Habiendo pasado poco desde que Trump fuese elegido presidente electo de los Estados Unidos, la política mundial ya se siente diferente. Y es que las elecciones en este país no se restringen a tener un impacto local; es un evento con implicaciones globales que, desde el primer momento, ha comenzado a moldear las agendas de las principales potencias y a redibujar las alianzas estratégicas.

Desde que los resultados se oficializaron, los líderes mundiales se enfrentaron a un regreso temido por muchos y celebrado por otros. Trump 2.0 no es simplemente la continuación de su estilo desafiante; es una versión perfeccionada, más experimentada y, además, con la promesa de doblar la apuesta en los frentes más cruciales. En apenas 24 horas tras el anuncio, las reacciones internacionales se hicieron sentir, y los movimientos tectónicos no tardaron en sacudir la diplomacia global.

Por un lado, uno de los primeros y más impactantes efectos se sintió en Alemania, donde una tormenta política se desató en cuestión de horas. En un giro drástico, el canciller Olaf Scholz decidió destituir a Christian Lindner, ministro de Finanzas y líder del Partido Liberal (FDP), lo cual desencadenó la renuncia masiva del resto de los ministros liberales y provocó el colapso del gobierno de coalición.

La decisión de Scholz de destituir a Lindner no fue impulsiva. Con la amenaza de Trump de imponer nuevos aranceles del 10% a los productos europeos, Alemania enfrenta un golpe potencialmente devastador a su economía, que depende de las exportaciones para casi la mitad de su PBI. Así, como socialdemócrata, Scholz buscaba mayor flexibilidad fiscal para proteger sectores ya afectados y que, con el nuevo panorama económico estadounidense, se veían aún más vulnerables. No obstante, Lindner se oponía categóricamente a cualquier aumento de impuestos. Este desacuerdo se volvió insostenible en el nuevo contexto global, dejando a Alemania en una encrucijada crítica mientras intenta evitar un colapso económico.

También aparecieron varias llamadas e interesados en tener su primera reunión con el que será el líder del Ejecutivo de Estados Unidos. En la lista aparecen Keir Starmer y Shigeru Ishiba, líderes del Reino Unido y Japón respectivamente. Ambos países dependen en gran medida de su alianza de seguridad con los Estados Unidos y están siendo fogueados por actitudes más rígidas de Rusia en Europa y China en Asia.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, la influencia de Trump también ha dejado huella. Una de las figuras más atentas a este cambio es Javier Milei, quien ha fijado una nueva posición internacional de la Argentina, abandonando la histórica neutralidad del país para favorecer un mayor alineamiento con el eje de democracias occidentales liderado por Estados Unidos. No es casual la elección del nuevo canciller argentino, Gerardo Werthein, exembajador argentino en, justamente, Estados Unidos.

Asimismo, no parece coincidencia que, en Nueva York, el Departamento de Justicia de Estados Unidos presentara un escrito ante la jueza Loretta Preska defendiendo a Argentina en el juicio por la expropiación de YPF. Burford Capital, el fondo de litigación que exige a Argentina más de 16.000 millones de dólares, vio cómo sus argumentos eran atacados con contundencia. El documento oficial argumenta que ejecutar bienes soberanos argentinos violaría las normas de inmunidad en Estados Unidos, solicitando que la jueza desestime la demanda.

En conclusión, el regreso de Trump no es solo un cambio de liderazgo en la Casa Blanca; marca un punto de inflexión que está acelerando movimientos estratégicos en todo el mundo. Más allá de simpatías o críticas, la nueva administración estadounidense promete cambios que obligarán a los actores globales a adaptarse rápidamente. Las decisiones que se tomen en las próximas semanas serán cruciales para el futuro de las relaciones internacionales y para definir cómo se reorganizan las alianzas en esta nueva etapa.