Juan Manuel Valdés: "Alberto es el único que puede sostener la unidad del peronismo"
Con 33 años, el hijo de Eduardo Valdes es uno de los referentes del Frente de Todos en la legislatura porteña. Reivindica a Alberto Fernández, aunque le esquiva al termino "albertista", mientras se ilusiona con un triunfo peronista en la Ciudad en 2023. "Rodriguez Larreta es parte de un modelo de país que ya fracasó", asegura.
El peronismo es un fenómeno político y social que ha generado pilas de libros de estudiosos y académicos a lo largo y a lo ancho del mundo. Existen ensayos con distintos matices y en varios idiomas. Probablemente, entre esos numerosos textos nadie se detuvo a analizar el componente genético que también podría encontrarse en algunos casos. Quien tenga dudas bien podría pedir referencias en la familia Valdés.
Como si el peronismo fuera también hereditario, Juan Manuel sigue y reivindica los pasos de su padre. El joven de 33 años es legislador porteño del Frente de Todos, la misma fuerza política que por la que su papá Eduardo, el hombre que presentó hace un par de décadas a Alberto Fernández con Néstor Kirchner, integra una banca en la Cámara de Diputados.
Con "Rosquenials" Data Clave se propuso establecer una serie de conversaciones con los "millenials" (o sub 40) de la política, las nuevas generaciones que son presente y futuro de la escena nacional.
Juan Manuel Valdés habló sobre sus motivaciones, su formación, la actualidad argentina y su rol como opositor en la Ciudad de Buenos Aires. "Somos un espacio que tiene como interés principal la defensa del trabajo y del consumo, lo que nosotros llamamos justicia social", asegura, y agrega que "la grieta es un relato que desmoraliza y paraliza, te lleva a creer que todo es una pelea de uno contra uno y al mismo tiempo es una rueda de la que nunca te podes bajar".
Data Clave: ¿Por qué haces política?
Juan Manuel Valdés: Porque estoy convencido que es el lugar para cambiarle la vida a la gente, a la sociedad. Creo que es el lugar desde el cual podes ponerte por encima de las partes, de los conflictos, y administrar el bien común. Por eso tengo la esperanza de lo que se llama grieta pueda superarse, porque la política se trata del bien común. Obviamente que no es neutral y siempre interviene una mirada pero yo no puedo permitir que por estar abrazando mi propia identidad me niegue a mejorar la vida de la gente. Hay mucho por hacer, mucha violencia y creo que la política es el medio para transformar esa realidad.
DC: ¿Y por qué crees que se repiten casi de manera cíclica los problemas de la Argentina?
JMV: Primero porque estamos en un lugar del mundo con un escaso efecto relativo, donde las reglas de juego no son las mismas que otros países. Porque también Argentina ha tenido que jugar con reglas que le han impuesto más que desarrollar las propias. Hay un problema muy grave de deficit habitacional, hay un problema macroeconómico muy grave, de confianza con nuestra moneda, hay un problema de ciudado del medio ambiente. Lamentablemente no hemos podido sostener determinadas políticas, no hemos podido articular un modelo de desarrollo. A la generación que nos precedió tenemos que agradecerle el establecimiento de un sistema democrático para siempre. Que no haya más golpes de estado es un logro para celebrar. El desafío de nuestra generación es conseguir un modelo de desarrollo equitativo para nuestro país, recuperar el desarrollo económico, eso es imperioso.
DC: ¿La "grieta", esa división que parece que atraviesa hace años a los argentinos, es ideológica?
JMV: Verlo así a veces nos lleva a paralizarnos, a suponer que estamos en juego de suma cero, donde nadie puede realizar ningún proyecto porque la otra mitad del país se lo impide, como si no hubiera forma de saltar esa polarización. Durante la pandemia demostramos que se puede tener momentos de muy buena interacción entre las fuerzas políticas, de buen diálogo, con acciones concretas en conjunto. Creo que todos coincidimos en cuáles son los grandes problemas de la Argentina. Solucionarlos requiere de grandes acuerdos y muchas veces diferimos en las recetas o las medidas necesarias para arreglarlos. Si creo que existen en la oposición nacional actores que buscan la desestabilización, que tienen una actitud muy irresponsable, que celebraron las protestas policiales, que movilizan gente en el medio de una cuarentena, que trataron de impedir el funcionamiento del congreso. Entienden que cualquier gobierno popular es equivalente a una dictadura populista, ponen en duda su legitimidad. Creo que es parte del pensamiento que nos gobernó hasta 2019.
DC: ¿Y esos extremos no están también del otro lado, en el kirchnerismo?
JMV: Hay sectores que tienen una visión más dramática de las discusiones, que enfatizan en las divisiones más que en los puntos de unidad pero nunca vi que durante el gobierno de Mauricio Macri se buscara que no finalice su mandato, que se utilizara el aparato del poder detrás de algunas movilizaciones o que se buscara judicializar todo lo relativo a la agenda política. De hecho, fueron ellos los que judicializaron la política. Entre 2015 y 2019 hubo una oposición que respetó el triunfo de Macri y que hizo silencios prudentes en ciertas ocasiones. No vi ningún intento desestabilizador, mientras lo que sí había era un intento de proscripción y persecusión a través de la justicia. Quizás estoy sesgado yo, no lo se, pero no me parece que sean equivalentes las actitudes de uno y otro lado.
DC: En algún momento tu viejo te definió a vos como "el primer albertista", ¿seguís siéndolo?
JMV: No me acordaba que había dicho eso -se rié-.Yo pienso que Alberto es el emergente de la necesidad que tenía el peronismo de unirse, es esencialmente eso. Gran parte de la expectativa política que hay sobre él tiene que ver justamente con sostener esa unidad para sacar a Argentina de este momento tan duro, como le tocó cuando acompañó a Kirchner en 2003. Yo en realidad soy integrante del peronismo, del Frente de Todos y creo que Alberto tiene un liderazgo que permite la unidad. Es el único que puede sostener eso. Él no quiere una corriente interna a su nombre, él quiere conducir un todo y me parece que hace muy bien. No creo en el albertismo en ese sentido, creo en el Frente de Todos, podría decirse que soy un frentetodista. Creo en la unidad del peronismo.
DC: ¿Identificás igual que dentro del propio Frente de Todos hay algunas interpretaciones distintas respecto a algunas realidades del país?
JMV: Existen acentos diferentes pero todos hablamos el mismo lenguaje, que es el idioma de la justicia social, de la movilidad ascendente, del respeto a los derechos humanos, de fomentar el mercado interno. Dentro de esa lengua común que es el peronismo hay distintas tonadas, por eso también somos federales.
DC Pero sí te consideras un kirchnerista ¿no?
JMV: Yo soy kirchnerista, claro. Soy uno de esos pibes que fue a despedir a Néstor Kirchner el 27 de octubre de 2010. Soy uno de esos pibe que, como decía Cristina, integrábamos la generación del bicentenario, los que supimos lo que era un estado presente y conocimos el valor de la política gracias a los gobiernos de Cristina y Néstor. Yo militaba en un centro de estudiantes cuando llegó Kirchner al gobierno y tuve la enorme suerte, el privilegio de haber conocido desde muy chico a Néstor, a Cristina, a Alberto. Entonces, verlos de cerca, saber como pensaban, tener contacto con ellos incluso antes que fueran presidentes, me formó. Mis compañeros de curso por ahí no sabían quién era Kirchner antes del 2003, ni lo sabían ni pronunciar. Y era una época ademas en la que había mucho escepticismo respecto a la política. Ver hoy como la política entusiasma a las nuevas generaciones creo que es una deuda que tenemos con Nestor y Cristina Kirchner.
DC: ¿Fue el kirchnerismo el que un poco le devolvió esas banderas del peronismo?
JMV: Fue más que eso, porque dicho así suena un poco nostálgico. Yo creo que actualizó las banderas. Cuando Perón murió, la bandera de los derechos humanos no existía, no había una reivindicación de la igualdad de género como hay hoy. Kirchner pudo interpretar esas demandas. El momento en el que llegó al poder era dramático y fueron los únicos presidentes que entregaron menos pobres que los que recibieron. Todos los demás agrandaron la cantidad de pobres. Yo me pude dar cuenta que la política podía servir para algo gracias a los gobiernos kirchneristas.
DC: Asumiste en diciembre tu banca ¿Con qué legislatura te encontraste?
JMV: El oficialismo de la Ciudad de Buenos Aires cuenta con una mayoría que le permite instalar una agenda que es completamente contraria a las urgencias que una sociedad tiene en una pandemia como la que atravesamos. Discutir la venta de tierras para proyectos de lujo o discutir el juego on line cuando no están resuelta la situación del personal sanitario, y los enfermeros fueron maltratados cuando reclamaban por sus derechos. No se discutió la ayuda a las pymes que se están fundiendo. La suerte de la economía de los habitantes de la Ciudad corre por cuenta y obra del gobierno nacional, no hay ningún esfuerzo propio. Eso les posibilita tener una mayoría propia. Por suerte ya no tienen esa mayoría especial que les permitía tratar temas sobre tablas, ahora contamos con algunas ventajas relativas para enriquecer las discusiones. Nos estamos preparando para el año que viene en el que tendremos la posibilidad de repetir la buena elección que se hizo en 2019. La disputa de fondo es terminar con 16 años ininterrumpidos de macrismo en la Ciudad en 2023.
DC: Lo que decís de la agenda lejos de las urgencias es el mismo discurso que tiene la oposición a nivel nacional, por ejemplo con la reforma judicial o el traslado de jueces.
JMV: Estoy convencido que el traslado de jueces, por ejemplo, no es prioritario. O por lo menos que la sociedad no lo está mirando como una prioridad. Lo que si creo es que está mal planteado el debate porque el trasladod de jueces lo hizo el gobierno de Macri. Acá pareciera que nosotros llegamos al ejecutivo y decidimos sacar jueces que fueron bien designados y lo que pasó fue todo lo contrario. Se vació una Cámara de la Sala Federal y a tres jueces se los obligó a abandonar sus cargos. Se ocupó esos lugares con jueces a dedo y nuestro gobierno buscó normalizar esa situación. Esto es una muestra más de como nuestro espacio político juega de visitante donde se define el poder real.
DC: Larreta hoy está planteado como un probable candidato presidencial de cara al 2023, con una buena imagen positiva ¿lo ves así?
JMV: Es cierto que hay en Rodríguez Larreta una referencia opositora fuerte a nivel nacional, pero es alguien que está acostumbrado a un blindaje mediático muy importante, está acostumbrado a no tener que dar explicaciones sobre las decisiones que toma. Se ampara sólo en dar buenas noticias y cuando aparece algo negativo responsabiliza al gobierno nacional. Lo hace ahora con Alberto Fernández pero lo hizo también con Macri. Pareciera que él no tiene nada que ver pero Rodríguez Larreta es el CEO político de Mauricio Macri. En la medida que tenga una mejor posición en la carrera presidencial también tendrá que dar más explicaciones. Se quiere mostrar como una gestión de diálogo, con un supuesto rostro social y no es así, eso va a quedar expuesto. Hay una ideología en el gobierno de Rodríguez Larreta, es parte del modelo de país que fracasó entre 2015 y 2019. Creo que sus condiciones democráticas, es una persona de la democracia, pero tiene una mirada a mi entender muy injusta de cómo resolver los problemas.