La corrida cambiaria del dólar blue que pone en jaque al "Plan Llegar"
La alternativa de un programa de control de daños se presenta como un escenario factible para minimizar el impacto. Las negociaciones con el Fondo Monetario se aceleraron por la urgencia de la situación.
Ingresamos en el peor momento del año en materia económica, porque se empiezan a sufrir las contingencias inesperadas y se potencian los problemas de arrastre. El desenlace político con el corrimiento del Presidente de la disputa electoral es la expresión directa de una gestión que casi no podrá mostrar resultados sobre su compromiso electoral. Aun así, sigue quedando mucho por perder. La alternativa de un programa de control de daños se presenta como un escenario factible para minimizar el impacto. El dato saliente de estas semanas fue el inicio de una corrida cambiaria.
Empezó por ruidos políticos por el affaire Aracre y la exposición del candidato Milei ante empresarios, reafirmando su programa de dolarización. Continuó con los magros resultados de los primeros indicadores macroeconómicos del 2023. En espacio de días se conoció un pésimo número para el IPC, un saldo negativo para la balanza comercial, un rojo significativo en las cuentas públicas y un nuevo retroceso de los números de actividad productiva. Las negociaciones con el Fondo Monetario se aceleraron por la urgencia de la situación.
El tsunami del triple shock de la sequía se llevó puesta la posibilidad de cumplir con los parámetros del programa. De hecho, dos de las tres metas ya habrían presentado desvíos parciales en el cierre del primer trimestre. Como hipótesis de máxima se podría ir por el pedido de adelanto en el flujo de DEGs que nuestro país recibirá este año, para mostrar vitrinas un poco menos escuálidas y reducir los réditos esperados por la continuidad de la corrida. No está claro que el FMI vaya a aceptar.
El 7,7% de inflación en marzo fue muy preocupante. Ya no quedan calificativos para describir un proceso de súper inflación en espiral ascendente hace tres años. Hoy nada garantiza la existencia de un “techo” o zona de estacionamiento. La muñeca política de Massa y su validación al interior de la coalición perdió efectividad, toda vez que el escenario electoral se acerca y la credibilidad del programa de un Gobierno saliente carece de relevancia.
La dinámica de precios actual está signada por una persistencia crónica y alta velocidad para procesar todo tipo de eventualidad. Sin anclas remanentes por el acuerdo con el Fondo, pero también por las restricciones macro, Massa carece de atajos para ordenar el descontrol nominal. Paradójicamente hoy la elevada indexación de la economía juega a favor, porque impide una adecuación inmediata de los contratos ya en curso. Si se logra “cruzar el Rubicón”, la próxima administración deberá encarar un programa integral con foco en los precios relativos, la normalización de mercados y romper una indexación altamente difundida.
Las reservas internacionales netas se achicaron en casi U$S 4.900 millones en lo que va del año. Responde a la cancelación de las obligaciones comerciales con el exterior, servicios de la deuda externa y el flujo negativo habitual por el pago de las rentas netas. El efecto de la sequía se estima en U$S 20.000 millones a la fecha, y no se cuenta con estrategia alguna para compensarlo. Massa exprime el ingreso de dólares por medio de nuevas líneas de crédito con organismos multilaterales, pero no le puede sacar agua a las piedras. La variable de ajuste será la de limitar más las importaciones.
El Plan Llegar en crisis
Las distorsiones del mercado de cambios superaron un límite de no retorno. Hasta la efectividad del Dólar Agro hoy está puesta en cuestionamiento, ya que la preferencia cambiaria quedó desfasada por la corrida de esta semana. El programa financiero de este año va a tambalear si la liquidación de las cerealeras hasta mayo no permite acumular un piso de U$S 4.000 millones. En cualquier caso, la administración de la escasez de dólares impide toda aplicación para hacer frente a movimientos disruptivos en los mercados, margen con el que contó el Gobierno en 2020. En términos fiscales la situación no es menos delicada.
El primer trimestre registró un saldo negativo primario por la friolera de $0,69 billones o 0,55% del PBI. Excede el umbral de $0,44 billones, que se mantuvo invariable en la cuarta instancia aprobada del acuerdo de facilidades extendidas. Más allá de las contrariedades del “not met” que marcará este desvío en la próxima revisión, parece ser momento para acelerar el pedido de flexibilizar la pauta parámetro fiscal. El comunicado de Economía estimó que el menoscabo de la sequía sobre la recaudación escala a $350.000 millones en el trimestre.
Los derechos de exportación en marzo cayeron 84,4% ajustados por inflación. Esta debilidad de las cuentas públicas exige profundizar el ajuste. En el primer trimestre el gasto se comprimió 6,1% real. Se explica por menores subsidios tarifarios vinculados a los servicios públicos y un menor peso del gasto previsional, dada una fórmula de movilidad que compensa imperfectamente en períodos que registran aceleración de precios.
Nada garantiza poder frenar la tensión cambiaria. Con muy pocas herramientas a disposición, el Ejecutivo va a tener que hacer equilibrio es un contexto muy desfavorable. En el horizonte de corto plazo no se vislumbran alternativas para quebrar la tendencia, pero sí un riesgo alto de profundizar la crisis. Señales inconsistentes de política económica pueden derivar en un escenario de salida de depósitos, tanto en el segmento pesos como en dólares. Los drivers son la confianza sobre el estado general de la economía, tanto como la evaluación de posibles cambios drásticos en el funcionamiento de los mercados en el corto plazo.
Por caso, expectativas de reformas en la política cambiaria pueden adelantar decisiones de dolarización de carteras. La estabilidad de los depósitos hoy es la última ratio para evitar que el ruido financiero decante en un episodio bancario. Los números de este primer mes de efervescencia en el mercado muestran un leve goteo de los depósitos privados, pero aún está lejos de un fenómeno de desbande o puerta 12. Quedan menos de seis meses efectivos de gestión del saliente Presidente Alberto Fernández.
A lo máximo que puede aspirar es evitar una crisis de proporciones que derive en una hiperinflación. No es poco, si se proyecta el lugar en la historia. La erosión del poder adquisitivo de los ingresos en los tres años previos fue de moderado a bajo. Eso puede cambiar radicalmente si se terminan de desanclar los precios. El impacto sobre los indicadores socioeconómicos sería sensible, y eso podría allanar el terreno para reformas abruptas desde el 2024. Todavía se puede evitar y entregar una economía paupérrima, pero no detonada en un desborde irremediable.