Tras la tregua entre CFK y Alberto, el Frente de Todos ordena interna y reconstruye la tan cascoteada unidad
Culmina otra semana de rocanrol político que dejó como saldo un recambio en la cartera económica, un gabinete a medio reestructurar y un pacto de no agresión sellado entre las tres cabezas de la coalición oficialista, que amortiguó el impacto de la renuncia del ministro favorito del presidente, pero resistido por la vice y el líder del Frente Renovador. La tormenta de versiones desestabilizadoras sobre el fin del gobierno, la debacle de Fernández y hasta las trompadas entre Massa y Béliz, evidenciaron el nivel de desesperación de los sectores que hacen negocio con la atomización del peronismo.
"#BOMBAZO Fuerte discusión entre Alberto y Sergio Massa. Quiso interceder Gustavo Beliz y se comió flor de piña de parte del tigrense". El tuit de la cuenta @HijoAlbanil (que se presenta como "Republicano de morondanga. La ideología de género es criminal. Troll 210. #JxC") corrió como reguero de pólvora el jueves por la tarde, cuando los rumores sobre la disolución del Frente de Todos atestaban los whatsapp de dirigentes oficialistas y opositores, además de periodistas ávidos por la "noticia deseada".
No era la única barbaridad que se podía leer en la cloaca a cielo abierto de las redes sociales. "Alberto le confesó llorando a un empresario muy importante que renunciaba esta semana porque la situación no da para más", escribió otro tuitero innominado de poca monta, que logró acaparar la atención incluso de profesionales del periodismo que llamaban a sus fuentes desesperados por confirmar si tamaño dislate era cierto.
Incluso esa misma tarde, una acreditada en la Sala de Prensa de Casa Rosada le preguntó durante la habitual conferencia de prensa a la portavoz presidencial Gabriela Cerruti si "el presidente estaba en control del país" motivando una respuesta irónica de la funcionaria, que repitió la misma frase mientras miraba a la cronista -de dilatada trayectoria en la cobertura de actos de gobierno- con cara de "¿será posible que me preguntes esa boludez?".
"El problema de la falta de claridad del gobierno es que cualquier versión, por más descabellada que suene, termina resultando verosímil", justificaba un comunicador desde la pantalla de un canal de ¿noticias? mientras se hacía eco de las barbaridades escritas en un red social donde cualquiera escribe cualquier cosa, desde el anonimato de un perfil ficticio.
¿Nadie chequea nada?¿Se acabaron las "fuentes confiables" que informan con datos?¿Podemos tomar por asalto la racionalidad sin provocar una crisis de credibilidad en la labor periodística?¿Todo debe ser leído en tono de "operación"? El gobierno nacional exhibe una incapacidad preocupante para instalar los temas de su propia agenda de gestión, que siempre se ve superada por los conflictos instalados desde las cadenas informativas funcionales a intereses contrarios a los del oficialismo.
A río revuelto, ganancia de especuladores
La semana que se inició con la renuncia de Martín Guzmán fue una verdadera montaña rusa que tuvo múltiples efectos en el escenario político y económico. Hubo un puñado de beneficiados por las corridas generadas a causa de los golpes financieros que azuzaron con particular entusiasmo los rumores que daban por renunciado a Alberto Fernández y planteaban una convocatoria a elecciones anticipadas para definir rápidamente un nuevo gobierno.
Mientras el presidente analizaba las alternativas de reemplazo para su ministro preferido -que dimitió de modo artero y sin ningún tipo de respeto por la institucionalidad, ni por la persona que más lo defendió durante los 30 meses de gestión- y mantenía frenéticas reuniones de trabajo para reencausar la administración tras el cimbronazo, desde las usinas de rumores se instalaba la idea de que Fernández estaba "deprimido" y que el país estaba virtualmente "acéfalo" y "sin rumbo".
Las dudas iniciales sobre quién ocuparía la cartera de Hacienda; los rumores acerca de una posible reestructuración del gabinete; el plan de Sergio Massa para quedarse con todo y fortalecer el rol del Frente Renovador dentro del gobierno; el "operativo clamor" para que Alberto hablara con Cristina; la designación de Silvina Batakis para ocupar el sillón principal del quinto piso del edificio de Hipólito Irigoyen; y la cena del lunes en Olivos, con un hermetismo propio de quienes se juramentan no dar a conocer ningún detalle de lo ocurrido; todas fueron postales que ilustraron los vaivenes de una semana interminable.
"Estuve ordenando la casa después del temporal, pero ya estamos reacomodados y dispuestos a seguir adelante con menos turbulencias", le dijo el Presidente a uno de sus colaboradores que tiene acceso franqueado tanto a la Casa de Gobierno como a la residencia de Vicente López. "La charla con Cristina fue muy positiva, nos dijimos todo lo que nos teníamos que decir y acordamos seguir adelante a pesar de nuestras diferencias, que están a la vista", se limitó a describir el primer mandatario.
La lapicera que más le gusta a Alberto
Tras los discursos de CFK este viernes en Calafate y el del presidente este sábado en Tucumán, cobró cuerpo la hipótesis de la tregua que acordaron los tres referentes del Frente de Todos esta semana, con el objetivo de evitar que la sangre llegue al río y las fisuras terminen convirtiéndose en fracturas.
"Hemos asumido un compromiso ante el pueblo argentino que vamos a honrar, hemos sufrido una embestida de los grupos poderosos que quieren quedarse con la renta, son los mismos de siempre. Con nuestra miseria, ellos construyen imperios y amasan fortunas", aseguró Fernández durante el acto oficial por el 206° aniversario de la Declaración de la Independencia.
"Cuando un gobierno popular busca defender la distribución de la riqueza y la alegría del pueblo, buscan desunirnos, torcernos el brazo. No lo van a lograr, como nunca pudieron", agregó el Presidente. Por último, resaltó: "Algunos lanzan rumores en medios de comunicación o falsas noticias. Sepan que se van a chocar con nuestra firme decisión de seguir trabajando por una patria justa y soberana".
Ahora resta esperar que la costosa estabilidad política a la que arribó el oficialismo esta semana tan solo restableciendo el diálogo entre sus máximos referentes, logre consolidarse y provocar un shock de confianza que impacte en la economía y permita tranquilizar a los mercados, tan turbulentos durante los últimos días. El fantasma de una devaluación agitada por los sectores del poder provocaría automáticamente un diez por ciento más de familias bajo la línea de pobreza, escenario difícil de imaginar sin un estallido social cuyas consecuencias podrían ser catastróficas para la Argentina.
La profundidad de la crisis dependerá de la capacidad que exhiba el gobierno para maniobrar la nave entre la lluvia de meteoritos que se cierne sobre el horizonte. Recomponer el frente interno fue el primer paso imprescindible para empezar a encontrar las soluciones que el país necesita. Ahora resta tomar las decisiones correctas para calibrar el rumbo adecuado y salir definitivamente de la zona de peligro.