Gran condena para "La Peque": tenía un kiosco de ventas de drogas y le dieron 11 años de prisión
La mujer siguió vendiendo pese a que tenía una tobillera electrónica. Penas unificadas.
En el barrio la conocían como "La Peque". Y todos sabían a que se dedicaba: tenía un kiosco, pero en lugar de golosinas vendía todo tipo de drogas: marihuana, cocaína, pasta base, paco, de todo un poco.
A pesar de que la habían detenido y tenía varias causas en trámite, por la cual le impusieron una tobillera electrónica para no salir de su casa en el barrio Zavaleta, donde se encuentra la villa 21-24, seguía con el comercio de drogas como si nada pasara.
Es el mismo barrio donde esta semana se inauguró un Centro de Atención Comunitaria donde antes funcionaba un bunker para vender drogas y que cambio de destino gracias al impulso del Padre Toto de Vedia, que encontró eco en las autoridades porteñas.
Ahora La Peque recibió una pena de 11 años de prisión, tras la acusación de la Unidad Fiscal Especializada en la Investigación de Delitos vinculados a Estupefacientes, a cargo de la fiscal Cecilia Amil Martín.
Pese a tratarse de narcomenudeo, los 11 años de condena se deben a la unificación de penas por la condena previas y teniendo en cuenta sus antecedentes. La decisión la tomó el Juzgado N° 14 , a cargo de Gonzalo Viña.
El caso se inició a raíz de la denuncia de un vecino y la fiscal Amil Martín enconmendó la realización de tareas de campo a la División Operaciones Sur de la Dirección de Lucha Contra el Narcotráfico y Venta Ilegal de Drogas de la Policía de la Ciudad.
Durante la investigación se pudo constatar que la mujer vendía drogas a través de un kiosco ubicado en uno de los pasillos del barrio, y que usaba un domicilio cercano como lugar de guarda de la droga.
Tanto vecinos como efectivos de la policía dieron cuenta del movimiento que había sobre los techos que conectan las dos viviendas identificadas, desde donde la droga le era entregada por el techo a “la Peque” para su posterior venta.
Los agentes policiales pudieron notar las colas que se formaban en el pasillo del kiosco para comprar drogas, y la circulación de personas a toda hora que se iban manipulando pequeños envoltorios plásticos , así como también la presencia de “soldados” que permitían el acceso a los compradores y alertaban al notar presencia policial.
La condena se logró luego del último allanamiento realizado, en el que se le secuestraron un total de 245 gramos de cocaína, 143 de pasta base y 165 de marihuana, distribuidos en pequeños envoltorios plásticos.