El nombre Carlos Eduardo Robledo Puch resuena en la historia criminal argentina como el del asesino en serie que, a sus 71 años, sigue siendo el preso con más tiempo en detención en el país. Conocido como el Ángel de la Muerte, Robledo Puch fue condenado a reclusión perpetua más tiempo indeterminado por los once homicidios que cometió entre 1971 y 1972 en la zona norte del Gran Buenos Aires. Sin embargo, en las últimas horas, una decisión judicial ha dado un giro inesperado: la posibilidad de su libertad está más cerca.

A través de una resolución reciente, el camarista Oscar Quintana aceptó la incorporación de Robledo Puch al régimen abierto de detención, como parte del Programa Casas por Cárceles de la Unidad 25 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Este cambio de régimen, que implica la posibilidad de su traslado a un penal de régimen semiabierto, podría ser el último paso antes de que Robledo Puch vuelva a las calles, siempre y cuando acepte este beneficio.

Pero Robledo Puch, quien alguna vez dijo: “No quiero algo nuevo porque estoy acostumbrado a esto”, ha mostrado actitudes de resistencia ante la posibilidad de salir. En entrevistas con peritos, manifestó que no aceptaría ninguna condición que no sea “la libertad o nada”. Su conducta en estas evaluaciones ha sido conflictiva, según un informe psicológico, “en el transcurso de la entrevista, se tornaba cada vez más violento y verborrágico, hablando y gritando, sin admitir respuestas del interlocutor”. Este comportamiento podría complicar su caso, ya que para obtener la libertad condicional, la ley exige peritajes psiquiátricos y psicológicos positivos.

Con casi 53 años en prisión, Robledo Puch es el reo más longevo en el sistema penitenciario argentino, cumpliendo la mayoría de su condena en Sierra Chica, el mismo penal en el que, tras varias décadas, ha mostrado una notoria adaptación. Pero su tiempo tras las rejas está marcado por incidentes y declaraciones que reflejan la dificultad de reinsertarse fuera de las paredes de la cárcel. “Si no me dejan irme, prefiero quedarme en una casa dentro del penal”, expresó en más de una ocasión, dejando ver su preferencia por la vida que construyó en prisión.

El traslado al régimen abierto podría concretarse cuando se libere un cupo, y Robledo Puch deberá ser convencido por su defensa para aceptar esta nueva modalidad. No obstante, con su historial de resistencia, esta aceptación aún pende de un hilo.

Para la justicia argentina, este proceso conlleva una doble lectura: garantizar la legalidad del beneficio, mientras se toma en cuenta la peligrosidad que Robledo Puch podría seguir representando. Aún si aceptara el traslado, será fundamental que los informes psiquiátricos certifiquen una actitud positiva y una disposición mental adecuada para enfrentar la libertad.