El título de esta nota puede parecer exagerado, sin embargo, es literal de acuerdo, precisamente, a las palabras de Javier Milei: “los impuestos son robo”. Resumiendo, lo que intentaré explicar es que el Gobierno aumenta “el robo” con el agravante de que las cargas fiscales recaen con más fuerza sobre los más pobres porque, cuanto más elevada es la situación económica de una persona, más recursos tiene para derivarlas hacia abajo, por caso, los empresarios suben precios o bajan salarios.

Lo de que es un Gobierno de derecha no necesita explicación, es obvio, en cuanto a que es populista tampoco. Para muestra vale lo que dice el destacado economista Roberto Cachanosky: “por qué está bien aumentar los fondos de la AUH y Tarjeta Alimentaria y no destinar esos recursos a mejorar las jubilaciones de los que aportaron durante su vida laboral”, en otras palabras, se aumentan mucho los “planes sociales” y no a los que trabajaron privadamente y aportaron toda su vida.

Sin dudas, esta combinación de derecha y populismo lo convierte en un Gobierno neo fascista (ver Economía fascista, Wikipedia). Les recuerdo que el fascismo era privatizador y “pro mercado” en tanto esto “sirviera a la Nación”, o sea, “monitoreado” desde el Estado. Por tanto, personalmente me referiré a este gobierno como neo fascista porque me parece una mejor definición y más práctica, más corta que “derecha populista”.

El primer indicio de que el gobierno iba a apuntar hacia el estatismo, es decir, sostenimiento del Estado actual y sus parásitos -sin ser peyorativo sino taxativo- privados, es su insistencia en que “vendrán tiempos duros”. A ver, la liberación de la sociedad -de su faz económica, el mercado- trae beneficios automáticos, instantáneos.

El principio filosófico (de la Metafísica, ciencia que el racionalismo del neo fascismo desprecia) es que (cfr. Aristóteles) la violencia siempre destruye y la falta de libertad es, precisamente, una violencia represiva aplicada sobre el sujeto en cuestión. De dónde, al ser liberado, al dejar de ejercerse esa violencia represora, se detiene en el mismo acto la destrucción dando lugar al crecimiento natural.

O sea, la libertad trae beneficios espontáneos, en tiempo real. La excusa para explicar lo contrario es que, dadas las circunstancias, “no puede hacerse otra cosa mientras se prepara el terreno para la libertad”. Esta es una excusa tan primitiva que no merece mayor comentario.

Volviendo entonces al tema de los impuestos, como explica Cachanosky (@RCachanosky): “De acuerdo a los datos publicados, de los 5,2% del PBI de déficit que hay que eliminar, con las medidas anunciadas, el 42,3% se explica por aumento de impuestos y 57,7% por baja del gasto. Les recuerdo que en Argentina todo aumento transitorio de impuestos terminan siendo permanente”.

Por cierto, en buena parte el ajuste se hace para sostener al establishment que se beneficia con el Estado. Por el contrario, el Estado argentino “hiper quebrado” debería sincerar su situación ("llamar a convocatoria de acreedores", en particular en lo que a pases y Leliqs se refiere) y, entre otros, el oligopolio financiero que pivotea en el Banco Central y que tanto se ha beneficiado, debería soportar las consecuencias de financiar a un Estado ostensiblemente quebrado. El ajuste lo tiene que hacer exclusivamente el Estado y todos los socios parasitarios y no disimular esa quiebra cargando la deuda sobre los más pobres.

Para sumar más a la falta de libertad, como señala Diego Giacomini (@GiacoDiego): “Primer gobierno “anarcocapitalista”. Ya sabemos que el anarcocapitalismo: 1) usa CEPO; 2) sube impuestos; 3) inventa tipos de cambio; 4) no deja que los exportadores liquiden libremente; 5) sube el gasto público para quien quiere con la guita de terceros y 6) sigue emitiendo.”

Con respecto a la continuidad en la emisión, la excusa del “rezago inflacionario” es infantil. Como explica Cachanosky: “Dicen que aunque uno pare de emitir hay un rezago de la política monetaria anterior. Es decir, aunque hoy no emita, la inflación sigue varios meses, algunos sostienen que hasta un año, por efecto de la emisión anterior. En el gráfico puede verse que cuando se lanzó la convertibilidad la inflación se desplomó del 11% en marzo 91 al 1,3% en agosto de ese año, con lo cual desmiente tal rezago”.

El ajuste criminal de la derecha populista

La verdad de la ciencia económica es que la inflación -exceso de oferta monetaria sobre demanda- es instantánea, automática, no hay rezago. Sí pasa tiempo hasta que se calcula el aumento del IPC, por razones de tiempo físico en la remarcación y el relevamiento estadístico. Pero el aumento del IPC no es la inflación, los precios pueden aumentar por múltiples motivos -aumento de la demanda de un artículo, caída en la producción, etc- y esto nada tiene que ver con el proceso inflacionario, sino que es un movimiento del mercado para maximizar su eficiencia en la producción, ya que un aumento de precio llama a un aumento de la producción.

Vale aclarar, porque también hace al fondo del “ajuste”, que, aunque el Estado es ineficiente incluso gastando -al no tener competencia que lo exija, desde que es monopólico en su territorio- un país eventualmente podría crecer independientemente del gasto que, estrictamente, no importa en sí mismo sino cómo se financia. Es decir, el Estado argentino podría seguir gastando si este fuera financiado con sus propios recursos, esto es, la venta de las casi infinitas propiedades, mucho más allá de Aerolíneas, YPF, etc.

Lo malo es que recauda de manera compulsiva o sea, violenta, es decir, como vimos, destruyendo. Aclaremos que no solo lo compulsivo son los impuestos, sino también la inflación y las altas tasas de interés impuestas desde el gobierno. Al contrario del mercado donde cada actor paga voluntariamente lo que quiere porque, para su desempeño eficiente, necesita de lo que compra más que el dinero que paga. Como un productor que necesita una máquina para producir y ganar aún más dinero que el que pagó. Si una persona no paga voluntariamente un impuesto es sencillamente porque no ve ganancia en pagarlo, sino destrucción de su riqueza.

El principio que Milei no entiende -porque nunca creyó en la libertad, fue puro discurso propagandístico, hay que decirlo claramente- es que “los problemas de la libertad se solucionan con más libertad”. En otras palabras, dando más libertad -eliminando violencia represora- se crece más, no hay otro modo, que quede claro.

Así, el crecimiento es inmediato y en la medida en que se bajen impuestos y se desregule para que, actividades hoy prohibidas o encarecidas por una maraña regulatoria, puedan desarrollarse sanamente, incluyendo el mercado cambiario aunque esto implique una seria complicación a la deuda del Estado que, otra vez, tendrá que sincerar su condición de “hiper” quebrado. La extracción coactiva de recursos del mercado debe paralizarse de inmediato, en base a aceptar la quiebra y a vender las incalculables propiedades que el Estado posee.

Por cierto, en línea con su gobierno, Milei se vanagloria del apoyo del estatal -y por tanto estatista- FMI, viaja a Davos -reunión global de burócratas estatales y parásitos privados si las hay- y apoya gobiernos guerreros, a costa de la vida y dineros privados, mientras sus líderes políticos se mantienen a salvo y viajando por todo el mundo.

Entretanto, dado el panorama nacional y global, el consejo profesional que doy es conservador, invertir en valores los más “off Estado” -cuanto más alejados de los Estados mejor, como oro, BTC, ladrillos según el lugar- que se pueda. Para los más audaces, quizás shortear deuda y papeles argentinos no sea mala idea.