Las exportaciones en 2024 serán mejores que en 2023 pero aun menores que en 2022
Aun ingresando más dólares, ellos no estarán entrando sustancialmente hasta el segundo trimestre, lo que genera dudas relativas a la condición cambiaria de los primeros meses de la nueva administración
Los pronósticos climáticos auguran para 2024 una recuperación de la producción agropecuaria argentina. Sin embargo, a esta fecha se esperaba ya el beneficio de una mejora en las lluvias que se ha demorado afectado lo previsto para la cosecha fina. En 2024 habrá más dólares comerciales, aunque no tantos como en 2022. Y el resultado de la balanza comercial será menos generoso que en 2022 (y es posible que no haya superávit comercial).
Y, aun ingresando más dólares en 2024, ellos no estarán entrando sustancialmente hasta el segundo trimestre, lo que genera dudas relativas a la condición cambiaria de los primeros meses de la nueva administración
Los resultados de 2023
La sequía fue la principal razón para que las exportaciones en 2023 padezcan la mayor caída interanual medida en dólares corrientes de la historia. El complejo agro productivo sigue siendo el motor esencial y representa 65% del total exportado (el complejo petrolero/petroquímico solo ronda el 10%) El descenso hasta hoy es de 24% (las importaciones se retraen 10%) y la previsión para toto este año es de una caída de unos 21.000 millones de dólares en relación a los 88.500 millones de 2022.
Pero para explicar el descenso el inconveniente climático no es lo único. Lo exhiben tres razones.
• En primer lugar: del total de caída, más de un tercio lo explican los menores precios internacionales de 2023 en relación a 2022 (9%);
• En segundo lugar, el descenso en las exportaciones de productos primarios (afectados directamente por el clima) es 37,5% pero a ello se debe agregar una reducción de exportaciones de manufacturas de origen agropecuario (que se abastecen de la producción primaria local pero en tiempos de crisis podrían acudir -al menos en parte- a importar sustitutivamente y no lo logran por las restricciones argentinas);
• En tercer lugar, padecemos una caída en las exportaciones de manufacturas industriales (mucho menos relacionadas con el clima) que se reducen 3,5%.
Por ende, la incidencia de los problemas de organización económica (restricción a importaciones, alta inflación, intervencionismo gubernamental, dificultad en el acceso a financiamiento, atraso cambiario oficial, complejidad regulativa) no es menor en la reducción.
La Argentina arrastra defectos que no será sencillo ni rápido corregir. Por lo referido, en 2023 la Argentina está descendiendo a la menor participación en la historia en el total de lo comerciado entre los países del planeta (0,25%).
Aun antes del descenso de este año, la participación argentina en el total del comercio internacional global descendió 25% desde el inicio del siglo. Argentina y Venezuela son los dos países con peor evolución porcentual de sus exportaciones en lo transcurrido del siglo en la región.
El comercio internacional es (en lo que corre de la centuria) la principal vía que ha encontrado nuestro país para el ingreso significativo de divisas. Pese a ello, esas divisas nunca son suficientes por errores domésticos.
Algo importante de advertir es que desde que comenzó el milenio Argentina acumula un superávit comercial de 190.000 millones de dólares; pero no hay mayor problema para un insatisfecho que el derroche que impide administrar sus recursos.
Qué esperar para 2024 Una previsión razonable para 2024 (aunque supeditada a que no haya problemas de diversa índole que no pueden descartarse) es de exportaciones de bienes por unos 80.000 millones de dólares. Ello supone un resultado 10% menor al del récord de 2022 (y 18% por encima del de 2023).
Así, no puede preverse empatar los niveles de 2022 (la mayor marca histórica medida en dólares de ventas externas de bienes, lo que estuvo fuertemente influido por altísimos precios de commodities debidos a la guerra en Ucrania -medidas en cantidades despachadas las exportaciones argentinas de ese año no fueron mayores que las de 2021-). Mientras, es difícil prever el comportamiento de las importaciones de bienes en 2024 (¿se eliminará el cepo? ¿se liberarán las compras desde el exterior?).
En condiciones productivas básicas la Argentina debería, al menos, importar por cifras similares a las que se prevén para las exportaciones (para compensar inmediatamente el atraso importador, en realidad las cifras deberían ser mayores, pero es razonable entender que la normalización no ocurrirá de modo súbito). El resultado de la balanza comercial de bienes en 2023 está arrojando en 8 meses un déficit de 6.500 millones de dólares.
Para la citada previsión de resultados de 2024 se estima que tres condiciones impiden ser más optimistas aun:
• los precios internacionales son serán tan altos como en 2022;
• algunos mercados a los que exportamos no tendrán la alta demanda de aquel año ;
• la Argentina estará gobernada por una nueva administración que se espera que inicie un proceso de ordenamiento de las condiciones económicas que será complejo y no estará exento de algún accidente (la hipotética -no garantizada normalización cambiaria no genera inmediata reacción exportadora si no llega una regularización de las condiciones generales, tal como mostró el mega ajuste cambiario de 2002 que no impidió una reducción de exportaciones del 3,4% en relación a las ventas de 2001).
La agenda del futuro
Argentina tiene pendiente una reformulación sistémica de su relación económica exterior. El populismo aislacionista nos ha generado pobreza (menor y peor empleo), destruye inversión (en lo transcurrido del siglo hemos perdido 70% de nuestra participación en el stock mundial de inversión extranjera directa), desacopla tecnológicamente a la economía, debilita empresas, reduce el PBI, impide mayor recaudación fiscal, empeora el acceso a bienes y servicios de los consumidores locales y reduce la capacidad de influencia geoestratégica del país.
Lo que está pendiente, pues, no es un mero retoque de algunos asuntos. Es mucho más. E incluye la creación de 10 condiciones:
1. fortaleza institucional (sin derechos subjetivos no hay negocios sostenibles),
2. estabilización macroeconómica (no se compite internacionalmente si no hay referencias básicas), 3. modernización regulativa interior (reducir el intervencionismo, la politización de la economía y la rigidez normativa actuales; que son antitéticos con el dinamismo innovativo planetario),
4. profesionalización eficiente de la burocracia (hay “socios estatales obligatorios” para las empresas y deben responder eficazmente),
5. mejora en el capital humano (la nueva economía del conocimiento no se basa en máquinas sino en personas formadas),
6. generación de entornos mesoeconómicos virtuosos (la competencia internacional no se produce entre los productos y ni siquiera entre las empresas, sino en la capacidad de crear alianzas y redes virtuosas entre diversos actores económicos),
7. conformación de un soporte de infraestructura adecuado (no solo físico sino también digital),
8. redefinición de los servicios de promoción comercial exterior (especialmente para pymes, que son más del 90% de los exportadores argentinos),
9. activación de una intensa política de mejora en la reputación exterior (la legitimidad es un atributo crítico para la elegibilidad en las nuevas redes de valor internacionales)
10. creación de una arquitectura institucional vincular internacional (celebración de numerosos tratados de integración exterior en los que no solo se reduzcan recíprocamente aranceles en frontera con otros mercados sino que, también, se creen confluencias regulatorias para compartir instituciones en espacios supranacionales que agilicen los flujos de ceración de valor supraestatales).