Venimos de semanas dulces en términos financieros, con riesgo país en 769 pb, dólar CCL en $1.140 y dólar MEP ya por debajo de los $1.100. Se afianza así un rally en donde los AL y los GD aumentaron entre un 75-90% en el año.

Las acciones del Merval también están mostrando subas en el mes, especialmente las telcos y las energéticas. Este clima de optimismo se vio refrendado, en el jueves pasado, por toda la liturgia de encuentros y fotos en la gala en Mar-a-Lago con el presidente electo Donald Trump, Elon Musk y otros futuros funcionarios, con elogios de ambas partes. 

Estas buenas noticias pueden repercutir en aspectos extra financieros. Sin dudas, la reducción de la brecha (y más en general, la reducción de la incertidumbre) tuvo su incidencia en la baja de la inflación (2,7% en octubre, achicando el piso inercial a valores más cercanos al deslizamiento cambiario actual). 

Pero también puede afectar a la economía real a través de distintos canales: menor costo del crédito (que estimula su demanda), o la validación del proceso de estabilización actual y del gobierno en general, que sabíamos que implica una ganancia de reputación gradual y sobre la marcha. 

Esa ganancia de reputación se vio reforzada esta semana también al conocer un nuevo mes con superávit financiero (0,5% del PBI acumulado en 10 meses). Aunque la reputación se base en estos aspectos coyunturales, permitiría afianzar, potencialmente, tanto la recuperación económica como el proceso de desinflación. 

En concreto, la buena noticia de la reducción de la inflación gatilló el comentario del propio presidente de que, en caso de lograr estos valores por dos meses más, el deslizamiento del dólar oficial podría bajar al 1% mensual. 

Nosotros habíamos anticipado que el 2% ahora podía emerger, potencialmente, como una nueva herramienta de coordinación de expectativas inflacionarias, rol que no había tenido en todos los meses anteriores del año (actuó sólo como disciplinador a través del canal de atraso cambiario). 

Bajar al 1% persigue el objetivo de intentar llevar el incremento generalizado de precios a un valor menor que el actual. Por supuesto, esto contiene un riesgo, que es el de atrasar todavía más el tipo de cambio en tanto se amplié la brecha entre la dinámica de precios y dólar. 

Todos los riesgos respecto de los desequilibrios cambiarios (con impacto en desequilibrios externos en el futuro) siguen existiendo y para nosotros son importantes, pero por ahora se ven disimulados por la algarabía financiera, en donde mucho tuvo que ver los resultados del blanqueo. 

Otro de los factores de optimismo proviene de la misma victoria de Trump, en donde se filtraron versiones de trámites más acelerados para algún acuerdo con el FMI. Desde ya, ese frente no es tan fácil, dado que las actuales autoridades y staff del Fondo han advertido que se requiere fortalecer el frente externo.

En esencia, el gobierno quiere dólares para salir del cepo y evitar devaluar, y el FMI considera que los dólares serían a cambio de un comercio exterior más favorable con un tipo de cambio más elevado. Pero así y todo, parece haber una mayor probabilidad de que Trump ponga más energía para que se logre un acuerdo. 

Más a mediano plazo, las políticas comentadas en campaña por Trump podrían incidir en configurar un "súper-dólar", que puede afectar todavía más la dinámica que la apreciación está generando ahora (comex de bienes cada vez menos superavitario, y comex de servicios con déficit cada vez más consolidado). 

Pero al mismo tiempo, habrá que ir leyendo en detalle qué oportunidades ciertas podrían surgir de un eventual "friend comex", si bien se sabe que Argentina no compite con productos chinos, y la posibilidad de un acuerdo de libre comercio con EEUU, algo que desde ya requiere análisis y está fuera del alcance del corto plazo. 

Desde la economía real, este clima se está conjugando con más cantidad de indicadores "verdes" en octubre, con aumentos en ventas minoristas (CAME), recaudación, préstamos, patentamientos de motos y autos, producción ganadera, entre otros. 

Como riesgo al alza, entonces, podemos repetir que esta dulzura de expectativas (con impacto en lo financiero y en el crédito al gobierno) termine de afianzar la leve recuperación de la economía real. Los dos riesgos a la baja más evidentes, reiterando nuestro mensaje, se dividen en uno de corto plazo y otro de mediano y largo. 

El de corto sería que, frente a un deterioro importante del saldo comercial externo (incluyendo bienes y servicios), por ejemplo, en el primer trimestre del año que viene, resurjan dudas respecto de la sostenibilidad de la estrategia cambiaria, y que movimientos de venta de algunos activos financieros locales gatillen otras ventas, sabiendo que muchas compras de las últimas semanas se hicieron de manera apalancada con préstamos de muy corto plazo. 

Aunque el gobierno se las ingenie para conseguir todos los préstamos puente para aguantar un deterioro del saldo comercial externo, para el mediano plazo sigue siendo un interrogante qué modelo productivo podría ser resiliente a un esquema de mayores importaciones financiadas con entradas de capitales. 

Eventualmente, un sector industrial intensivo en mano de obra que se vea afectado por una apreciación cambiaria y mayor competencia del exterior. Esa competencia era necesaria en varios sentidos, y puede gatillar una adaptación virtuosa de varias empresas. 

Sin embargo, en la suma, es posible que el empleo se vea resentido en una transición para nada ordenada, y la frustración haga que el gobierno pierda legitimidad. Es probable que esto sea una discusión para más adelante, pero no hay dudas de que el año 2025 será relevante para ver cómo se acomodan estas piezas.