El crudo relato de una de las tripulantes del milagroso avión que "flotó" en el canal de Beagle: "Aprendí a que mi vida puede depender de mi compañero"
Se cumplieron 32 años de un vuelo que marcó un precedente en la aeronavegación argentina. Un Boeing 737 de Aerolíneas siguió de largo en la pista de Ushuaia y terminó en el agua helada del canal de Beagle. Sin víctimas fatales, pero con varios heridos y un copiloto inconsciente. Patricia "Pata" Yurgel le contó en exclusiva a Data Clave cómo fueron "los 23 segundos más eternos de su vida". Del silencio de los pasajeros al temor por un atentado.
Era un 26 de septiembre de 1988 cuando en la ciudad de Ushuaia un avión Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas siguió de largo por la pista de aterrizaje y terminó "flotando" en el mar helado del canal de Beagle. Sin víctimas fatales, pero con un trasfondo repleto de desesperación, miedos y muchos heridos. El profesionalismo de la tripulación de cabina, clave para evitar una tragedia.
En el vuelo AR 648 de la línea de bandera nacional viajaban 62 personas en un contexto normal: sin turbulencias, con clima despejado y un implacable sol de mediodía. Sin embargo, en el momento de aterrizar, hubo "un toque por los fuertes vientos" y la historia dio un giro hacia una película de terror.
"Cuando el avión tocó la pista, hasta que paró definitivamente en el agua, pasaron 22 segundos. Son 22 segundos que parecieron toda una vida, donde uno piensa 'me voy a matar'. Cuando el avión paró en el agua, recién ahí me di cuenta de lo que estábamos atravesando", le comenzó diciendo Patricia "Pata" Yurgel a Data Clave, una de las tripulantes de cabina que fue determinante en salvar todas las vidas de ese vuelo.
Pata -como a Patricia le gusta que la nombren- actualmente es la secretaria de Seguridad de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), donde coordina trabajos de logística con su compañero Juan Pablo Brey como secretario general. Ya 32 años después del accidente, y con 63 años, sigue cumpliendo funciones como jefa de Cabina para los vuelos internacionales.
"En lo personal nunca sufrí emocionalmente la situación, siempre estuve preparada para situaciones límites y esta no fue una excepción", menciona sin darle tanto clima de horror a una situación que dependía en muchos aspectos de sus soluciones rápidas en términos médicos y de coordinación.
Data Clave: ¿Cómo fue el proceso post-aterrizaje en el agua?
Patricia Yurgel: Nosotros teníamos que salir y solamente estaba abierta la puerta delantera y una ventanilla que abrió una auxiliar nueva en ese entonces, Fabiana Portella, que en ese entonces estaba en proceso de habilitación. Curiosamente los pasajeros, contrariamente a lo que la gente cree, estuvieron absolutamente en silencio. A veces pienso que si no los sacábamos del avión todavía seguían sentados.
DC: ¿Y cómo se pudo evacuar a toda la gente? ¿Usted también salvó al copiloto, verdad?
PY: Poder abrir la ventanilla solucionó buena parte de problema para que todos pudieran salir. Los pilotos estaban sorprendidos porque el cambio del tiempo fue muy brusco. El copiloto Guillermo Richard, a quién yo saqué inconsciente, tuvo un golpe en la cabeza y en el estómago perdiendo el conocimiento en pleno aterrizaje. Lo recuperó una hora después. Es más, tuvo amnesia de shock después del accidente. Hoy le preguntás y todavía no se acuerda de ese lapso.
La aeronavegante explicó también que "el aeropuerto antiguo de Ushuaia tenía características particulares, tenía un formato de portaaviones, y era una zona complicada por los vientos". "Ahora hay medidores de vientos y mangas, pero en ese momento era a criterio del torrero. Ahora no hay ningún problema, de hecho aterrizan aviones de gran porte. El problema fue del viento y meteorología. No hubo cuestiones técnicas ni problemas de infraestructura", agregó.
En ese entonces el avión estaba flotando en el agua y todavía no llegaba Prefectura ni el equipo de asistencia para sacar a los pasajeros. Sin embargo, lo único que pensaba en aquel entonces "Pata" era que "el avión se prendía fuego, porque además de levantar polvo en tierra, las turbinas elevan vapor por el contacto con el agua". Parece una película al estilo americano, pero no, fue un hecho real en nuestra Patagonia.
Tras rescatar al copiloto inconsciente, en una acción de heroísmo y compañerismo, se quebró siete costillas. Una de ellas tuvo un desprendimiento y le terminó perforando un pulmón, situación por la cual tuvo que ser intervenida de manera quirúrgica.
Pero allí no termina la historia, tras el efectivo rescate de los 62 pasajeros y todo el equipo profesional, aún con la lesión mediante, lo único que pensaba era en conseguir un teléfono. Había uno sólo de línea en el aeropuerto- para comunicarse con Buenos Aires y llevar tranquilidad.
DC: ¿Por qué después del rescate su primera necesidad fue comunicarse con Buenos Aires?
PY: Quería confirmar que todos estábamos bien, pero había algo más, y era que ya estaban especulando con que se trataba de un atentado. De los 62 pasajeros tres de ellos eras Fiscales Federales y estaban tras una investigación de una estafa en el Sur. Los bomberos que socorrieron lo primero que pensaron fue eso.
Patricia no lo recordaba muy bien, pero efectivamente fue así. Una comitiva judicial, integrada por el juez federal Nro 2 Miguel del Castillo, el secretario Alberto Huarte Petit, y los fiscales Oscar Ciruzzi y Cecilia Pombo -de ella recuerda haber caído encima tras el aterrizaje-. Allí debían investigar una maniobra con el reintegro del IVA, una estafa millonaria basada en el incentivo a la producción de lenga (árbol llamado Roble de Tierra del Fuego).
Pero como bien aclara, las condiciones climáticas y el giro inesperado por los fuertes vientos generó la novela que pudo terminar en tragedia. La tripulante pudo descansar recién cuando todos salieron con vida y se pudo notificar a Buenos Aires la situación. Y agrega también, que su miedo en aquel entonces era que "el avión se había partido en dos y hasta se había generado un agujero en el medio", por lo cual "temía que algún pasajero se haya deslizado y termine en el fondo del agua", ya que "no tenían noción de a cuánta profundidad del mar estaban".
DC: ¿Qué enseñanza le dejó ese emblemático vuelo?
PY: Esa experiencia me hizo aprender que a veces mi vida puede depender de mi propio compañero, como el caso de mi compañero copiloto. Siempre fui agradecida por lo aprendido en mi trayectoria con la empresa. Uno nunca quiere demostrar todo lo que uno aprendió, pero ese fue el momento clave.