A casi un año de que Javier Milei propusiera a Ariel Lijo y Manuel García Mansilla para integrar la Corte Suprema, la Casa Rosada se encuentra en un dilema que podría definir su margen de maniobra en el Congreso: negociar con el kirchnerismo o arriesgarse a una derrota que sumaría un nuevo traspié en su gestión. La oposición, en alianza con sectores radicales y del larretismo, ya movió sus fichas para tumbar las designaciones en el Senado.

La discusión sobre las vacantes en el máximo tribunal se convirtió en un laberinto de cálculos políticos. García Mansilla ya asumió en comisión tras ser designado por Milei, mientras que Lijo quedó en un limbo porque la propia Corte le exigió que primero renuncie a su cargo de juez federal. Mientras tanto, el oficialismo perdió fuerza por errores no forzados y conflictos internos, como el escándalo de los contratos en $Libra, que erosionaron su imagen.

En este escenario, el peronismo alineado con Martín Lousteau y Guadalupe Tagliaferri firmó el dictamen en la Comisión de Acuerdos para tratar el pliego de García Mansilla en el recinto. Con seis firmas de Unión por la Patria, el bloque solicitó una sesión especial para el jueves, con la intención de rechazar ambas postulaciones. Esto encendió las alarmas en la Casa Rosada, donde senadores aliados pidieron una retirada estratégica para evitar un golpe político de alto costo.

Uno de los que hizo pública esta advertencia fue el cordobés Luis Juez, quien aseguró: “Si García Mansilla ya está en la Corte en comisión, ¿qué sentido tiene que el Senado vote su pliego para rechazarlo? Sería un conflicto institucional innecesario”. Además, advirtió sobre el riesgo de que un rechazo legislativo genere incertidumbre jurídica sobre las resoluciones que firme el magistrado.

En paralelo, el Gobierno enfrenta otro dilema: si decide retirar los pliegos, igual necesitaría los votos del Senado para hacerlo. Es decir, incluso para retroceder necesita negociar. La llave sigue en manos del kirchnerismo, que cuenta con los números suficientes para bloquear cualquier intento de aprobación. En el oficialismo admiten que sin acuerdos, la jugada está perdida desde el arranque.

En este tablero, Victoria Villarruel ocupa un rol clave. La vicepresidenta, enfrentada con el núcleo duro de La Libertad Avanza, podría dilatar el tratamiento, como lo hizo con el rechazo al DNU 70/23 el año pasado. Sin embargo, en la Casa Rosada no hay contactos con ella y la relación sigue marcada por el desprecio mutuo. Aun así, confían en que resistirá la ofensiva kirchnerista, aunque saben que el tiempo juega en contra.

La decisión final dependerá de Milei y de su disposición a ceder en un escenario en el que no tiene margen para imponer su voluntad. Mientras tanto, el Senado avanza con la discusión y la cuenta regresiva está en marcha, con la amenaza de que la arena en el reloj se agote antes de que el oficialismo encuentre una salida.