A las 14:25 de este sábado, un escueto mensaje de whatsapp llegó a los celulares de los periodistas que cubren la información gubernamental. "El Presidente Alberto Fernández le pidió la renuncia al ministro Matias Kulfas". La encargada de comunicar la novedad fue la portavoz presidencial Gabriela Cerruti, quien a los pocos segundos, aclaró por la misma vía que se trataba de "un on".

La aclaración venía a cuento de la secuencia protagonizada por el titular de la cartera de Desarrollo Productivo, a quien se lo sindicó como el responsable de filtrar "en off" a la prensa información tergiversada sobre los procesos licitatorios para la construcción del gasoducto "Néstor Kirchner", donde insinuaba supuestos favoritismos de funcionarios kirchneristas con un grupo empresario.

"No fue un tema de on u off, lo que dijo fue que había un negociado en la licitación de una obra emblemática para el Frente de Todos. Este es un gobierno decente, transparente. No se puede decir cualquier cosa amparados en la interna", le dijo a Data Clave una funcionaria con acceso directo al principal despacho de la Casa Rosada.

Con Daniel Scioli, Alberto Fernández suma racionalidad y lealtad a su gabinete y busca blindar a Martín Guzmán

El ahora ex ministro había cometido el "grave error" de poner en duda la honestidad del gobierno que integra, otorgándole un flanco limpio a sus adversarios, dentro y fuera de la coalición oficialista. El difuso límite entre aliados y opositores en el Frente de Todos, "confundió" al titular de la cartera de Desarrollo productivo, que puso en duda la transparencia de algunos de sus compañeros de gabinete y se transformó en el fusible ideal de los cortocircuitos entre su jefe y Cristina Kirchner.

Ella había raspado a Kulfas durante el discurso de Tecnópolis, cuando públicamente y mirando de reojo al presidente, dijo que si queremos cuidar los dólares de las reservas "no podemos seguirle dando 200 millones de dólares" a Techint "para que se paguen ellos mismos en la empresa subsidiaria que tienen en Brasil. Pongan la línea de producción de chapa en Argentina, si han ganado fortunas acá".

Encendida, la vice agregó: "Entonces, si los preferimos por ahí a compradores extranjeros, pidamos que esa línea de producción para los caños sin costura de los gasoductos, la traigan acá a la Argentina”, en alusión directa al tradicional grupo económico propiedad de la familia Rocca, sempiterno contratista del Estado.

Tal vez convencido de que estaba haciendo lo mejor para la salud del oficialismo y aunque ya lo había insinuado en declaraciones radiales, Kulfas creyó conveniente reforzar la idea de que una obra emblemática de esta gestión no avanzaba por la incapacidad de los miembros de Energía Argentina (la ex Enarsa), enrolados dentro del espacio cercano a la vicepresidenta. Y cometió la "grosera y torpe macana" de habilitar a sus funcionarios para que cursaran un off donde daban detalles de la supuesta maniobra en la que estaban involucrados los cristinistas.

En la mañana del sábado, un colaborador le envió al ministro el tuit de CFK acusándolo (sin nombre y apellido, pero con obvias alusiones a su persona) de haber ejecutado una operación política en su contra. El misil no impactó solo: desde la empresa energética nacional otro tuit incluía detalles de la maniobra, incluida su desmentida punto por punto y una seria acusación que lo apuntaba directamente a Kulfas. Lo demás es historia conocida, aunque todavía restan agujeros argumentales que esta nota intentará cubrir con información. 

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Fin de semana de locura

Luego de un viernes de reencuentro con su vicepresidenta durante un acto atravesado por la tensión, Fernández debió poner nuevamente a prueba su capacidad para timonear en las tormentas a causa de un incidente que se produjo de manera sorpresiva y del modo menos pensado. "Kulfas está con Alberto desde la campaña y no solo lo acompaña, sino que expresa su pensamiento económico como ningún otro economista del espacio, desplazarlo es una pérdida tremenda para él", le dijo a este portal un integrante de los equipos técnicos de la cartera productiva, que aguardaba definición sobre su situación.

Además de las ideas, el presidente valoraba su política industrial, compartía su mirada desarrollista, basada en el fomento de las pequeñas y medianas empresas como motor de la Argentina y la convicción para impulsar legislación innovadora como la del cannabis medicinal y la electromovilidad. Pero lo ocurrido fue lo suficientemente grave como para dejar de lado todas estas consideraciones y obligarlo a tomar la determinación drástica de separarlo del cargo.

El reclamo airoso efectuado por la vicepresidente para que Techint radique en el país la planta de Confab Industrial S.A. (Tenaris Confab) que produce chapa laminada de alto espesor, se debe a la fuerte sospecha qué hay dentro del kirchnerismo de qué la multinacional responsable de la fabricación de los tubos sin costura utiliza la "importación intra company" para hacerse de dólares más baratos y luego utilizarlos en el mercado blue. "Ella los fustigó porque conoce muy bien el mecanismo, recordá que la empresa brasileña proveyó en 2009 la chapa para el gasoducto transmagallánico que impulsó su propia gestión", le apuntó a Data Clave una fuente de permanente consulta con el Instituto Patria. La firma del contrato con SIAT Techint, que está demorada desde hace más de 30 días, quizás ahora pueda rubricarse con un nuevo contrato tras la salida de Kulfas. 

La maniobra expuso a Fernández ante los persistentes reclamos del kirchnerismo "paladar negro" que señalaban al ministro saliente como co-responsable de todos los males de la Nación y dejó desamparado al otro resistido por Cristina y La Cámpora: Martín Guzmán, que puede ser el próximo objetivo del ala más dura del Frente de Todos. Pero Alberto sabe perfectamente que entregarle llave en mano el control de la gestión a sus feroces adversarios internos, debilitaría seriamente a su gobierno y lo obligaría a resignar cualquier posibilidad de imaginar un escenario de reelección.

Y por eso eligió a alguien que tiene un master en embates kirchneristas para reemplazar a Kulfas: el todavía embajador de la Argentina en Brasilia Daniel Scioli.

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El regreso más esperado

Hace muchos años que el país no tiene un embajador ante el gobierno de su socio regional más importante que haya hecho tanto por la relación bilateral y el intercambio político, cultural y comercial como Daniel Osvaldo Scioli. Con su estilo campechano y su perfil nunca altisonante, pero decidido, el ex gobernador bonaerense lleva adelante una gestión ponderada por todos los sectores al frente de la representación diplomática argentina en Brasil.

Más allá de su denodada tarea por cimentar las relaciones entre empresas argentinas y brasileras para promover los vínculos comerciales, la gran expectativa del embajador está centrada en concretar el encuentro cara a cara entre ambos presidentes, que viene postergándose por razones sanitarias y políticas y que podría cristalizarse el próximo 20 de julio en Asunción, si es que efectivamente la cumbre del Mercosur prevista para esa fecha se realiza de modo presencial

Durante toda la tarde del sábado, el celular del embajador recibió llamados y mensajes de amigos, conocidos y periodistas que lo interrogaban con la misma pregunta: "¿te ofreció el ministerio?", en referencia a la cartera que acababa de quedar vacante tras la eyección de Kulfas. La respuesta era la misma a todos y todas: "estamos trabajando muy bien en Brasil, tenemos mucha tarea pendiente aún y vamos a seguir concretándola".

A lo Scioli, no confirmaba ni desmentía nada, simplemente demostraba que, a esta altura de su vida y tras haber sido vice presidente de la Nación, funcionario de varios gobiernos en diferentes carteras, ocho años gobernador bonaerense y candidato presidencial, no tiene ninguna otra ambición en su horizonte que la de llegar a la Rosada por la puerta grande, sueño que le fue esquivo en 2015, cuando fue derrotado por Mauricio Macri.

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Cuando la tarde se apagaba, finalmente Scioli recibió el único llamado que podía cambiarle la perspectiva de sus próximos meses. Finalmente, y tras evaluar en compañía de sus colaboradores directos las opciones más convenientes, el presidente llamó a su embajador ante el Planalto y le comunicó que se había inclinado por él para reemplazar a Kulfas.

Su lealtad y su compromiso nunca fueron materia de discusión para quienes lo convocaron a la gestión o a desafíos electorales. Pero los años de trabajo y la experiencia de vida llevaron a este hombre -que hoy se apresta a sentarse en un sillón caliente para timonear una nueva crisis- a utilizar una filosofía muy pragmática para enfrentar los desafíos, con tres pilares basales: identificar los problemas que hay que resolver, evitar el desgaste innecesario en disputas internas y ejecutar con celeridad y eficiencia las indicaciones impartidas.

Con ese norte en la brújula y luego de resolver algunas cuestiones "de índole personal" en Brasil, Scioli se transformará en el próximo ministro de Desarrollo Productivo. Ni bien asuma -seguramente tras el retorno del presidente de la cumbre de Las Américas, que se inicia esta semana- tendrá que enfrentar dos desafíos inmediatos: destrabar el episodio que promovió esta nueva crisis entre la cartera y la empresa energética nacional para avanzar con la construcción de ese gasoducto y coordinar con Guzmán las primeras articulaciones necesarias entre ambas carteras para optimizar la gestión, blindándola de los ataques del "fuego amigo" que seguramente continuarán afectando al renovado tándem económico-productivo.

Claro que el recién llegado no podrá perder de vista que del otro lado, observándolo, midiéndolo, estará nuevamente una vieja conocida, a quien ya supo padecer en tiempos de ejercer como mandatario bonaerense mientras ella era la mandamás nacional. "Cristina nunca se la hizo fácil a Daniel, le pisaba la manguera cuando era gobernador, no le giraba recursos en plena campaña, lo ninguneaba y no puso el aparato a disposición de aquella elección que se terminó perdiendo y le permitió a Mauricio Macri ser presidente", le contó a este cronista un ex colaborador de la gestión sciolista.

Hoy, transcurridos casi ocho años de aquella derrota y con cuatro años de macrismo que dejaron huellas difíciles de borrar en la economía y la sociedad argentinas, sería esperable que la actual vicepresidenta entendiera la importancia de no limar los bujes que sostienen a su propia coalición política, para evitar nuevos fracasos que pueden costar aún más caros que la "experiencia Cambiemos".