La novela alrededor de la Corte Suprema sumó un nuevo capítulo incómodo para el Gobierno. Manuel García-Mansilla ya tiene decidida su salida del máximo tribunal y la presentación entre este lunes y el martes ante Javier Milei. La renuncia dejaría a la Corte con apenas tres integrantes, en uno de los momentos más sensibles para el oficialismo, que enfrenta una seguidilla de derrotas políticas y fallos judiciales adversos.

La decisión de García-Mansilla es “estrictamente personal”, según trascendió desde su entorno, aunque nadie en la Casa Rosada desconoce que el rechazo de su pliego en el Senado terminó de sellar su suerte. Su designación por decreto generó un revuelo institucional y el juez Alejo Ramos Padilla lo frenó con una medida cautelar que el oficialismo intenta desactivar. En las últimas horas, el Gobierno presentó un per saltum que busca suspender los efectos del fallo de Ramos Padilla y así sostener la vigencia del Decreto 137/25, que colocó al jurista en la Corte.

El recurso, que lleva la firma del procurador del Tesoro Santiago Castro Videla, intenta ganar tiempo y respaldo en medio del vendaval. Pero la salida de García-Mansilla no sería una respuesta directa a la cautelar, sino una confirmación de que no piensa ser parte de esta pulsada. En Balcarce 50 lamentan la decisión, aunque admiten que no tienen herramientas para revertirla.

El revés institucional llegó luego de una sesión legislativa que dejó gusto a revancha. En el Senado, los pliegos de García-Mansilla y Ariel Lijo fueron rechazados tras un debate marcado por los cuestionamientos a las designaciones por decreto. Lo más llamativo fue que las objeciones más duras a Mansilla no apuntaron a sus antecedentes —que son amplios y reconocidos—, sino a una frase dicha en la comisión de Acuerdos: “Yo no hubiera aceptado un nombramiento por decreto en 2015, aunque entiendo que es una potestad del Ejecutivo”. Un sincericidio que terminó siendo más lapidario que las denuncias éticas que rodean a Lijo.

El oficialismo intentó frenar la sesión por todos los medios, pero terminó chocando otra vez con los límites de su propia estrategia. Apuntan al expresidente Mauricio Macri, que bajó línea para dar quórum, a Victoria Villarruel, a quien acusan de no frenar la avanzada, y al ministro de la Corte Ricardo Lorenzetti, designado por “prometer votos que no tenía”. Todo esto reavivó las internas palaciegas del Gobierno, que hoy luce sin brújula en temas clave.

Mientras tanto, en los pasillos libertarios se debate qué hacer con el tema judicial. Algunos funcionarios creen que hay que dejar la Corte en pausa hasta las elecciones de octubre, cuando —suponen— contarán con mayor fuerza legislativa para negociar un nuevo paquete institucional que incluya no solo las vacantes en el tribunal supremo, sino también la designación del procurador general y la cobertura de los casi 200 cargos judiciales que siguen vacantes. Otros piensan que es un error esperar y que hay que acelerar antes de que la Corte de tres miembros comience a fallar en contra del oficialismo.

La necesidad de recomponer la iniciativa llevó al oficialismo a buscar oxígeno también en el exterior. Pero la última imagen de Milei esperando a Trump en Mar-a-Lago terminó por consolidar una postal de debilidad. El viaje a Estados Unidos fue organizado con apuro y sin certezas. El oficialismo había recibido una promesa informal de que ambos presidentes se cruzarían durante la gala organizada por We Fund the Blue, una fundación conservadora que defiende a las fuerzas de seguridad. Pero Trump llegó cuando Milei ya se había ido.

Pese a la insistencia del Gobierno, García-Mansilla prepara su renuncia y deja a la Corte renga

El episodio dejó expuestas las falencias diplomáticas. La invitación a Milei, facilitada por Natalia Denegri, fue más farandulera que institucional. Con ese telón de fondo, la comitiva argentina terminó en una fiesta repleta de celebridades de dudosa reputación. Mientras el dólar escalaba en Buenos Aires, el Presidente posaba como estrella de rock en un evento financiado por sectores de ultraderecha.

Este contexto empuja al Gobierno a buscar con urgencia un nuevo punto de apoyo. La derrota en el Senado, la salida de García-Mansilla y la postal de Mar-a-Lago se suman a un escenario interno frágil, donde se acumulan los frentes abiertos.

Actualmente, la Corte Suprema de Justicia está integrada por Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda. La salida de García-Mansilla mantendría al tribunal con el mínimo legal para funcionar, aunque con menor representatividad institucional.