Varados en su tierra: prohibido volver a casa
Federico se quedó sin trabajo, caminó 700 kilómetros y hace más de un mes come y duerme en la frontera con Chaco. Crudo relato de una Argentina donde los protocolos parecen estar por encima de los derechos.
Deshumanizante. Así es el trato que reciben los formoseños que deben regresar por motivos de fuerza mayor a sus hogares. En una de esas incoherencias que exhibe la coyuntura del país, se descuida la salud en pos de cuidar la salud.
Esta es la historia de Federico, también de sus compañeros Gustavo y Yanina, pero también es la de muchos otros formoseños durante la cuarentena. Es paradójico: por medidas sanitarias están condenados a vivir sobre el pavimento, sometidos al hambre y a las inclemencias del tiempo.
Federico Fabián Boadilla tiene 30 años y trabajaba en una metalúrgica en Lanús, al sur del conurbano bonaerense. Fue despedido y decidió volver a la Formosa capital, su ciudad natal y el lugar donde vive su familia. Inició un periplo que ya lleva más de un mes y que incluyó un viaje en auto desde Buenos Aires hasta Santa Fe y unos 700 kilómetros de caminatas y de ampollas: “Todavía me estoy sacando las cascaritas”, cuenta.
El joven formoseño caminó cuatro días sin dormir siquiera un rato desde Santa Fe hasta Formosa, a donde llegó hace más de un mes. No es capaz de describir los dolores en el cuerpo. “Mi objetivo solo era llegar acá”. Su mamá está en la capital, es diabética e hipertensa y no sabe que hace un mes su hijo deambula por zonas fronterizas buscando volver a casa: “Tengo miedo de que si se entera cómo y dónde estoy le pase algo peor”.
Allí donde el Estado ignora y desprotege, la solidaridad se manifiesta. En Puerto Eva Perón, localidad chaqueña sobre Río Bermejo que conecta con tierra formoseña, tanto Federico como sus compañeros recibieron ayuda de los pobladores. Si bien las autoridades no les permiten entrar, lograron establecer contacto y que les hicieran llegar una carpa, un colchón, frazadas, un equipo de mate y alimentos. Pero las autoridades muchas veces son hostiles: “Los corren de donde ellos tienen la arboleda que los cubre mucho del frío y del sol”, cuenta una vecina de Puerto Eva Perón.
Cuando les intentan mandar recursos desde el lado formoseño del puente, la policía formoseña les cortan el paso. Ni siquiera responden por el sentido primitivo o para satisfacer necesidades básicas de los varados. “Esto es inhumano, nos tienen tirados acá sin nada”, relata Federico.
Moverse entre provincias hoy en la Argentina es una hazaña. Cada gobernador elige qué hace con sus fronteras y en muchos casos, con los derechos fundamentales de los ciudadanos. Federico está junto a otros dos formoseños de 30 años que atraviesan situaciones similares: Gustavo Gauna y Yanina Brizuela son miembros de fuerzas de seguridad que también duermen en la carpa a la vera de la ruta, expuestos a las condiciones de la naturaleza. Creen que quienes consiguen acceso a un puntero político tienen más posibilidades de ingresar al territorio provincial.
Federico tuvo que regalar un bolso con ropa. Traía dos desde Buenos Aires pero le fue imposible seguir andando con tanto peso. Se quedó con lo imprescindible. “Di vueltas por todo Chaco, anduve unos 140 kilómetros, el gobierno de Formosa ni siquiera nos preguntó si estamos vivos”. Les pidieron un permiso que ya gestionaron pero que no obtuvieron. El trámite se llama “Regreso a casa” y se realiza a través de la página web oficial de Nación. Algunos varados presentaron hisopados negativos, pero nada importó.