Ni la soja nos salva
El grano supera los US$500 la tonelada y es una alternativa interesante para invertir. No obstante, el Gobierno comete dos errores garrafales: un esquema cambiario que no ayuda a la exportación y suspendiendo la salida del maíz.
Desde que el 21 de octubre escribí sobre el grano estrella de Argentina (“Apostando entre la soja y el -ciber- oro”) su valor subió un 28% superando hoy los USD 500/tn. Y acumula un aumento, desde los mínimos en el peor momento de la cuarentena cuando cayó casi hasta los USD 300/tn, del 70%. Entretanto, el maíz subió de USD 130/tn a 195 (50% de aumento) y el trigo registra un alza desde los USD 180/tn hasta los 230 (casi 30% arriba).
Y todo gracias al crecimiento de China -el principal consumidor global- y al “dinero helicóptero” y la consiguiente la emisión récord de dólares. En este gráfico de Aardvark -con el dólar ajustado por su valuación internacional- puede verse como el crecimiento del M2 se ha descontrolado:
Y semejante emisión ha ayudado a una devaluación del dólar -inflación- o sea, una suba de los precios internacionales y, una vez más, la estrella del mercado de Chicago es la soja. Este gráfico muestra claramente que los precios de los commodities se mueven inversamente al índice dólar DXY.
Subida promete seguir habida cuenta del crecimiento de China y la descontrolada emisión en los EE.UU. Biden anunciará este jueves, 14 de enero, su plan de estímulo que incluiría hasta el aumento de los pagos directos, desde USD 600 hasta 2.000, a ciudadanos con ingresos anuales inferiores a USD 100.000. Es decir, literalmente, regalar dinero. Creo que ni Keynes aprobaría semejantes “estímulos”.
Aunque para muchos analistas, finalmente, la aprobación de este paquete sobre todo en el Senado, va a resultar difícil y, a la inversa, a falta de “estímulos” los mercados podrían caer, aunque no tanto los granos en particular ya que están más ligados al consumo que a los vaivenes del dólar.
Así las cosas, con los mercados flojos, la soja parece una alternativa interesante para lo que hay cuántas variantes. Para decirlo rápidamente, desde fondos de inversión que tienen la ventaja de ser muy líquidos, futuros de granos a través de una cuenta Rofex y, también, se puede invertir en fondos específicos de estos commodities como ETFs que cotizan en EE.UU. O, indirectamente, a través de Cedears de una empresa con relevancia en el sector o de compañías locales como Morixe o Cresud. Y, finalmente, invertir en empresas proveedoras de insumos para el campo como maquinarias agrícolas.
En fin, sea como sea, el gobierno argentino comete dos errores garrafales -y elementales- que van a provocar el efecto contrario al deseado. En primer lugar, la arcaica mentalidad mercantilista le hace creer que un país es rico en la medida en que exporte, en volumen, más bienes tangibles de los que importa. Si esto fuera cierto Japón debería ser pobrísimo. Lo que enriquece a un país es el valor agregado en términos de creatividad, tecnología, ciencia, etc. Así, los nipones son ricos porque importan enormes cantidades de materia prima e, incluso, tecnología a precios muy competitivos, les agregan muchísimo valor creativo y los venden masivamente gracias a lo competitivo de su relación calidad precio.
En Argentina, en cambio, hasta a las materias primas se les complica la exportación. En primer lugar, con el actual esquema cambiario, con una brecha que oscila entre el 90% y el 100% entre la cotización oficial al que se liquidan las exportaciones y el precio al que puede conseguirse la divisa libremente, desincentiva a cualquier productor y se agrava para el caso de los productores agrícolas, y especialmente de soja, ya que con retenciones del 33% el precio en dólares en el mercado argentino se reduce por debajo de los USD 350 que se liquidan a precio oficial. Es decir, que la brecha cambiaria general de la economía argentina se incrementa hasta el orden del 180% para el caso del negocio sojero, que “cobra” a un dólar de 56 pesos neto de retenciones.
Y, para colmo de desincentivos, se implementan medidas inamistosas como la suspensión de exportaciones de maíz. Lo que provocará una mayor cantidad de hectáreas destinadas al cultivo de soja en detrimento del área destinada al cultivo del maíz. Entre 2014 y 2019, por caso, debido al “castigo” a los sojeros, las hectáreas sembradas con soja cayeron desde 20 M a poco más de 17 M.
Claramente se ataca a la actividad exportadora, pero, en lugar de dejar de reprimir al mercado de modo que pueda expandirse, el gobierno opta por reprimir aún más. Es el síndrome del suicida. Como era de esperarse, el impuesto interno del 17% que se impuso antes de fin de año para los productos finales importados solo empeoró las cosas. Y ahora agravan la situación ya que directamente se optó por prohibirlos. Ya no se podrán importar lavavajillas, ni heladeras, freezer, hornos eléctricos, microondas o celulares y computadoras de alta gama.
En lugar de terminar con el cepo cambiario y liberar el precio del dólar de modo de incentivar la exportación y desincentivar la importación, el gobierno, ante el obvio fracaso no atina sino a empeorarlo, a cerrar la economía todavía más. Con lo que, irónicamente, está logrando que las reservas del BCRA caigan más rápido porque cada vez menos exportan y más tratan de importar.
El cierre de la economía va acompañado, además, con la intención de controlar cada vez más a los precios. El objetivo para 2021 es alinear salarios, jubilados e inflación en torno al 30% para hacer creíble al Presupuesto con la fuerza policial.
El segundo grave error es confundir inflación con aumento del IPC y, entonces, creen que pisando los pecios controlan la depreciación del peso o, a la inversa, creen que pisando el precio del dólar controlan la inflación. Pero pisando los precios consiguen menor producción, ergo, menor demanda de pesos, o sea más inflación que es el exceso entre emisión y demanda. Y pisando al dólar lo que logran es disminuir, otra vez, la producción nacional que se traduce directamente en la caída de la recaudación impositiva. Así a la caída en la demanda de pesos, se suma un potencial aumento en la emisión dada la caída en la recaudación para solventar gastos.
Y así se va formando un gobierno, más allá de las intenciones, de hecho, cada vez más autoritario, con más controles y prohibiciones.