La semana pasada el FMI aprobó el desembolso de USD 7.500 M, concediendo el incumplimiento de las metas después de la IV revisión. En el comunicado, parece estar clara la redefinición de todas las metas acordadas previamente: fiscal, de financiamiento y de acumulación de reservas. Entendemos que serán metas testimoniales, porque el próximo desembolso (USD 2.500 M) sería recién en noviembre, en otro contexto político, a negociar con el gobierno entrante.

A su vez, el ministro Sergio Massa dejó trascender que el FMI autorizó un esquema de bandas de intervención en el mercado cambiario, aunque no ahondó en detalles sobre límites y montos máximos a operar para evitar especulaciones. Pero más allá del consentimiento del FMI, este esquema dependerá de la disponibilidad de divisas con que cuente el BCRA, que sigue siendo muy limitada.

De los USD 7.500 M que ingresarán en estos días nada quedará como fondos frescos. Más bien compensan pagos ya hechos (USD 2.700 M en junio, USD 2.700 M julio y USD 780 M agosto) con reservas, el uso del swap y préstamos de la CAF y Qatar que habrá que cancelar; el resto será ejecutado en septiembre y octubre cuando deba pagarse capital por USD 3.500 M.

Distintamente, sí podrá contarse con el ingreso de USD 1.300 M por desembolsos que el Gobierno logró de parte del BID y el Banco Mundial, que tienen por detrás la ejecución de proyectos de infraestructura.

Con todo, en términos de la dinámica de reservas la semana pasada puede tomarse como auspiciosa. Además de la financiación de los Organismos, devaluación mediante, el BCRA recuperó su posición compradora en el MULC sumando USD 850 M desde el lunes 14. Es un monto marginal que apenas tuerce la trayectoria que venían reflejando las reservas, pero frenar el drenaje ya es alentador. De todos modos, el panorama hacia delante sigue complicado porque queda atravesar meses en el que la oferta de divisas no crecerá y de dolarización de carteras presionarán al dólar libre.

Las importaciones siguen surgiendo como la variable de ajuste. En paralelo el presidente anunció el ingreso del país al bloque de los BRICS, algo que en lo inmediato no tendrá mayor efecto. El ingreso se efectivizará recién a partir de enero 2024 y como mayor impacto, luego de una integración de capital al banco de los BRICS, el país podrá recibir alguna línea de financiamiento, probablemente destinada a cubrir proyectos de infraestructura. 

No se tratará de fondos para financiar crisis de balanza de pagos o para estabilizar la macro, como operan los giros del FMI. Por tal motivo entendemos que la ebullición que provocó este ingreso, tanto para bien (el oficialismo) como para mal (la oposición), debería evaporarse más temprano que tarde. Por lo pronto internamente, la economía sigue su curso con variables que reflejan un deterioro cada vez más acentuado. La actividad sumó la cuarta caída al hilo en junio y acumula una baja de 1,8% contra diciembre.

Y este dato aún no incorpora la inestabilidad que empezó a reflejarse en julio, pre PASO, ni en agosto, post PASO y devaluación, por lo que es esperable que la dinámica se profundice. Los precios minoristas se aceleran e incrementan los ajustes: el relevamiento de precios LCG refleja el traslado de la devaluación a precios con alzas de 4% y 2,3% semanales en los últimos 15 días, y 33% de productos con remarcación.

El Gobierno se entusiasma con alcanzar registros que no lleguen a los dos dígitos en agosto, pero luce difícil. Desde LCG esperamos subas promedio del 14% para agosto y todavía por encima del 10% en septiembre. Pero, aun así, poco cambia las conclusiones: la economía ya se mueve en un régimen de alta inflación. En este contexto, la ganancia de competitividad por la devaluación quedará rápidamente licuada.

Con un dólar oficial fijado en $ 350 hasta mediados de noviembre e inflación de dos dígitos, en dos meses el tipo de cambio real recuperaría rápidamente los niveles de finales de julio, pero con el costo de haber dejado un piso más alto de inflación, un mayor deterioro en la situación social, sin corregir los problemas de fondo. Por lo pronto, Massa ya le hizo saber al FMI que la devaluación no funcionaría como se esperaba y la apuesta debería ser la de una devaluación fiscal. Así, quedan dudas sobre cómo será la salida del congelamiento de dólar oficial en noviembre, en los días que corren entre las generales y el balotaje.

La ocurrencia de saqueos, orquestados o genuinamente surgidos, ponen en evidencia el deterioro económico, social y moral que vive el país. El panorama macro no ayudará al Gobierno a consolidarse como una opción definitivamente competitiva de cara a las generales de octubre, y tampoco lo hará con la oposición representada en JxC, porque buena parte del electorado la hace también responsable del estado de situación actual.

Seguirá beneficiando a la opción más radicalizada de la oferta electoral, que, de todas maneras, día a día modera su discurso, fiel reflejo del Teorema de Baglini. Quedará por ver cómo será la transición a las generales y de las generales a diciembre.

Sin un programa de gobierno que deje medianamente claras las medidas a aplicar al menos en el corto plazo (pe. la dolarización quedó como reforma de tercera generación, es decir, no se haría de forma inmediata), la incertidumbre ante un eventual triunfo de J. Milei anticipa sus consecuencias al presente. Algo se vio estas dos semanas, pero probablemente no sea lo último. El escenario de las PASO dejó con más o menos competitividad a tres fuerzas políticas y sus planes de gobierno son muy diferentes. Muy posiblemente se avecinen tiempos de mayores turbulencias.