Medio Oriente 1993-2023: nuevas heridas, viejas cicatrices
Con el paso del tiempo, las diferencias se agudizaron y el espíritu de los Acuerdos de Oslo, que estuvo tan cerca de acabar con el terrorismo, desapareció por completo.
Hace 30 años, en septiembre de 1993, el destacado estadista y primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, al iniciar negociaciones de paz con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), pronunció una frase emblemática para justificar la aproximación a la organización liderada por Yasser Arafat, la cual había orquestado actos terroristas contra el Estado de Israel durante varias décadas: “Basta de sangre y lágrimas”.
Mientras extendía la mano hacia Arafat para sellar el exitoso proceso conocido como Acuerdos de Oslo, el presidente estadounidense Bill Clinton sonreía. Tanto su nación como la Federación de Rusia habían apoyado el diálogo entre los enemigos acérrimos. El futuro para toda la región se presentaba promisorio. De manera simultánea al apaciguamiento de los conflictos en Sudáfrica y posteriormente en Irlanda del Norte, la paz entre Israel y Palestina era otro signo de la resolución de conflictos que habían permanecido enquistados durante los 45 años de la Guerra Fría.
No obstante, a pesar de las buenas intenciones y los esfuerzos denodados de todas las partes involucradas, lamentablemente el fin de las hostilidades no fue el resultado obtenido. En 1998 se firmaron los Acuerdos de Viernes Santo en Irlanda para poner fin a la violencia asesina del IRA, mientras que Nelson Mandela se consagró presidente de Sudáfrica en 1994, culminando décadas de discriminación racial. Por el contrario, en noviembre de 1995, tan solo dos años después de firmar los históricos documentos en la Casa Blanca junto a su antiguo enemigo, Yitzhak Rabin fue asesinado por un fanático ultranacionalista israelí.
Junto con Rabin feneció también la oportunidad más sólida de conseguir una paz duradera en Tierra Santa. Con el paso del tiempo, las diferencias se agudizaron y el espíritu de Oslo, que estuvo tan cerca de acabar con el terrorismo, desapareció por completo.
Aun en este clima desalentador y como consecuencia del proceso de paz consagrado en 1993, Israel se retiró de la Franja de Gaza en septiembre de 2005. Este gesto, sin embargo, no fue aprovechado para cimentar relaciones pacíficas entre los vecinos. Después de ganar las elecciones legislativas de 2006 el grupo terrorista Hamas tomó el poder en dicho territorio. Contando con el respaldo de la República Islámica de Irán, Hamas presentó una postura más radical que la de su contraparte, Fatah, reivindicando el liderazgo absoluto de los palestinos.
Fatah continúa administrando Cisjordania, la porción de territorio más extensa de Palestina. Como agrupación política heredera de la OLP, mantiene una vinculación directa con el legado de Arafat, aunque su reputación se ha visto seriamente afectada por acusaciones de corrupción. Fatah sigue siendo liderada por Mahmoud Abbas quien, con 87 años, es el último de los signatarios de los Acuerdos de Oslo aún con vida.
¿A qué atribuir entonces los crímenes cometidos por Hamas contra civiles e inocentes el 7 de octubre pasado? Tal como viene sucediendo desde su ascenso al poder en 2006, la agrupación terrorista no acepta el diálogo o las negociaciones como medios para resolver el conflicto. Por el contrario, busca presentarse como el único actor capaz de forzar a Israel a realizar concesiones. Mientras que numerosas naciones de Medio Oriente firmaron la paz con este país en los recientes Acuerdos de Abraham, Hamas les dice a quienes aún continúan apoyando a Fatah que tienen un legítimo representante, un actor fuerte que los defenderá mucho mejor que su rival interno a través del recurso a los atentados y la violencia. En línea con esta visión irredentista, tanto Hamas como Hezbollah, respaldados por Irán, realizaron recientemente numerosas declaraciones en las que continúan reafirmando su deseo de exterminar a Israel.
Por último, también en contraposición con 1993, en este año no existe alineamiento entre las principales fuerzas geopolíticas contemporáneas. Mientras que los Estados Unidos enviaron casi inmediatamente a sus ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa a Israel, a los cuales siguió una visita del presidente Joe Biden, la Federación Rusa rehusó condenar inequívocamente los ataques. En medio de una guerra fratricida contra Ucrania, Vladimir Putin depende excesivamente del armamento y de los drones que le provee Irán, y agradece que esta nueva crisis distraiga la atención de Occidente.
De esta manera, la brecha que separa Oslo de Gaza, en este cruel octubre, parece haberse agigantado estrepitosamente.