Año económico 2022: crecimiento y ordenamiento macro, pero sin mejoras en distribución
De cara al nuevo período quedan desafíos múltiples en distintos niveles. Aún habrá que ajustar clavijas para descartar un retorno de la crisis.
Año de resultados heterogéneos, como casi todo en Argentina. El Ejecutivo esquivó un eventual escenario de desborde económico, que conforme pasaban los meses se volvía cada vez más inminente. Después de los cambios políticos se volvió a un sendero de normalización y llegó un mínimo alivio, pero es una victoria pírrica porque ningún problema macro se resolvió estructuralmente.
Aún así alcanzó para hilar dos años de mejora del PBI por primera vez en diez años, lo que ilustra la gravedad de la pendularidad de una década que presentó un efecto serrucho permanente. El desborde inflacionario fue un punto crítico durante el año pasado. El desequilibrio monetario del 2020 fue escondido como basura bajo la alfombra y en el peor momento hizo erupción.
Las inconsistencias del primer semestre con un Ejecutivo apostando a la expansión agudizaron el problema. Sin poder hacer uso de anclas nominales por las restricciones del FMI, el Gobierno a mitad de año trataba infructuosamente de calmar las expectativas para evitar un espiral nominal. La descompresión llegó a partir de la renuncia de Martín Guzmán, que había dinamitado puentes con el resto de integrantes del frente de Gobierno.
El interregno Batakis fue el primer mojón para recomponer señales de orden en el manejo de las cuentas públicas. La llegada del Ministro Massa profundizó este rumbo, sumando un acuerdo de precios con la innovación del caramelo del acceso al MULC para las empresas que dejen los pies en el plato. En el último cuatrimestre la inflación se estacionó e incluso empezó a dar tenues señales de desaceleración Se trató de un período satisfactorio en materia productiva.
El PBI registró un avance del orden del 5,8% con firme recuperación de puestos de trabajo. En el segmento privado proyectamos una creación de casi 300 mil empleos, con un avance del 4,9%. Similar tendencia cuando se adicionan empleados públicos y regímenes no asalariados, con una cifra que trepará a más de 600 mil nuevas posiciones registradas en el consolidado anual. En el análisis por sectores, 2022 mostró mayor uniformidad que el año previo, dada la finalización de todo tipo de restricciones a la movilidad.
Se destacaron los sectores de hotelería y turismo, que registraron una mejora superlativa por la reapertura del turismo internacional y cierta “revancha del consumo” post pandemia. El repudio a los pesos por la alta inflación contribuyó al reverdecer de las ventas, realimentando la inflación por demanda. Sobre el cierre de año el crecimiento se empezó a ralentizar por la falta de reservas.
El nuevo sistema de importaciones es un régimen ideado para administrar la aguda insuficiencia de dólares, pero impactará negativamente sobre la producción doméstica. Los parámetros bajo monitoreo del Fondo Monetario se mantuvieron de acuerdo a lo pautado, a pesar de las disrupciones externas. Solo se rebajó en U$S 800 millones el target de acumulación de reservas, pero fue producto del retraso de fondeo de otros organismos internacionales en complemento al programa EFF del 2022. El límite a las transferencias monetarias se cumplió en exceso. En el mes de julio el Gobierno había emitido 0,8% del PBI y llegaba con poco margen a la parte más exigente del año. A partir de ahí no emitió más…
Un desfiladero angosto
Con los cambios de Ministro la historia cambió radicalmente y la monetización del déficit se cortó de raíz. Claro que la variable de ajuste fue una reducción del gasto del 6,5% real en el siguiente cuatrimestre, contrastando contra una expansión del 11,9% en el primer semestre del año. Como resultado se puso en caja la trayectoria fiscal, que cerró el año con un leve sobrecumplimiento del umbral del 2,5% del PBI.
Todo esto a pesar de las contingencias de un período con gastos imprevistos, como el mayor ticket energético por los coletazos de la guerra. Durante 2022 las cuentas externas también mostraron una dinámica con oscilaciones. El balance comercial sufrió por las distorsiones de la segmentación cambiaria y la brecha.
En la primera parte del año se mantuvo el fenómeno de anticipo de importaciones por el acceso a dólares a precio oficial y el consecuente retraso de exportaciones a la espera de una devaluación. Como era de esperar, la insostenibilidad de este proceso terminó de consumir los dólares del BCRA y decantó en un rebrote de las presiones devaluatorias.
En ese momento surgían dos alternativas frente al riesgo de colapso: ir a un programa de estabilización (devaluación incluida) o seguir poniendo parches en “Plan Llegar”. El equipo económico entrante avanzó por esta última alternativa, e implementó el esquema Dólar Soja para robustecer simultáneamente la recaudación fiscal y la cuenta de reservas. Este ‘traje a medida’ se verificó exitoso; cumplió su objetivo con creces y garantizó cerrar el año en términos de dólares, a pesar de no ser una solución de fondo para el mercado de cambios.
El desempeño socioeconómico es tal vez el pilar más flojo de la gestión Fernández. Aún no conocemos los datos de cierre para el segundo semestre del año, pero es un hecho que el indicador de pobreza va a revertir parcialmente el recorte del año pasado. En el detalle, proyectamos la pobreza en 38,4% con un incremento de 1,1 puntos porcentuales, mientras que estimamos el dato de cierre para la indigencia en 8,9% con una suba de 0,7 puntos porcentuales.
De confirmarse, será consecuencia directa de un aumento de precios con marcada asimetría. Impacta proporcionalmente más sobre los bienes esenciales. Por su medición, la pobreza en Argentina se determina por el poder de compra de los salarios, el nivel de producción y el empleo. Durante el año pasado el desacople entre precios y salarios fue insoslayable, y pasó por arriba de las demás variables.
A pesar de no haber sido un año económico pésimo, ningún atisbo de recuperación macro va a ser suficiente si convive con la pobreza creciendo. De cara al nuevo período quedan desafíos múltiples en distintos niveles. Aún habrá que ajustar clavijas para descartar un retorno de la crisis. Pero, sobre todo, se espera un Gobierno haciendo equilibrio entre la necesidad electoral de generar un ‘veranito’ de corto plazo y las limitaciones del corset fiscal del FMI.
Todo esto en un contexto donde el Ejecutivo sigue sin poder recuperar ningún tipo de discursiva económica, porque el régimen de súper inflación es el elefante en el living que se lleva todas las miradas e impide capitalizar cualquier otro logro de gestión. Mientras tanto Sergio Massa sigue haciendo lo que hay que hacer, en silencio, para evitar que le impugnen el ajuste.