Alberto y Gabriela contra los "copitos" de Orwell y la "bolsonarización" de la política vía fake news
La deliberada instalación del debate acerca de los discursos de odio propuesto por el presidente y su portavoz al denunciar las infundadas acusaciones de un participante del reality más famoso de la historia que trató de coimero al primer mandatario, generó cuestionamientos de diversos sectores de la política y la comunicación. ¿Por qué lo hicieron?¿Cuál es el vínculo entre los dichos de Alfa y la matriz de pensamiento que sostiene el accionar violento de los grupos que atentaron contra la vicepresidenta? Poner límites al vale todo y el combate contra la máxima goebbeliana de mentir para ensuciar a cualquier precio.
"Era un luminoso y frío día de abril, y el reloj daba la una de la tarde". Así comienza "1984", una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, donde se describe el funcionamiento de una sociedad futurista en la que se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social. El personaje principal de la novela es Winston Smith, que trabaja en el Ministerio de la Verdad. Su cometido es reescribir la historia, ironizando así el ideal declarado en el nombre del Ministerio, controlado por la omnipresente vigilancia del Gran Hermano que todo lo ve.
Los paralelismos entre la realidad actual y el mundo de 1984 son obvios. Vivimos en una sociedad orwelliana donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva, ya no a través de los Estados, sino de los propios sistemas que mantienen conectados 24 horas, los 365 días del año a los consumidores de información procesada por los centros de poder que controlan y definen los temarios que debate la opinión pública.
Desde hace más de dos décadas, inspirado en esa realidad imaginada por Orwell, se creo un show televisivo que rápidamente se trasformó en un éxito de audiencias en todo el mundo. Y esta semana, la versión argentina del reality inauguró una nueva temporada que no estuvo exento de polémicas y controversias. Pero hubo una que destacó por sobre todas las otras y tuvo como protagonista a uno de los participantes, apodado "Alfa", quien en el marco de una conversación con otra de las habitantes de la casa, "confesó" haber sido "coimeado" en varias oportunidades por Alberto Fernández.
Más allá de lo incomprobable de estas afirmaciones irresponsables e injuriosas para con la investidura presidencial, el recorte recorrió los pasillos de la Casa Rosada provocando la reacción de la portavoz, quien asumió la tarea de contragolpear, con el aval del primer mandatario, y responder con contundencia. "No se puede naturalizar que se diga cualquier cosa, porque crean sentido común colectivo", le dijo Gabriela Cerruti a Data Clave.
La periodista -hoy funcionaria- sostuvo que "la idea de que el formato es la vida real y permite cualquier cosa es una trampa" y que el presidente "está haciendo de la honestidad y la decencia, que son dos valores que le reconocen mucho, uno de sus ejes de construcción política y por eso no va a dejar pasar ni una más de estas agresiones".
La reciente publicación del libro de Silvia Mercado titulado "El presidente que no quiso ser", habría sido uno de los detonantes que motivó la reacción de la portavoz. En esa texto, se compilan un seleccionado de barbaridades que fueron difundidas durante los primeros dos años de gestión a través de redes sociales y portales de escasa repercusión con las que la escritora pretende fundar una descripción de Fernández que nada tiene que ver con la realidad.
"No podemos dejar pasar por alto que alguien trate de coimero a Alberto, por más energúmeno e insignficante que parezca el personaje, porque el que calla otorga, nunca lo olvides", le dijo a este portal un funcionario con acceso directo al principal despacho de Olivos. "Desmentir estas barbaridades no es desgastante, el verdadero desgaste es hacernos los boludos cuando se dicen estas cosas y no decir nada", completó la fuente.
Algunas de las críticas a la reacción presidencial tronaron desde la misma trinchera del Frente de Todos, más precisamente desde el sector kirchnerista "paladar negro", desde donde sostuvieron que la reacción de la portavoz ponía de manifiesto "la mala comunicación política del presidente". Al respecto, un dirigente del justicialismo porteño no dejó pasar la oportunidad para devolver el fuego amigo. "Qué lindo que los K nos quieran dar lecciones de comunicación política, si hubieran defendido a Cristina como correspondía no estaríamos con el 70 por ciento de la gente creyendo que es culpable de todo lo que se la acusa", aseguró el informante.
Discurso antipolítico y campañas de odio
Ezequiel Ipar lidera un estudio en el Conicet sobre discursos de odio en la sociedad argentina. Al ser consultado sobre estos discursos que siembran sospechas sobre la honorabilidad de las personas públicas y fomentan el odio, subrayó la importancia de entender que "las palabras hacen cosas" y que es muy importante romper con "esa idea, a veces justificadora de los discursos de odio de que sólo se trata de dramatizaciones, que no son reales, que solo son como ficciones o modo de expresar la intimidad", aseguró el especialista.
Todas las expresiones públicas tienen consecuencias, "hacen cosas, entre ellas, cuando son discursos de odio generan las condiciones de posibilidad de la violencia política", apuntó el docente que lleva adelante un estudio sobre Democracia y Autoritarismo en la Universidad Nacional de San Martin (UNSaM). Ipar relacionó también estas expresiones con el ataque que sufrió Cristina Kirchner el 1 de septiembre pasado frente a su domicilio de Recoleta. "Es urgente tratar de desarmar algunos de los componentes de lo que terminó en este intento de magnicidio que puede haber sido trágico para nuestro país", apuntó el especialista y detalló que estos "componentes" tienen que ver con "la justificación y la estetización de la violencia en redes sociales o en determinados medios de comunicación".
Al respecto, se refirió a "algunos" medios de comunicación o comunicadores "que hacen el show de la violencia o llevan a personajes curiosos, pero que el discurso que normalizan es el de la justificación de la violencia, la estetización de esas performance callejeras donde alientan toda esta violencia política".
El Grupo de Estudios Críticos sobre Ideología y Democracia (Gecid) del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG, FSOC, UBA) llev a adelante una investigación sobre los discursos de odio en Argentina. El titular del grupo enfatizó sobre la importancia de clasificar los discursos y sostuvo que "hay que hablar de discursos de odio furioso, que tienen mucha intensidad, que buscan algún tipo de justificación de la violencia, de legitimar o hacer que otros consientan la violencia en general, sea porque alguien tiene una determinada creencia o que proviene de determinado país, o por cuestiones como el aspecto físico".
"Las personas que tienen alguna responsabilidad pública deben deliberar si se suman a este circuito de justificación de la violencia, hay que empezar a desmontar –este tipo de discursos- porque ya estamos en el abismo, ya cruzamos la línea y estamos suspendidos en el aire por lo que es urgente agarrarse a un lado para frenar esta violencia política", concluyó.
Otro funcionario del gabinete nacional consultado por este portal, afirmó que esta edición de Gran Hermano "se ha armado con un concepto de antipolítica cuyo único objetivo es desprestigiar esta actividad, única herramienta democrática para transformar la realidad". La fuente agregó: "está armado para agitar la grieta y la reacción de los que fomentan descreer de la política, nada es casualidad, apuntan al segmento de la sociedad intoxicada con ese discurso".
Miente, que algo queda
El origen de la famosa frase atribuida al jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels: “Miente, miente, que algo queda”, es parte de un artículo escrito por el alemán para atacar al primer ministro inglés Winston Churchill. En 1941, el jerarca del Tercer Reich escribió: “No tiene sentido discutir con Churchill sobre el número de barcos ingleses perdidos, o el daño causado por los ataques aéreos alemanes. (...) Lo sorprendente es que Churchill se aferra a la mentira que profirió, y no hay nada ni nadie que le impida que la repita una y otra vez hasta que él mismo se la cree”.
Los mentirosos son así. Inventan una realidad paralela, falsa, ficticia, imaginaria, y la repiten muchas veces. Y cuando llegan al poder, a la fuerza o mediante el voto, se convierten en autoritarios y persiguen o atacan a los que discrepan. Sucedió con el mismo Goebbels. Y sucede en Brasil con el actual presidente y candidato a la reelección Jair Bolsonaro. Así lo denunció una vez más este viernes su rival en el balotaje que se disputará el próximo 30 de octubre Luiz Inácio Lula da Silva al asegurar que Bolsonaro ya ha dicho “más mentiras” que Donald Trump en Estados Unidos.
La batalla por las fake news en Brasil toma dimensiones espeluznantes en el marco de la campaña por la presidencia que tendrá durante esta semana su tramo final. “Nunca se ha puesto una maquinaria del Estado tan grande para una campaña. Bolsonaro no trabaja más de presidente, puso a toda la economía al servicio de su candidatura y por eso es una campaña anormal, con mentiras todo el tiempo, no sé si ya está mintiendo más que Donald Trump”, afirmó Lula este viernes, aunque aclaró que no “rebajará” su campaña a las mentiras.
El Tribunal Superior Electoral (TSE) recibió 87 peticiones para suspender o retirar propaganda electoral. La cifra ha aumentado en la campaña para la segunda vuelta aunque no hay todavía datos oficiales recopilados. Y aunque el tribunal ha emitido varias resoluciones obligando a la retirada de contenidos falsos de internet, la verdad es que la mayoría de los videos sigue circulando. Los contenidos falsos prohibidos se centran en vídeos que aseguran que Lula persigue a los cristianos, que fomenta el consumo de drogas, que pretende cerrar medios de comunicación o poner a antiguos aliados, hoy en la cárcel, en el poder.
Este jueves el TSE prohibió no sólo los anuncios en contenido original, sino todas las réplicas que se hayan hecho del mismo, en un esfuerzo por contener la propagación de fake news. Además, en caso de difusión de hechos que son falsos o están fuera de contexto y afecten la integridad del proceso electoral, el TSE podrá ordenar su retirada inmediata y el infractor puede enfrentar una multa de 100.000 reales por cada hora de incumplimiento. Con relación a las últimas elecciones presidenciales, en 2018, el TSE denunció un aumento del 1.671% en el volumen de denuncias de desinformación, bien como el crecimiento de los episodios de violencia política en redes sociales en un 436%.