No hay día en la coyuntura argentina en que Sergio Berni no sea noticia. Y no hay casualidades. Si Berni busca a los medios o si los medios lo buscan a Berni es el huevo o la gallina en una aldea en la que conviven funcionarios y periodistas; consultores y asesores, pero que indudablemente tiene un correlato en la opinión pública.

En la televisión, en las computadoras y en las pantallas de los dispositivos móviles; pero también en los operativos, en las reuniones, en su casa recuperándose de coronavirus. Berni está en todos lados y su vida, de a ratos, parece un reality show. El fenómeno puede explicarse, a grandes rasgos, desde dos razones: elige –y ha elegido durante su trayectoria política- el alto perfil y, además, se rodea de personas que edifican su personaje en base a esa característica. Detrás de sus permanentes apariciones públicas hay una táctica que se planifica y se ejecuta.

Las personas más cercanas al ministro de seguridad bonaerense niegan que Berni esté haciendo campaña. Creen que los spots son la mejor manera de comunicar lo que el funcionario hace: estar en la calle, en la cosa caliente y si es necesario, dormir en un tráiler o empezar su jornada en un operativo a las 4 de la mañana. “Berni es eso”, cuentan. Creen que los medios hacen una puesta cinematográfica de los casos de inseguridad y que la respuesta solo puede ser en el mismo lenguaje: cine. De allí nacen las producciones audiovisuales que tienen al funcionario como protagonista omnipotente y omnipresente.

Aunque hay cuestionamientos a las formas, en la publicidad de sus actos hay una decisión de fondo. En el último mes, Berni desplazó a integrantes del equipo de prensa del ministerio y hubo renuncias de personas con larga trayectoria en la cartera. Hay un cambio sustancial en el estilo de la comunicación y un cerebro detrás de esa construcción a quien algunos llaman el Durán Barba de Berni.

Los videos publicados en las redes sociales del ministro tienen líneas claras: se filman los operativos y la figura del ministro cobra una centralidad insoslayable. Se lo puede ver a Berni entrenando, emulando a un superhéroe, reunido con periodistas catalanes o de la agencia Al Jazeera. Todo es registrado por camarógrafos, todo se transforma en un contenido seductor para medios y periodistas, incluso críticos.

Algunas publicaciones periodísticas apuntaron a contrataciones de agencias publicitarias para la gestión de todo el contenido, pero quienes asesoran al ministro desmienten: cuentan que trabajan con recursos con los que ya contaba la cartera.

Para quienes elaboran el “producto Berni”, la comunicación es sustancial. La ven como una obligación ineludible, una prioridad en la agenda, el génesis de la gestión. Conciben el mensaje audiovisual masivo como la única respuesta al mensaje audiovisual masivo. Berni es el ministro de la calle, pero también un “influencer”. Su actividad es canalizada en las redes sociales y no en gacetillas.

Ex asesores que hasta el mes pasado trabajaban en Seguridad bonaerense hablan de un rotundo cambio de estilo: “Antes los periodistas pedían información, ahora tienen que ver videos”. Cuentan que por orden de Berni se desarmó el equipo de trabajo y hubo renuncias ante la nueva modalidad.

En los últimos días dos publicaciones en las redes de Berni generaron rechazos. El 14 de agosto el ministro informó que había contraído coronavirus y utilizó términos bélicos para contarlo: “Rendirse no es opción para un soldado. Al virus en mí le quedan las horas contadas”. El tuit creció y las reacciones en la aldea virtual no tardaron en llegar: cuestionaron a Berni el hecho de plantear la enfermedad como una cuestión de voluntad, de la cual los débiles tienen menos posibilidades de salir. Solo cinco días después vino el spot con retórica de épica. Allí se lo ve a Berni entrenando para volver “a la primera línea de batalla”. Y las críticas, esta vez, vinieron de quienes creen que utilizó la patología con fines proselitistas. El propio Berni salió a aclarar que quiso “transmitir la misma fuerza con la que se transmite la enfermedad”.

La mentalidad del ideólogo de Superberni parece obedecer a esa antigua máxima atribuida a Salvador Dalí que dice que "lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien”, parafraseando la famosa frase del publicista Ivy Lee en la que aseguraba que “lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal”. En el centro de operaciones del ministro midieron las respuestas en las redes y el balance dio que “el 80% de las personas le mandaron fuerzas para que se recuperara”. Aunque niegan que el formato se deba a una campaña mirando 2021, adentro observan y analizan todas las variables. “No es por nada que sea el funcionario que más mide en la Provincia. Hay regocijo de la gente porque Sergio vuelve”, sostienen. Según consultoras externas, el ministro tiene casi un 60% de imagen positiva.

Berni es médico, militar, ministro, cinturón negro de karate, andinista; pero ante todo peronista: “Él jura por Perón, por Evita, por Néstor, por Cristina y por el pueblo”. Quienes construyen su branding plantean la idea de “otro estilo de tipo, que vive y actúa como piensa y que cuando tiene que dormir en un tráiler en La Matanza lo hace ahí, come ahí, está con su tropa como a él le gusta”. Es la realización de la imagen del hombre leal, de convicciones claras.

Que Berni haya o no haya entrado ya en la carrera por un cargo es una lectura que a priori no requiere demasiado análisis. Lo que sí está claro es que cuenta con profesionales dedicados 24x7 a su imagen de marca, que además ya tiene nombre: “Fuerza Buenos Aires” tranquilamente podría ser el nombre de una lista electoral en algún tríptico. ¿Apuntará a la Cámara de Diputados en las próximas legislativas? Por ahora, incógnitas, rumores de pasillos e interpretaciones. Lo concreto es que Superberni o Berninator es un personaje seductor para muchos, que seguirá protagonizando cortometrajes mientras dure su gestión al frente de un ministerio caliente.