Bolsonaro se mira en el espejo de Trump y busca condicionar el proceso democrático brasilero
Lula Da Silva soportó el primer gran embate de las hordas de fanáticos bolsonaristas que -como ocurriera durante el ataque al Capitolio estadounidense en 2021 cuando asumió Joe Biden- intentaron destituir por la fuerza al gobierno democráticamente electo en Brasil que asumió el 1º de enero. La región reaccionó con músculo atento al ataque y puso en alerta los mecanismos de protección creados para contrarrestar el autoritarismo de la derecha.
La invasión de radicales bolsonaristas al edificio del Congreso, de la Presidencia de la República y del Supremo Tribunal Federal este domingo, se transformó en uno de los capítulos más violentos y absurdos de la historia contemporánea de Brasil. Imitando la invasión del Capitolio en Washington el 6 de enero del 2021 por extremistas pro-Trump, cientos de partidarios de Jair Bolsonaro ocuparon los “edificios símbolo” de la democracia brasileña.
Mientras se perpetraba este nuevo ataque a la democracia brasilera por parte de una horda exaltada de manifestantes, su líder recorre la patria de Walt Disney y se aloja en un condominio de lujo ubicado a las afueras de Orlando. “A pesar de toda la prensa en contra y de las medidas judiciales, hemos ganado estos cuatro años con un balance positivo”, escribió en sus redes sociales pocas horas antes de la llegada al Planalto de su sucesor, Lula Da Silva, a cuya asunción no asistió. En ese mismo hilo de twitter agregó: “el mundo no se acaba el primero de enero. ¿Tenemos que elegir entre todo o nada? No: inteligencia”.
Cuando llegó al poder, en 2019, Jair Bolsonaro se presentaba como el Donald Trump tropical y planeaba realizar una cumbre de ultraderecha con la presencia del platinado mandatario norteamericano y otros jefes de estado, incluso Mauricio Macri. En 2020 los Bolsonaro hicieron campaña por la reelección del platinado presidente y tardaron casi un mes en reconocer su derrota. "El tardío reconocimiento de Joe Biden y la insistencia en el argumento del fraude son el ensayo de una rebelión golpista con apoyo de los paramilitares al momento de tener que abandonar el poder", anticipó entonces Bruno Paes Manso, autor del libro "La República de las Milicias".
Similitudes y diferencias
El asalto al Capitolio, sede del Congreso estadounidense, ocurrido hace dos años intentó evitar el reconocimiento por parte de los legisladores del resultado de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 en las que se había impuesto Biden. En cambio, en Brasil, los ataques contra los edificios de los tres poderes ocurridos este domingo tienen a Lula da Silva ya a cargo de la presidencia.
Sin embargo, el 12 de diciembre, cuando Lula fue diplomado como presidente electo en una ceremonia en el Tribunal Superior Electoral, los manifestantes de la extrema derecha habían intentado tomar la sede de la Policía Federal en Brasilia y quemado decenas de automóviles y ómnibus. Además, el mandatario saliente, al igual que en Estados Unidos, nunca reconoció su derrota y no participó de la ceremonia de paso de mando.
La toma del Congreso estadounidense se produjo poco después de que Trump acusara a su sucesor de haberle ganado con fraude las elecciones presidenciales, una retórica que fue repetida en reiteradas ocasiones por el exmandatario brasileño y sus seguidores. "Si no gano con el 60% es porque hay algo raro", dijo Bolsonaro antes de las elecciones de octubre pasado en Brasil.
Las protestas de sus seguidores se sucedieron después de la ajustada pero incuestionable victoria de Lula el 30 de octubre. El mayor campamento bolsonarista se instaló frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia, donde pedían la intervención de las Fuerzas Armadas para evitar la asunción del líder del Partido de los Trabajadores (PT).
En un famoso discurso frente a la Casa Blanca, en el que instigó a una multitud de personas llegadas a Washington desde todo el país a marchar hacia el Congreso y "pelear" contra la certificación de los comicios de 2020, Trump empantanó la jornada en que Biden sería reconocido como ganador.
Campaña violenta, medidas para pacificar
La tensión actual en el país sudamericano se produce luego de que se registrara la campaña electoral más violenta de la historia: tres electores del Partido de los Trabajadores fueron asesinados por bolsonaristas en Fortaleza, Paraná y Mato Grosso.
La violencia política aumentó 400% en 2022 respecto de 2018 y Lula debió comenzar a usar chaleco antibalas, sobre todo porque un millón de civiles tuvo acceso a la portación de armas libremente a partir de la política de flexibilización inaugurada por Bolsonaro. Otro punto de coincidencia con el republicano estadounidense.
“Cuatro de los trece decretos emitidos el 2 de enero por Lula explican los intereses que impulsan el terrorismo en Brasil: prohíbe la portación de armas de manera personal; reinstala el fondo para proteger el Amazonas; desactiva los contratos con las mineras que buscaban explotar la selva y deja de lado las posibles privatizaciones de resortes fundamentales de la economía brasileña, todos proyectos impuestos por el fascista de Bolsonaro, síntesis de los intereses empresariales que quieren imponer el regreso de los años noventa en toda la región. Los mismos intereses que manejan el dataísmo que llega a través de los celulares y destruyen la conciencia política a favor de las minorías dominantes”, explicó a Data Clave el legislador santafesino e investigador periodístico Carlos del Frade.
Pero la movida no se gestó de manera espontánea. Nuevamente las redes sociales fueron el terreno propicio para activar los ejércitos de bots que recirculan las convocatorias incitando a la violencia política. El consultor argentino Fernando Cerimedo habría estado detrás de estas actividades. Según detallaron fuentes locales, grupos denominados "Patriotas" prepararon la "Toma del Poder por parte del Pueblo" para este fin de semana y viralizaron en las redes sociales la convocatoria. "La convocatoria está siendo difundida por Cerimedo en su canal de telegram para Brasil", puntualizaron desde la cuenta Antifa Watch. Recordaron que "Fernando Cerimedo, trabajó en Chile para la 'franja ciudadana del rechazo'".
En una entrevista con la revista Noticias,Cerimedo reconoce abiertamente tener granjas de bots con inteligencia artificial que utilizó en campañas políticas en Chile, Brasil y Argentina.
La grieta argentina: democracia versus autoritarismo
La Casa Rosada no tardó en reaccionar ante el ataque a las instituciones democráticas de Brasil. Alberto Fernández afirmó que "los que se levantaron contra la democracia y los que financiaron" ese movimiento en Brasil "deben ser castigados". "Lo vimos en Bolivia con la presidenta de facto (Jeanine Áñez)", ejemplificó el mandatario argentino en una entrevista con un canal de TV de Brasil. "La democracia debe ser respetada, los que promueven levantarse contra la democracia y financian esos levantamientos deben ser castigados. No pueden quedar impunes", sostuvo Fernández.
La oposición que representa los intereses de la derecha, en cambio, procuraron enmascarar el accionar de los golpistas y confundir a la sociedad con argumentos de difícil sustentabilidad. Por ejemplo el diputado Javier Milei utilizó una fake news en Twitter -elaborada por el portal La Derecha Diario- en el cual se describe al ataque antidemocrático como una "masiva protesta reclamando que frenen las medidas dictatoriales de Lula”. Milei siempre buscó ser un aliado a Jair Bolsonaro, tanto al apoyar su campaña a la reelección como también siendo anfitrión en la visita de su hijo al país durante la campaña en 2022.
Pero el dirigente de La Libertad Avanza no fue el único político argentino que expresó su simpatía por los ultraderechistas brasileños. Francisco Sánchez, legislador del PRO que había pedido la pena de muerte para Cristina Kircher, comentaba durante la asunción de Lula que el líder del Partido de los Trabajadores debería ir preso y destacaba a Bolsonaro por haber huído a Estados Unidos horas antes del traspaso presidencial.
De todos modos, desde el Planalto hicieron saber que las expresiones de solidaridad son “necesarias y bien recibidas”, pero que de ningún modo existen expectativas de recibir ni a mandatarios, ni a cancilleres para las manifestaciones de apoyo, ya que ese tipo de acciones podrían mostrar “una imagen de debilidad política que Lula no pretende exhibir al mundo”.