Ya está en marcha el Plan Caputo / Milei. Se trata de un programa de estabilización tradicional, basado en criterios de prudencia macro y enfriamiento de una economía sobrecalentada. Pretende avanzar con políticas de shock en materia de consolidación fiscal, pero gradualistas en el plano cambiario. Provocará una aceleración inflacionaria en los primeros meses, con la posibilidad de revertir la tendencia alcista en algún momento de 2024. 

El nuevo Presidente no quiere cometer los errores que Macri en 2016 y parece concentrar todas las malas noticias al inicio de su gestión. El ancla del programa es la recesión económica. El objetivo ex profeso del Plan Caputo es inducir una caída de la actividad en 2024. La estiman entre 4% y 5% del PBI, y tendrá amplia difusión entre los diferentes bloques de la demanda agregada. Esperan disciplinar los precios por la menor potencia del consumo y la inversión, en un contexto de caída del empleo y la producción. 

Como hipótesis, en el equipo de Milei creen que la caída en la actividad también va a frenar la velocidad de circulación del dinero, que hoy está en desequilibrio por el repudio a los pesos. Una economía más chica, con menos transacciones reales y con cierto disciplinamiento salarial vía desocupación, puede descomprimir las tensiones de precios. Hasta el momento no hay grandes diferencias respecto a lo que marcan los libros de texto para estabilizar una macro con descontrol nominal. Todas las ideas estrafalarias de los libertarios (dolarización, cierre del BCRA, sistema de vouchers) por ahora se guardan en el escritorio y empieza a primar el pragmatismo.

La política fiscal contractiva es el sacrificio que Caputo le entrega al mercado como señal de austeridad estricta. Se trata de un recorte del déficit de 5,2% del PBI, convergiendo al equilibrio financiero en solo un año. Por relación magnitud y tiempo, se trata de uno de los procesos de ajuste más profundos de la historia

Según la programación incipiente que presentó Mecon, más del 60% del trabajo sucio lo haría el recorte del gasto, y casi 40% la restitución de impuestos o aumento de alícuotas. En particular, Milei prevé restringir fuertemente las partidas vinculada con la obra pública nacional (-0,7% del PBI), los subsidios económicos (-0,7%) y las transferencias no automáticas a las Provincias (-0,5%). Esa premisa de campaña que rezaba que el ajuste “lo va a pagar la casta” no resiste análisis. Por gasto de funcionamiento vinculado a consumo corriente del Estado se espera reducir 0,5% del PBI, pero este número solo podrá alcanzarse en base a congelar los salarios en el sector público. 

Por el lado de los ingresos se destaca la restitución del impuesto a las ganancias para la cuarta categoría, que tras la última reforma eximió del pago a más de 800 mil trabajadores. El debate sobre este tributo viene de antaño. Los economistas argumentamos técnicamente en favor de su existencia por su efecto de progresividad. Claro que en Argentina el tema siempre ha ido por andariveles más políticos, y la última reforma vino a dar curso a un reclamo histórico de los sindicatos. Que solo tres meses después de aprobada la reforma se desande es sorpresivo y desprolijo. Pero más lo es que el Presidente haya dado la venia en aquel debate parlamentario, y hoy promueva un giro de 180º.

Efectos a corto plazo

Otros de los recursos que contribuirán a cerrar la brecha fiscal son la suba del Impuesto PAIS (+0,8% del PBI), la restitución de algunas retenciones a las exportaciones con valor agregado (+0,5%) y los ingresos extraordinarios por el próximo blanqueo (+0,5% del PBI). El Presidente Milei apela a la sensatez y deja de considerar que los impuestos son “un robo”. Restará ver cómo lo procesa el sector privado

El corrimiento del 118% en el dólar oficial sorprendió a propios y extraños. Fue un 20%/25% más alto que lo esperado entre la disciplina, y apunta a un overshooting para generar un colchón de cara a las próximas semanas de muy alta inflación. Es evidente que a un dólar de $800 brutos) aparece la oferta de dólares, que ya estaba operativa con el último “Dólar Blend” de la gestión Massa. La pregunta es si alcanza para cerrar el rojo comercial coexistiendo aún con un cepo cambiario suficientemente rígido. Dicho de otra forma, conforme se empiece a normalizar el pago de importaciones, las empresas van a seguir teniendo incentivos a acceder al segmento formal por ser el dólar más barato. 

Con un crawling mensual de solo el 2% VS la olla a presión sobre el segmento financiero, esta brecha se va a volver a ampliar. Las dudas, por tanto, tienen que ver con cierta falta de consistencia del nuevo régimen cambiario, que no resuelve ninguno de los problemas de mal funcionamiento ni logra romper los incentivos perversos de un mercado encepado. Los cambios sí constituyen un alivio de corto plazo sobre las reservas internacionales, dado el tipo de cambio más favorable para las exportadoras.

Los aspectos indeseables de las primeras medidas de Caputo empezarán con una inevitable aceleración inflacionaria. Licuar vía inflación es un objetivo del programa; no un resultado. La intención de normalizar precios relativos y reducir las distorsiones de la intervención sobre los mercados implicará un salto discreto significativo del IPC, que ya empezó por la cobertura apenas se confirmó el triunfo libertario. El Gobierno estos días reconoció el problema, pero exagerando los números. Es así que consignaron la existencia de un 1% de aumento promedio diario y se animaron a anualizar ese número para concluir que la economía ya transita una híper. Esta línea discursiva es peligrosa. Sobreactuar la herencia puede conducir a un equilibrio malo. Para anclar las expectativas es fundamental dar previsibilidad sobre el camino de normalización de mercados y sinceramiento de precios. No hacerlo puede profundizar la carrera precios-salarios llevando toda la economía a una nominalidad más alta, pero sin resolver los problemas de fondo. Es esencial que Milei priorice fortalecer la confianza en el programa, más que exculparse de los efectos colaterales. 

A días de la presentación del plan de emergencia, lo concreto es que busca una estabilización de shock forzando un escenario recesivo, ofrece un ancla fiscal dura y se apalanca sobre la inflación para licuar a los pesos. Es un esquema ortodoxo de manual, que deja de lado todo tipo de ideas inviables de los libertarios. También es muy pronto para evaluar probabilidad de éxito, pero sin lugar a dudas los próximos meses serán dolorosos para la clase media y los sectores populares. El ajuste esta vez tampoco lo va a pagar “la casta”.