El oficialismo viene de sufrir a fines de agosto tres fuertes derrotas legislativas: presidencia de la Bicameral de Inteligencia, el rechazo de Diputados del DNU con el que se le otorga a la SIDE $ 100 mil millones en gastos reservados y la aprobación de la recomposición de las jubilaciones (8% por el remanente de la inflación de enero) que además incorporó cláusulas de ajustes adiciones (un mínimo de 1,09 veces la Canasta Básica Total – CBT y en función del RIPTE una vez por año) y pagos a las cajas previsionales provinciales que no se habían efectivizado durante el año. 

Por el piso de la CBT, la medida podría tener un impacto fiscal superior al 1% del PBI el año que viene. Javier Milei vetó esta ley, y se verá si las cámaras intentan insistir nuevamente con las 2/3 parte de los votos.

El clima político está muy enrarecido y todo augura que la fragmentación irá en aumento lo cual hace muy incierta la dinámica hacia la aprobación de leyes y la estrategia electoral del año que viene. 

Hoy por hoy, todas las combinaciones de afinidades y acuerdos están abiertos. En este contexto, el resultado de la actividad económica (EMAE) de junio mostró una caída de 0,3% respecto del mes anterior, en línea con lo que habíamos previsto a partir de indicadores líderes. 

En julio, estos mismos indicadores de distintos sectores mostraron “más verdes que rojos” lo cual podría anticipar un repunte. Sin embargo, está claro que la recuperación es todavía marginal e incipiente, y que no se avizora una aceleración mucho más vigorosa para lo que resta del año. 

Podría verse marginalmente un mayor consumo por cierta recomposición del poder adquisitivo del salario o del crédito, al tiempo que puede haber sectores (que ya tienen márgenes de rentabilidad elevados) que ejecuten proyectos de inversión de cierta magnitud. Pero creemos que las decisiones de inversión agregada (con incidencia macroeconómica) seguirán manteniendo una postura de “esperar y ver”, inhibiendo una recuperación más acentuada. ¿Por qué esta posición tan cautelosa? Ciertamente, el desorden político está haciendo un aporte, dado que también incluye a enemistades y acusaciones cruzadas dentro del mismo espacio de la LLA. 

Pero en el terreno económico, el principal foco de incertidumbre está en las cuentas externas. Las dudas en el “frente dólar” obedecen a que las reservas internacionales dejaron de subir como a comienzos de año. Las reservas netas (restando posibles usos en el corto plazo de activos en dólares) están en casi USD 6 MM negativas. En parte era previsible por la necesidad de importar energía en estos meses del año. Pero al mismo tiempo el turismo emisivo es cada vez mayor, y este resultado se da incluso con una actividad económica chata que demanda escasas importaciones. 

Las intervenciones en el mercado de cambios volvieron a ser positivas en estas semanas, pero por montos relativamente bajos. En ese contexto, los títulos (los hard dollar en particular) retomaron una senda bajista desde abril, luego del fuerte aumento ocurrido desde el cambio de gestión. 

El EMBI vuelve así a ubicarse por arriba de los 1.500 puntos, incluso con siete meses de resultados fiscales primarios positivos, lo que da cuenta que el foco de mayor incertidumbre está en la disponibilidad de dólares para los pagos de servicios en esa moneda. 

No resulta adecuado depositar todo el esfuerzo por equilibrar las cuentas externas en el tipo de cambio, cuando ese equilibrio implica hacer frente a todos los pagos de deuda. Se verá pronto los efectos del blanqueo y su eventual impacto en reservas. 

No hay dudas de que el pago de las multas (en dólares) engrosará las reservas, pero la simple exteriorización de activos (pagando multa) no tiene impacto en esa variable. Y la entrada de fondos en activos elegibles (sin multa) subirá las reservas brutas, pero no las netas: si en cualquier momento esos depósitos se pueden deshacer pagando multa, serían un pasivo corriente que debería netearse de las reservas. 

Si el stock de reservas no se modificara mucho, tal vez se debería retomar con mayor frecuencia el diálogo con organismos multilaterales (léase, FMI) y acelerar las negociaciones sobre las condiciones macroeconómicas para intentar conseguir financiamiento neto adicional. 

Decididamente, un nuevo acuerdo sobre la base de un nuevo programa permitirá sofocar los todavía existentes focos de incertidumbre.

El gobierno tiene una buena carta de presentación con los resultados fiscales; pero deberá tal vez sacrificar transitoriamente los objetivos de una desinflación monótona y privilegiar robustecer el equilibrio externo con alguna mejora en la competitividad cambiaria.