Exportar o no exportar, esa no es la cuestión
En plena recuperación, la mentalidad cortoplacista metió la cola y se prohibieron las exportaciones. Lo que hace la nueva medida (y la anterior) es torpedear la línea de flotación de uno de los pocos sectores dinámicos de la economía argentina. Falta pensamiento estratégico
Los decisores estratégicos argentinos parecen tener una pasión por querer solucionar los problemas con las mismas herramientas que ya fracasaron en el pasado. Ahora le tocó el turno a la carne bovina. En una suerte de vivir con lo nuestro del siglo XXI, primero se prohibieron (casi) por completo las exportaciones y ahora, a grandes rasgos, se estableció un cupo exportador del 50% para algunos cortes y se mantuvo la prohibición total de exportar para otros.
El argumento para sostener esta medida es que el consumo interno está muy golpeado y que es necesario restringir las exportaciones hasta que “se verifique el normal abastecimiento, a precios razonables“ (así está escrito en la resolución 75/2021).
Veamos de dónde venimos y hacia dónde vamos. En 2020 Argentina se consolidó como el 5to mayor exportador mundial de carne bovina. Esto contribuyó a que la cadena bovina pudiese sostener gran parte de los más de 400 mil empleos directos e indirectos que genera en todo el país, incluso ante la peor caída de la demanda interna en dos décadas.
Hoy, el mundo se está recuperando mucho más rápido que la Argentina, lo que favorece a nuestros sectores exportadores y permite una mayor recuperación en el empleo y la producción de la economía nacional. Para un empresario o trabajador que acaba de pasar la peor crisis en décadas esto parece la bocanada de aire fresco que se necesitaba, pero, como es usual, la mentalidad cortoplacista metió la cola y se prohibieron las exportaciones.
Le propongo al lector que me acompañe en el siguiente ejercicio. En mayo, la inflación en alimentos en Argentina fue 50% interanual. Me pregunto, ¿por qué prohibir sólo las exportaciones de carne vacuna? ¿Acaso no están aumentando “desmedidamente” el precio de los demás alimentos también? ¿Los consumidores de carne vacuna tienen coronita? También en mayo, la inflación en prendas de vestir y calzado fue 70% interanual, ¿cómo puede ser que sigan abiertas las exportaciones de textiles? Lo mismo aplica a los autos y las motos ¿Y las PyMEs que necesitan insumos que también se exportan? Siguiendo la lógica planteada por el gobierno nacional, en pos de la igualdad y la equidad en el acceso a los bienes y servicios se deberían prohibir todas las exportaciones hasta que se verifiquen “precios razonables” en toda la economía.
Espero que el párrafo precedente por lo menos lo haya hecho dudar sobre la validez de estas medidas. Pero, ¿qué es lo que realmente está fallando en esta lógica?
Como en muchos aspectos, falta pensamiento estratégico. Esto tiene que ver con entender los incentivos de las partes y saber que los resultados de mis acciones dependen de las reacciones de los demás. En economía esto implica dejar de pensar en términos estáticos y de equilibrio parcial y pensar en términos dinámicos y de equilibrio general. Si movemos una variable o una regla de juego esto hace que los agentes económicos (trabajadores, empresas, inversores, etc.) incorporen este cambio en su proceso decisorio y cambien su comportamiento. Mientras esto ocurre, la economía se mueve hacia un nuevo equilibrio diferente del anterior. El análisis lineal queda invalidado.
Volvamos al caso carnes. La esperanza es que si prohibimos las exportaciones entonces la oferta de carne va a volcarse por completo al mercado interno y, dada una determinada demanda, esto va a hacer colapsar el precio doméstico. Este es el famoso (tal vez no tanto) análisis de equilibrio parcial.
Surgen varias preguntas. Después de la medida, ¿va a seguir existiendo la misma oferta de carnes que antes? Lo más seguro es que no. Si bien en el corto plazo las empresas no pueden ajustar completamente su producción, en el mediano y largo plazo sí lo harán. Esto es lo que ya vimos en el pasado, cuando Argentina prohibió las exportaciones, destruyó gran parte de su stock bovino y catapultó a países como Uruguay y Paraguay al top 10 de los exportadores de carne. Pero las implicancias no son solo en términos de exportaciones; los productores, frigoríficos, transportistas, veterinarios y demás que participan de este negocio también se ven severamente afectados.
Alguien podría decir, bueno pero en realidad la medida que se tomó es algo transitorio, nadie propuso cerrar para siempre las exportaciones. Es cierto. Ahora póngase en el lugar de un productor, empresario o trabajador. Empiezan a surgir preguntas: ¿va a poder cumplir con el próximo envío en tiempo y forma? Y si no puede, ¿cómo se va a pagar a los trabajadores y a los proveedores? ¿Qué contestarle al cliente que pide explicaciones sobre por qué no va a llegar el próximo embarque? ¿Y al inversor que ya no le contesta el teléfono?
En definitiva, lo que hace la nueva medida (y la anterior) es torpedear la línea de flotación de uno de los pocos sectores dinámicos de la economía argentina y, por extensión, golpea a la economía en su conjunto. En especial en lo que respecta a la inversión. Pero la inversión no es sino el reflejo de la producción futura. Y la producción es el reflejo del ingreso. Y este del consumo. Hace dos décadas que Argentina viene golpeando la inversión ¿realmente alguien se sorprende que el consumo de carne sea el más bajo en décadas?