Como actores, músicos, o performers en general, los economistas argentinos tienen siempre que renovarse frente a un público que ya lo ha visto todo. Ahora más que nunca, parece que todos los focos están puestos en la Argentina. Y como en todo escenario, lo importante es convencer. ¿Lo hacen los nuevos lineamientos de política monetaria? Para entender esta cuestión que toma hoy un rol protagónico, un breve repaso sobre lo hecho hasta ahora y lo que puede venir.

Primer acto: frenar la hiperinflación

La política monetaria del gobierno de Javier Milei comenzó innegablemente condicionada por la situación heredada de la administración anterior. Repetidos trucos de malos ilusionistas habían dado con una situación alarmante: un Banco Central con reservas netas negativas, una montaña de deuda remunerada que crecía exponencialmente y una inflación rampante de origen fiscal. Consecuencia todo esto del cepo cambiario y de emitir dinero para financiar los gastos del gobierno, al tiempo que se esterilizaban esos pesos convirtiéndolos en Leliqs y Pases.

Sin escape aparente, el nuevo elenco lo encontró en el origen del problema. Es decir, lanzando un fuerte ajuste de las cuentas públicas que equilibró las necesidades de financiamiento. Esto permitió terminar rápidamente con las expectativas de hiperinflación y seguidamente empezar a bajar la misma. Luego, a medida que la percepción de riesgo fue bajando, también empezó a bajar la tasa de interés. Y con eso, a disminuir el denominado déficit cuasifiscal (el pago de intereses por deuda remunerada). Por el contrario, haber aumentado la tasa de interés como muchos recomendaban hubiera implicado una mayor creación de pesos en un momento de caída de demanda de dinero, lo cual seguramente nos hubiera llevado a la hiperinflación. Por ahora, en cambio, el show debe continuar.

Segundo acto: cerrar las canillas de emisión

Una vez salvados de la crisis, lo siguiente en la trama fue cerrar las canillas de emisión monetaria en las que descansa la inflación. Cada una vinculada a alguno de los elementos heredados que se mencionaron antes: la emisión por compra de dólares para recomponer las reservas internacionales del Banco Central, la emisión por el pago de intereses de deuda remunerada y la emisión para financiar al Tesoro.

De estas, la última parece ya acabada, al tiempo que el gobierno acumula 6 meses consecutivos de superávit no solo primario sino también financiero. No obstante, persisten algunas dudas sobre la sostenibilidad de esto a futuro, con correcciones de tarifas todavía por hacerse, la esperada desaparición del Impuesto PAIS y el retraso de la reactivación económica. Entretanto, para bien o para mal, el plano fiscal se vuelve cada vez una parte más importante del plan del gobierno.

Fue en el intento de frenar las otras dos canillas de emisión donde un paso en falso generó los desequilibrios de las últimas semanas. Es que, simplemente, no es posible en el mercado monetario fijar precio y cantidad de una sola vez. Y es eso lo que se intentó hacer con la política monetaria en esta etapa: fijar un sendero para el tipo de cambio, establecer un nivel de tasa de interés y, a la vez, sostener una promesa de “emisión cero”.  Incluso con cepo, el BCRA no tiene instrumentos para fijar todas las variables al mismo tiempo.

Por ende, al reducir la tasa de interés de los Pases que paga el BCRA, eso obligó a los bancos privados a reducir también la tasa que pagan a los depositantes por sus plazos fijos. Y cuando las personas fueron a pedir su dinero a las entidades en respuesta a la baja remuneración, estas exigieron esos pesos al Banco Central a cambio de sus Pases. El corolario es que hay ahora entre 5 o 6 billones de pesos sobrantes en la economía, y como no podía ser de otra forma, el reflejo de esto lo vimos primero en el mercado de cambios paralelo. De esta forma, la brecha ha vuelto a crecer, y con ello, la incertidumbre sobre un nuevo salto devaluatorio.

Tercer acto: enroque de títulos para limpiar el Banco Central

Frente a lo anterior, todavía parece quedar una carta bajo la manga. Un acto que no solo podría terminar de limpiar al BCRA, sino incluso resarcir el error previo. Resulta que a partir del lunes empezarán a regir unas nuevas Letras Fiscales de Liquidez (LeFi), que vienen a sustituir a los Pases. Pero con dos cambios cruciales: a las Lefi las emite el Tesoro, no el Banco Central, y mientras que los Pases se cuentan por 14 billones de pesos, las LeFi lo hacen por 20 billones. La diferencia implica que hay capacidad de ir a buscar los pesos sobrantes y absorberlos antes de que se trasladen a precios.

El movimiento sería el siguiente: el BCRA intercambiará los títulos que posee del Tesoro a cambio de las nuevas LeFi, y una vez con estas, se dará vuelta y las intercambiará con los bancos privados a cambio de los Pases. Así, los Pases -que suponían el pasivo del BCRA- terminarían por desaparecer, limpiando finalmente a la entidad monetaria y poniendo fin a la canilla de emisión por pagos de intereses de deuda remunerada. A su vez, las LeFi restantes permitirían absorber los pesos de más y recuperar el valor de nuestra moneda frente al dólar, cerrando así la brecha y acercándonos a la salida del cepo y la recuperación económica. Finalmente, a diferencia de las Letras anteriores, las LeFi serían pagadas no con emisión monetaria sino con superávit fiscal, y de ahí la mayor importancia que toma este nuevamente.

Con todo, incluso cuando esto sea posible, no es seguro que el gobierno vaya a hacerlo: al parecer, algunas cosas quedan siempre tras bambalinas. Sin embargo, si el gobierno quiere recuperar la credibilidad necesaria como llevar a cabo su plan, entonces es imperioso que sea más claro sobre sus próximos movimientos y el camino a seguir. De otra forma, la incertidumbre generada no puede más que arriesgarnos -una vez más- a perder el favor de la audiencia.