No es novedad que las tasas de pobreza e indigencia están en niveles estructuralmente altos. Tampoco lo es el hecho de que las políticas de encuadramiento económico para encontrar equilibrios (suba del tipo de cambio, ajuste fiscal) suelar tener impactos negativos en el corto plazo. El año 2024 comienza sin ser una excepción, con un nivel de pobreza que trepó al 55% en el primer trimestre, afectando a más de 25 millones de personas.

También es sabido que los problemas en la escolaridad de los niños, niñas y adolescentes (NNyA) es multicausal pero, a la vez, muy emparentada con las condiciones socioeconómicas del hogar. En LCG, hace unos años, detectamos y cuantificamos que los problemas de deserción y repitencia están estrechamente vinculados con los ingresos y educación de los padres, o con el hacinamiento, entre otros factores.

En este informe, a partir de la EPH del primer trimestre del 2024, veremos que el nivel de pobreza de los chicos sub-14 años alcanzó el escalofriante valor de 70%. En algunas regiones, como el Gran Buenos Aires, NOA y NEA, casi 8 de cada 10 chicos de 14 años o menos es pobre.

 Peor aún, es posible que el solo paso del tiempo aporte fuerzas hacia el incremento en las tasas de pobreza e indigencia. Si esos chicos pobres crecen con un déficit de desarrollo humano que afecte su capacidad para realizarse y desempeñarse productivamente, es probable que, salvo que emerjan otras fuerzas que lo compensen, sigan siendo pobres de grandes. Y engendrarán otros chicos que podrían correr su misma suerte.

 Las líneas de pobreza son una construcción más política que científica, había afirmado el premio Nobel Angus Deaton. Sin embargo, cualesquiera sean las variables elegidas para definir al desarrollo humano y a la pobreza, la única manera de que esos chicos rompan con la lógica de perpetuidad intergeneracional de sus condiciones es que puedan adquirir mayores capacidades cognitivas y emocionales a partir de nuevos estímulos.

 Otra cosa también muy conocida: muchos NNyA no están pudiendo entender textos ni problemas que requieren el uso de la matemática. Celebramos el actual enfoque minimalista de las autoridades educativas de la Nación, con foco puesto en un Plan de Alfabetización y con participación de todas las jurisdicciones provinciales, dado que tenemos que comenzar con las bases fundantes. Sin embargo, la situación es tan dramática que es muy posible que a ese enfoque se le tenga que dar mayor músculo, con directrices más concretas por parte de la Nación, mayor enforcement, unicidad de enfoques, objetivos medibles y, a los fines de lo que se desprende de este informe, una gama de políticas complementarias que ayuden a desligar los problemas económicos del hogar de los estímulos para el aprendizaje.

En particular, habría que pensar en establecer espacios presupuestarios para que cada escuela cuente con un profesional especializado para abordar problemáticas psicosociales de estudiantes y que esa tarea no recaiga en los docentes, y que exista la posibilidad de derivación en caso de ser necesario. A su vez, el Estado debe tener un abordaje más integral, acercándose a las familias a través de distintos canales, para ser destinatario de sus inquietudes y que puedan encontrar acompañamiento y soluciones para el desarrollo de los NNyA. O sea, mejorar la enseñanza y los estímulos dentro del aula, pero también fuera de ella.

Dicho todo esto, a continuación haremos una caracterización resumida de la evolución de la pobreza e indigencia a partir de la Encuesta Permanente de Hogares actualizada del primer trimestre de 2024.

La tasa de pobreza trepó a 55% en el primer trimestre y afecta a a 25,2 millones de personas. Se trata de un aumento de 10 pp en sólo un trimestre y de 16,3 pp respecto al mismo trimestre de 2023. La aceleración de la inflación, con salarios menos dinámicos, llevaron a que muchos ingresos se ubicaran por debajo de la canasta básica total, en situación de pobreza.

Este efecto se intensificó en el caso de la tasa de indigencia que subió a 20,4%, unas 9,3 millones de personas con ingresos menores a una canasta básica alimentaria, 3,4 pp más que en el último trimestre de 2023, pero 2,3 veces superior al primer trimestre 2023.

Brecha de pobreza

La pobreza no sólo creció sino que se intensificó: los pobres son ahora más pobres que antes. La brecha promedio entre ingresos y canasta total aumentó a 43%, cuando un año atrás era de 37%.

En valores absolutos, esta brecha equivalía a $ 96.249 por persona (adulto equivalente) en el primer trimestre. Ajustada a valores de julio en función de la evolución de la CBT, el ingreso per cápita faltante para salir de la condición de pobreza asciende a $ 126.175. Considerando un total de 25,2 millones de personas afectadas, cerrar la brecha de pobreza exigiría una mayor actividad económica de $ 38 Bn anuales (enfocada en ese segmento), aproximadamente 6,5% del PBI.

Pobreza por edad

Todos los grupos etarios presentaron aumentos en su tasa de pobreza. Pero el dato más destacable es que 7 de cada 10 chicos ya viven en situación de pobreza. Aún desde un nivel (históricamente) más elevado que en el resto de los rangos etarios, la pobreza aumentó más entre los sub14 que en el resto (subió 14 pp desde el 56% del 4T de 2023).

Además, 3 de cada 10 chicos se encuentran por debajo de la línea de indigencia: cerca de 3.145.000 niños son indigentes.

Vale notar que medido contra un año atrás, la incidencia de la pobreza entre los +65 más que se duplicó: pasó de 12,4% a 30%. Representa un deterioro mucho más marcado que en el resto de los segmentos a raíz de la baja de los haberes previsionales sujetos a una fórmula de movilidad que ajustaba con rezago.

Pobreza sub 14 por ubicación geográfica

La tasa de pobreza de los sub14 es (tristemente) homogénea en las distintas regiones del país, con excepción de la CABA en donde la incidencia es prácticamente la mitad. Puntualmente en el GBA (Conurbano Bonaerense) supera el promedio nacional, alcanzando el 76%. Algo similar ocurre en el NEA y NOA que alcanza el 77% y 75%, respectivamente. Es decir, en esas regiones casi 8 de cada 10 chicos son pobres. Con una situación apenas mejor sobresale el Resto de la provincia de Buenos Aires (64%) y la Patagonia (59%).

El Conurbano Bonaerense concentra el 47% de los menores de 14 años del país. Con una tasa de pobreza que trepó a 76% en este segmento, puede afirmarse que la mitad de los niños pobres vive en el GBA. Aun con una incidencia superior, el NOA y el NEA no llegan a concentrar la quinta parte del total de los niños pobres del país.

Franja de pobreza

Considerando una medida más amplia de pobreza, en el siguiente gráfico se observa que si bien la tasa aumentó, la cantidad de personas que viven con ingresos familiares en el rango +/- 10% de la canasta básica del hogar se redujo: la franja de “afinó”. En principio esto indicaría que el riesgo de pobreza es menor: hay menos personas con posibilidad de caer en la condición de pobreza, pero también menos personas con chances de abandonarla, porque (como vimos) se volvieron más pobres.

No pobres vulnerables

Definimos a los “no pobres vulnerables” como aquellos que cuentan con ingresos totales familiares que superan la canasta básica total, pero en no más que un 50% (1,5x CBT). En el gráfico se ve que perdieron participación en el último año. Representaban 21,4% del total en el 1T23 y en el 1T24 se redujeron a 18,2%. La mayor parte de estas personas saltó al grupo de “pobres”.

A decir verdad, hubo un descenso generalizado entre los no pobres. Aquellos que contaban con ingresos familiares por encima de 1,5x la CBT (no pobres sin riesgos de serlo) también redujeron su participación: - 13,2 pp en un año, a 26,8%.

Entre los vulnerables se observa que la vulnerabilidad es elevada: el 56% del total cuenta con ingresos familiares por apenas 25% más que la canasta de pobreza. En consecuencia, las posibilidades de que la población en condición de pobreza siga aumentando son altas en contextos económicos adversos.

Clase media

Para terminar, definimos arbitrariamente que integran la “clase media” aquellas personas que obtienen ingresos totales familiares entre 1,5x y 4x la canasta básica de su hogar. Por nuestra definición todos ellos se incluyen dentro del grupo de no pobre no vulnerables que tratamos en la sección anterior.

Resulta notable la reducción de la clase media en el último año, acentuando la caída que venía registrándose en los años anteriores. En 2017/2018 el 40% de la población integraba la clase media. Con la crisis de deuda y la pandemia, se achicó 3 pp. Posteriormente la escalada de la inflación recortó 2, 3 pp más y en el 4T23 perforó el umbral de 30%. Finalmente, en el 1T24 sólo el 23% de la población integra este grupo: menos de 1 de cada 4 personas. Sólo en el último año, la clase media perdió a 5,1 millones de personas.