como justificativos: la señalización de una menor nominalidad, la necesidad de elevar el CCL para mejorar el dólar exportador y la colocación del remanente del BOPREAL, la continuidad del proceso de licuación de pasivos remunerados y de otros stocks en pesos cautivos por el cepo, o el desvio de financiamiento hacia el Tesoro, entre otros.
Nosotros tendemos a pensar que el foco está puesto en el proceso de licuación de manera de restar presión a una eventual corrida al momento de levantar las restricciones. Pero sostenemos que seguir bastardeando el peso tendrá costos a largo plazo si se pretende que este vuelva a ser el destino de los ahorros argentinos.
Por otro lado, la liberalización de tasas de los plazos fijos (antes con un piso) daría más aire a los resultados de las entidades bancarias, que estaban siendo muy tensionados con los límites de tasas y la reducción de los niveles de intermediación (reducción que continuará con este nivel de tasas).
El último acontecimiento para destacar es el canje de deuda que llevó a cabo la Secretaría de Finanzas. Con él logró despejar buena parte de los vencimientos de deuda indexada a inflación y tipo de cambio de este año. Pero el sector privado sólo intervino con el 17,5% de sus tenencias; el resto lo aportaron organismos públicos.