Motosierra, licuadora, bicicleta y magia contable: efectos del plan de Milei para eliminar el déficit
Como ocurrió siempre en la historia, las políticas de austeridad van acompañadas de una retracción notoria de los niveles de actividad. La épica del ajuste es la estrategia para volver tolerables los efectos del programa contractivo.
El plan económico de Javier Milei está centrado en la prudencia fiscal como principal ancla anti inflacionaria. El beneplácito de los inversores ante cada dato favorable sobre la evolución de las cuentas públicas mantiene viva la ilusión de un recorte significativo del riesgo país, que habilite un reingreso rápido a los mercados voluntarios de crédito. La consolidación fiscal en marcha se basa en la conjunción del “Plan Motosierra y Licuadora” junto con el pedaleo de algunos pagos corrientes y la proliferación de artificios contables para mejorar la foto fiscal.
Aún así, la vocación del Gobierno por recuperar los equilibrios macroeconómicos básicos hoy permite ordenar un sendero de expectativas de inflación a la baja. Si se elimina la necesidad de financiamiento del Tesoro y se esterilizan los pasivos remunerados del Banco Central, se van a apagar definitivamente las fuentes de presión inflacionaria.
En el mientras tanto, el Ministerio de Economía hace el trabajo sucio en cada mes. Marzo mostró una nueva reducción agresiva del gasto público, que acumula una caída del gasto total de la administración central del 34,7% para la comparativa del primer trimestre 2024 contra igual período del 2023. Entre las partidas que más se ajustaron están las vinculadas a la obra pública (-86,9%) y las transferencias corrientes a Provincias (-76,6%). Entre los segmentos con menor reducción se encuentran las prestaciones sociales (-26,5% interanual real) y gastos de funcionamiento por salarios de estatales (-22%). En cualquier caso, todas las partidas muestran desplomes de proporciones. Milei no exagera cuando lo describe como “el mayor ajuste de la historia”.
El Presidente declaró en su discurso oficial de inicio de las sesiones ordinarias que tenía el objetivo de reducir el peso del gasto público consolidado del Estado argentino a solo 25% del PBI. Bajo su criterio, sería un parámetro aceptable en relación a la capacidad de cobertura por medio de recursos genuinos y sin abrumar al sector privado con una presión impositiva excesiva.
Las medidas de austeridad de sus primeros meses de gestión van en igual sentido, ya que las aplicaciones de fondos del primer trimestre del año verificaron un recorte de 1,5 puntos del PBI en relación al cierre del 2023. Haciendo doble click sobre el programa de ajuste de Caputo, se encuentra un recorte del 35,7% del gasto total en jubilaciones y pensiones. Se explica por el funcionamiento imperfecto de la fórmula de movilidad de los haberes en contextos de aceleración de los precios. Otro rubro que el Gobierno Nacional achicó a su mínima expresión es el gasto de capital, donde se verifican recortes de hasta el 100%, esto es, partidas que no tuvieron ni un centavo de ejecución en el primer trimestre del año.
La estrategia política de ataque directo a la opacidad de la obra pública contribuyó a que Milei pudiera implementar estos recortes sin mayores tensiones con los representantes de las Provincias. Distintas son las circunstancias en la educación superior, donde el Gobierno Nacional parece haber sentido el golpe por la masiva movilización de la semana previa. En los grandes números de las cuentas públicas, las transferencias corrientes a universidades se acotaron un 25,3% contra la inflación en el primer trimestre del año. Representa 1 de cada 4 pesos menos que para igual período del 2023.
La épica del ajuste
La épica del ajuste es la estrategia de Javier Milei para volver tolerables los efectos del programa contractivo. Como ocurrió siempre en la historia, las políticas de austeridad van acompañadas de una retracción notoria de los niveles de actividad. Eso afecta la recaudación impositiva, aumentando las necesidades de recorte del gasto. En este 2024 el proceso se replica a velocidad récord. Los ingresos del Estado acumulan siete meses consecutivos corriendo por detrás de la inflación, con un retroceso del 11,4% real promedio en el primer cuatrimestre de la administración Milei. Los tributos relacionados con la producción y el consumo son los que más caen, compensados solo parcialmente por los ingresos vinculados al comercio exterior, donde destacan el impuesto PAÍS y derechos de exportación (retenciones).
Volviendo al programa de austeridad fiscal, la porción mayoritaria del ajuste la explica el bloque de prestaciones sociales, que incluye aquellas transferencias directas a los privados vía ANSES, PAMI y el Ministerio de Capital Humano. Estos rubros están siendo licuados. De hecho, el segmento más expuesto al “Plan Licuadora” se compone de las partidas con mayor incidencia de componente salarial. En una partición de trazo grueso con algún grado de arbitrariedad, englobamos también en este grupo al recorte sobre universidades y una porción del ajuste de salarios de estatales. Así, el “Plan Licuadora” acumula $11,4 billones de ahorro fiscal en el primer trimestre, contra los $5,3 billones del segmento “Motosierra”, que se compone del recorte en subsidios, obra pública y transferencias corrientes hacia las Provincias.
Los resultados concretos para el sector público nacional en el primer trimestre del año fueron asombrosos: $3,9 billones de superávit antes del pago de los intereses, equivalente a 0,6% del PBI y $1,1 billones de superávit financiero, equivalente a 0,2% del PBI. Ni propios ni ajenos esperaban un compromiso tan férreo por poner en caja las cuentas públicas, pero Milei parece realmente convencido de la importancia del ancla fiscal para alinear las expectativas de inflación.
Aún así, los interrogantes sobre la consistencia del diseño macroeconómico siguen proliferando. En primer lugar, hay dudas sobre la continuidad del “Plan Licuadora” una vez que la velocidad del IPC atenúe. Hoy la inflación es aliada del Gobierno para hacer el ajuste, pero esta dinámica empieza a apagarse por efecto de la mega recesión. Un segundo factor importante es la viabilidad de sostener el componente “Motosierra” a la misma velocidad que en estos primeros meses. La etapa dulce de un gobierno entrante puede ser efímera si no va a acompañada de una mejora en las condiciones materiales. Asimismo, cuando se agotan las partidas más fáciles para recortar, el trabajo se vuelve artesanal, requiriendo más del bisturí que de la motosierra. Por último, la posibilidad de usar artificios contables como la postergación de algunos pagos o incurrir en endeudamiento para gastos corrientes, se vuelve restrictivo con el paso de los meses. Existiendo o no objeciones técnicas del FMI, el abuso de estas herramientas genera ruido en el mercado y puede resultar contraproducente.
Con todo, la siguiente fase del ajuste requerirá mucho mayor diálogo y muñeca política. La negociación por la Ley Bases y el paquete fiscal va a ser un indicador del pragmatismo de Milei.