Las grietas y peleas de la CGT, más buenas noticias para la gestión libertaria
La renuncia de Pablo Moyano expuso años de conflictos internos en la central. Las tensiones entre combativos y moderados llegaron a un punto crítico, dejando al gobierno de Javier Milei con un movimiento sindical fragmentado, que podría complicar las acciones conjuntas contra las reformas oficialistas.
La renuncia de Pablo Moyano al triunvirato de la Confederación General del Trabajo (CGT) no fue un hecho aislado, sino el desenlace de meses de conflictos internos en la central obrera. La fractura, que viene gestándose desde hace tiempo, deja al sindicalismo dividido entre dos posturas: los sectores combativos, que buscan enfrentar al gobierno de Javier Milei, y los dialoguistas, que optan por negociar para evitar un enfrentamiento directo.
La tensión entre ambos bandos no es nueva. La CGT arrastra problemas de representatividad desde hace mucho tiempo, con una conducción tripartita que buscó evitar la concentración de poder, pero que terminó profundizando las disputas internas. Pablo Moyano, líder de Camioneros, siempre representó al ala más dura, enfrentándose a dirigentes como Héctor Daer, Gerardo Martínez y Andrés Rodríguez, quienes impulsan una estrategia más moderada.
Uno de los primeros síntomas de estas diferencias fue la renuncia de Mario Manrique, dirigente del SMATA, quien dejó su cargo en la CGT hace algunas semanas por desavenencias con la "mesa chica". El alejamiento de Manrique expuso el malestar de varios gremios con el rumbo que estaba tomando la conducción de la central obrera.
A esto se sumó el fracaso de la Mesa Nacional del Transporte, una iniciativa impulsada por Moyano para presionar al Gobierno. Sin el respaldo de los principales dirigentes de la CGT, el proyecto se desinfló rápidamente, dejando al líder camionero aislado.
Más recientemente, las discusiones en torno a un posible paro general en diciembre terminaron de profundizar la crisis. Mientras Moyano buscaba avanzar con la medida, los sectores moderados se opusieron, argumentando que no era el momento para confrontar directamente con el oficialismo. Este desacuerdo, sumado a la decisión de Hugo Moyano de alinearse con los dialoguistas, empujó a Pablo a tomar la decisión de renunciar.
En su carta al Consejo Directivo Nacional, Moyano señaló: “He tomado la decisión de renunciar a mi cargo como Co-Secretario General de la CGT, al no coincidir con las decisiones tomadas por la llamada 'mesa chica'”.
Tras su salida, Moyano se enfocará en la construcción de un frente sindical opositor al Gobierno. Este espacio incluirá gremios combativos como ATE, las dos CTA y movimientos sociales, con quienes ya comenzó a trabajar en la organización de medidas de fuerza. Entre los aliados que respaldaron su decisión están Daniel Yofra, líder de Aceiteros, y Rodolfo Aguiar, de ATE, quienes coincidieron en que es necesario un frente de resistencia para afrontar las decisiones del gobierno.
“Es momento de avanzar en la organización del movimiento obrero junto a quienes no se aguantan ver pasivamente el ataque del Gobierno”, sostuvo Yofra, mientras que Aguiar agregó: “La renuncia de Moyano contribuye a despejar aún más el camino para un frente sindical de resistencia”.
En paralelo, la central obrera intenta reacomodarse tras la salida de Moyano. La "mesa chica", liderada por Daer, Rodríguez y Martínez, busca consolidar una estrategia dialoguista con el Gobierno, mientras Hugo Moyano evalúa designar a un nuevo representante de Camioneros en el triunvirato. Esta postura moderada podría jugar a favor del oficialismo, que enfrenta un escenario político complejo en el avance de sus reformas.
El futuro de la CGT dependerá de su capacidad para recomponer su unidad interna. Por ahora, la fragmentación sindical beneficia al Gobierno, que gana margen para implementar su agenda sin una resistencia organizada. Entretanto, el frente opositor liderado por Moyano promete sumar aliados y llevar la protesta a las calles en las próximas semanas.