Mirando a Massa: lo que cambia es la transición
Lo que cambia con el ministro candidato no es la perspectiva que inaugurará el próximo gobierno, sino en cómo se dará la transición hacia ella: no se hará campaña en contra del titular de Economía, al menos por un tiempo.
La sorpresa por la nominación del ministro como candidato de unidad del oficialismo conmovió la agenda política y provocó una reacción de mercado muy positiva. Los principales activos locales extendieron el rally y anotaron subas en casi todos los frentes con los bonos soberanos en dólares a la cabeza (+6.2% semanal en el caso de los ley local), seguidos por globales (+4.5%) y bonos en pesos de mediana duración (2.2% en promedio). En tanto, las acciones mostraron algo más de cautela (+1.7%), tras una performance extraordinaria en las últimas semanas que cierran el mes con una suba de 17% en USD. El tipo de cambio libre por su parte se apreció 2.7% en términos nominales (algo más de 4% en términos reales en una semana).
La interpretación de consenso de esta reacción se concentró en el futuro, y la podríamos resumir así: con este menú de candidatos, el próximo presidente tendrá una orientación más market firendly, lo que mejora las perspectivas a partir de 2024 y se refleja en mejores precios hoy.
La nuestra es, sin embargo, diferente. Lo que cambia con Sergio Massa candidato no es la perspectiva que inaugurará el próximo gobierno que para los tiempos argentinos sigue siendo lejana, incierta y descontada a una tasa estratosférica. El cambio está en cómo se dará la transición hacia ella: con Massa, el candidato del gobierno a presidir el ejecutivo no hará campaña en contra del ministro de economía, al menos por un tiempo.
Este rasgo singular tiene varias consecuencias importantes. En primer lugar, es mucho más de lo que hubo en los últimos dos años, donde ningún ministro tuvo un respaldo (pleno) del poder ejecutivo para no exacerbar el desequilibrio fiscal/fragilidad macro. El Candinistro, entonces, ordena expectativas de mercado de corto plazo y mejora los términos de la transición presidencial. Notifíquese, la novedad entra en vigencia al momento de su publicación. O mejor, ratifíquese, si se considera que el ministro asumió hace casi un año.
La segunda complementa a la primera y la conocimos esta semana: el pago de la deuda al FMI (cuyo acuerdo en su momento fracturó al oficialismo) se hace por adelantado, antes de los desembolsos y compromete reservas que ya no están. Como el gobierno no cumplió las metas en ninguno de los tres planos (fiscal, monetario y de acumulación de reservas) que estaban en el acuerdo original, el pago adelantado equivale a una muestra de buena fe para lograr un nuevo acuerdo con el organismo.
Aunque el nuevo acuerdo también sea “light” y se cumpla a medias como el actual, al menos permite acotar el peso de la “herencia” que recibirá el próximo gobierno. Recordemos que en 2015, como lo contó la entonces presidente en su libro “Sinceramente”, el estímulo electoral alcanzó casi alcanzó casi 1% del PBI. Por todos estos motivos, la expectativa de la velocidad del deterioro macro se modera.
¿Cómo sigue la película?
Pero que se modere la expectativa de deterioro macro no quiere decir que se revierta. Algo de esta mejora de expectativas tiene un deja-vu a jul-22, cuando Massa asumió como ministro. La percepción en ese momento fue que la asunción del ministro funcionó como una estabilización que evitó un choque. Lo cierto es que tampoco alcanzó para revertir el deterioro macro en los meses siguientes, aunque la sequía histórica -que no estaba en los planes de nadie- haya influido bastante también en el resultado final.
Dicho esto, cuando repasamos la perspectiva para los próximos meses vemos que a nivel cambiario tendremos un “zambullón” de reservas netas en terreno negativo que ya antes del pago estaban en USD -2,800 millones, y una vez que se concreten los pagos al FMI (USD 2,700 millones) y cupones de los bonos en los primeros días de julio (USD 1,000 millones) quedarán en un nivel que no tiene precedentes desde la salida de la convertibilidad.
Si además tenemos en cuenta que estacionalmente el segundo semestre siempre viene con una caída, la conclusión es que la presión sobre el tipo de cambio oficial deberá aumentar (o el cepo seguir endureciéndose, o ambas a la vez).
Una perspectiva similar podemos proyectar para el nivel de actividad. Vemos que el Gobierno optó en su momento por ceder reservas para mantener el nivel de actividad. Con reservas netas en estos niveles, esa opción dejó de estar disponible, por lo que el nivel de actividad debería resentirse por esta causa.
Por último, en materia de inflación la perspectiva tampoco cambió. Aún con un panorama de la deuda en pesos mucho mejor al que podría anticiparse hace muy poco tiempo, el mayor déficit estacional del segundo semestre y un nivel de tasa real más alto para contener las presiones cambiarias le “imprime” un ritmo a la dinámica monetaria que hace difícil evitar una aceleración de la inflación.
En síntesis, esperamos que la macro en su conjunto se siga deteriorando en prácticamente todos sus frentes. Por ello, no debería sorprender que medida en conjunto como lo hacemos en nuestro indicador “Consultatio Sentimiento Macro”, la moderación de la caída que antes referíamos nos deje igual cercano a los niveles mínimos del indicador al momento de producirse la transición presidencial.