De “Disneylandia” a la deflación en Argentina
El objetivo inflacionario de Guzmán podría cumplirse si continuaran las actuales condiciones. Deberían equilibrarse todos los dólares. No obstante, el manejo del Gobierno no sólo no es antiinflacionario sino que perjudica directamente la producción.
Un amigo argentino de toda la vida tiene una pyme importante en EE.UU. e, insólitamente, por esas vueltas de la vida, le ha ido muy bien -en todo sentido- durante los confinamientos y demás represiones estatales, y su empresa ha crecido más de 15%. Mas insólito todavía es que, aun así, ha recibido un cheque de “ayuda” estatal por una cifra inalcanzable para un argentino medio. “Esto es Disneylandia”, me dijo muy divertido, “me va bien y ¡encima me regalan plata!”.
Por insólito que parezca, lo cierto es que el Estado, literalmente, quita a los que necesitan para darles a los que les sobra y no lo necesitan, aunque siempre con un discurso demagógico de “ayudar a los necesitados”. Algún día entenderemos el principio filosófico básico que dice que la violencia, siempre, es contraria a la naturaleza del cosmos, entonces, desordena siempre, y así trastorna al mercado natural y su intrínseca eficiencia. Entonces, el Estado, es el monopolio de la violencia con el que impone regulaciones que, siempre, destruyen.
Estos fondos que recibe de regalo la pyme de mi amigo se pagan, sobre todo, por vía inflacionaria, ya que salen de emisión monetaria, y esa inflación perjudica más que a nadie a los pobres que ven devaluarse a la moneda de sus magros ingresos.
Existe la idea muy popular de que la inflación es el “alza generalizada de precios”, afirmación que no respeta la ciencia de la epistemología -ni de la lógica- desde que es una afirmación vaga. ¿Qué quiere decir “generalizada”? ¿Quién y cómo va a medir el alza del IPC? De hecho, distintas mediciones dan diferentes resultados y ahora se suma, como han advertido muchos expertos en EE.UU., que, debido a las represiones a los mercados con excusa de la “pandemia”, han cambiado los hábitos de consumo y, por tanto, los cálculos actuales del IPC son, aun, más irreales.
La inflación en rigor, ya lo hemos visto muchas veces, es algo mucho más simple y de sentido común, es la depreciación de la moneda por exceso de emisión sobre la demanda, en tiempo real. No son los productos que “generalizadamente” suben sus precios sino la moneda que se deprecia y, por tanto, se necesitan más unidades para comprar algunos productos.
Confundir inflación, con aumento del IPC, al gobierno lo lleva al error de querer bajarla controlando los precios, es decir, por “controlar” algo que, como veremos, durante estos meses ha tenido controlado, empeorará la economía en general al distorsionar el sistema de precios -lo que ha provocado el gap entre la inflación real y la suba del IPC- lo que redundará en una menor eficiencia del mercado, ergo, en una caída del PBI, de la demanda de moneda y así potenciando la inflación.
A la oposición, que insiste en que la inflación es un fenómeno monetario, la lleva, primero a confundir la discusión porque la gran pregunta que todos se hacen es por qué se dispara la “inflación” – el IPC en rigor- si la emisión cayó fuertemente y el factor monetario está relativamente controlado ¿no era que es un fenómeno monetario? La oposición despistada -que no lo quiere reconocer- argumenta que lo que importa es lo que ya se emitió -la sobreabundancia de moneda- con lo cual está dando lugar al gravísimo error de creer que la inflación puede controlarse, post exagerada emisión, absorbiendo pesos. Cuando la inflación real es, precisamente, el fenómeno en tiempo real que equilibra al mercado al producirse exceso de emisión. Entonces, si luego de producida la inflación se absorben pesos, por el contrario, se potencia el fenómeno ya que se absorbe demanda de pesos aumentando el gap con la oferta.
Si esta teoría neo keynesiana fuera cierta, la cosa sería muy fácil, se emite todo lo que quieran para “estimular” la economía total que luego se neutraliza absorbiendo, por ejemplo, con títulos y bonos.
Por otro lado, la oposición alega que el dólar baja porque el Estado lo aplasta. A ver, en la definición de inflación no importa cómo (coactiva o libremente) ni quién (el Estado o los privados) provoca el exceso de oferta sobre la demanda. O sea, se deduce que, si el Estado vende dólares, provocando un aumento de la demanda de pesos para comprar esos dólares, baja el precio del dólar o, bien dicho, sube la cotización del peso por mayor demanda (independientemente de quién la cause), es decir, hay deflación.
Otro tema aparte, sin dudas de consecuencias negativas, es lo que sucede cuando el gobierno vende dólares de manera artificial, esto es, cuando se vuelcan dólares no como resultado de una acción natural del mercado sino por decisión política, coactiva.
De modo que inflación es la devaluación del peso por exceso de oferta en tiempo real y la deflación es la inversa. Ahora, es imposible medir la inflación con exactitud, pero el modo más cercano, siendo devaluación del peso, es medirla en relación al mercado cambiario más libre, esto es el blue, como hace el profesor Steve Hanke:
Como se ve, la inflación interanual no deja de caer y esto se debe a la caída en la emisión, y, en alguna medida, al aumento de la demanda, siempre hablando en términos reales, esto es, descontada la inflación según la calcula Hanke. Esto significa que hay deflación intermensual, como refleja la caída en el blue. El gap entre la inflación real y la oficial -la suba del IPC según lo calcula el Indec- se debe, entre otras cosas, precisamente, a las distorsiones en los precios introducidas por el gobierno como subsidios, tarifas controladas y precios “cuidados”.
Como he señalado en notas anteriores, podría cumplirse la meta de Martín Guzmán. La “inflación” oficial -insisto, el aumento del IPC en rigor- tiene una meta del 29% para todo 2021, según el Presupuesto. El IPC en enero y febrero subió 4% y 3,6%, respectivamente, con lo que el primer bimestre acumuló una suba (“inflación” oficial) del 7,74%. Para marzo, Ecolatina estima un incremento de 3,5% que llevaría la “inflación” del primer trimestre al 11,5%. Así, la suba del IPC no podrá superar el 1,63% mensual de promedio hasta fin de año para lograr la meta del 29%.
Y podría darse si continuaran las actuales condiciones, lo que no parece fácil, de hecho, pareciera que en marzo la emisión aumentó 50% interanual. Hoy ya, como puede observarse en el gráfico, la brecha entre la inflación real y la oficial -el IPC- es de 30,55% y ese es el potencial primario de subida del IPC. Por cierto, muy por debajo de la estimación del REM de 48,1% en la última medición.
Por otro lado, deberían equilibrarse todos los dólares para lo que el camino más sano es la liberación total del mercado. Estos días, el dólar “solidario” insólitamente superó los 160 pesos y se aleja cada vez más del blue y de los otros dólares, el Mep y CCL.
Mientras que, visto a través de los rendimientos de los bonos, los inversores están esperando hoy un retraso cambiario del 17% durante este año, según un estudio de Cohen. Sería una “inflación” -suba del IPC- del 49% y la devaluación oficial del 32%, Guzmán adelantó que la divisa aumentará menos que en febrero, bajando el ritmo del crawling peg, cuando la divisa subió 2,9%, ya por debajo del 3% mensual, que es la tasa de los plazos fijos. Y, lo cierto es que, en las primeras tres semanas de marzo se consolidó un ritmo menor y así la depreciación será del 2,5%.
Ahora, erradamente -al confundir inflación con suba del IPC- el gobierno hace esto para controla una inflación que ya tiene controlada y lo único que logra el perjudicar la producción -la exportación- ergo, cae el PBI, la demanda de pesos. Si lo que quiere es desacelerar la suba del IPC -la “inflación” oficial- tiene que continuar a la baja la línea azul -y su gap con la amarilla- del gráfico de Hanke, y esto se logra controlando la emisión y subiendo el PBI, la demanda de pesos, para lo que es imprescindible la desregulación total de la economía y la bajada de impuestos de modo que la economía se expanda.
Por cierto, en lo que va de marzo el aporte de dólares de los agroexportadores está marcando un récord: llegará a USD 2.600 M en el mes, USD 1.000 M por encima del monto habitual para este mes del año. Hasta ahora van más de USD 1.200 M en lo que va del mes y así en el año la suma llega a USD 2.000 M.
Sin embargo, solo un 20% llegaron a engrosar las reservas. El pago de deudas y la intervención para evitar que se disparen los dólares financieros consume la mayor parte de las divisas. Para evitar que los dólares financieros -el MEP y el CCL- se disparen el BCRA sale todos los días a vender bonos soberanos.
Con esto cree controlar la inflación, pero empeora la situación de los bonos que, ante la mayor oferta cae aún más el precio de los alicaídos títulos emitidos tras el canje del año pasado. Para contrarrestarlo, el BCRA por la ventanilla de al lado, con los dólares que proveyeron los exportadores, sale a recomprar esos títulos para evitar que sigan hundiéndose y unido a los desembolsos que hace para pagar deudas hace que la mayoría de los dólares que ingresan desaparezcan.
Todo este manejo -que le suena ridículo a cualquier persona que lo mira de afuera con un mínimo de sentido común- no solo que no es anti inflacionario sino que perjudica directamente a la producción, al PBI, ergo, rebaja la demanda de pesos, o sea, acicatea a la inflación.
En fin, así las cosas, por cierto, de momento, siguen teniendo éxito las inversiones atadas a la “inflación” oficial, como el Plazo Fijo UVA que ofrece el retorno de “inflación” más 1% de premio. Los bonos CER medios y largos, como el PAR en pesos que ofrece un retorno de CER más 10%. Y los fondos comunes de inversión ajustados por CER.