“El Gobierno secó el bosque y Javier Milei hace las chispas”, dijo el ex ministro de Economía Hernán Lacunza cuando el dólar se acercaba a la barrera de los $1.000.

Lacunza no habla como un analista político, sino por haber sido protagonista del freno a la corrida cambiaria del 2019. Esa que comenzó en agosto de ese año cuando la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner le ganó las PASO ¡por 15 puntos!, a la de Mauricio Macri y Miguel Pichetto.

El dólar cerró el viernes anterior a los comicios a $44, y el lunes no se conseguía a $55. El entonces ministro de Economía, Nicolás Dujovne entró en pánico, y la divisa solo se estabilizó en $60, es decir con una devaluación del 33%, cuando Fernández consideró que ese “era un buen precio”.

Al sábado siguiente a las PASO, Lacunza tomó las riendas del Palacio de Hacienda, y tuvo que aguantar los nuevos embates de Fernández (si, el mismo que hace cuatro años es presidente), quien decía que no iba a tomar más deuda, lo que llevó al FMI a negarse a desembolsar unos US$5.000 millones que le debía al gobierno de Macri, quien había cumplido con sus deberes.

La presión de Fernández solo terminó cuando Lacunza advirtió públicamente que “las reservas (del Banco Central) están para ser usadas”, dejando en claro que iba a vender todos los dólares que fueran necesarios para mantener a raya el precio de la divisa.

Al final, Lacunza le dejó “reperfilada”, es decir, pendiente de negociación, los pagos de la deuda en pesos, unos US$13.000 millones en el Banco Central, y un dólar a $60.

Tanto aquella historia como la de ahora, no son nuevas. El precursor de “patear al caído” fue Carlos Menem. En medio de la hiperinflación de los últimos años de Raúl Alfonsin, se celebraron las elecciones anticipadas en mayo.

Después del triunfo de la fórmula Carlos Menem-Eduardo Duhalde el dólar se estabilizó en torno a los 280 Australes (el signo monetario de esa época), y le dio un respiro a los angustiados argentinos.

Pero duró poco. Guido di Tella, quien fuera luego canciller del gobierno menemista, salió a decir “cuando nosotros seamos gobierno el dólar va a estar alto, recontra alto”, y una vez más, el fuego encendió la pradera. Para julio, cuando asumió el dólar rondaba los $665, una devaluación superior al 100% en apenas 60 días.

Ahora, Javier Milei reitera (porque no es la primera vez que lo dice) que “el peso es excremento”. Habla como si fuera un agente financiero más, y no con la responsabilidad de un candidato firme a la presidencia, y en una semana el dólar sube 25%.

También es cierto que el incendio no hubiera ocurrido si la pradera no estuviera seca, recontra seca. Sergio Massa lanzó después de las PASO un nuevo plan “platita” mas ambicioso que el de Martín Guzmán, y en peores condiciones, ya que el Banco Central tiene reservas negativas.

Quien tiene un peso, compra dólares, y si no puede hacerlo, compra “algo” porque no se quiere quedar con una moneda que cada vez vale menos.

En esa desesperante situación, de una inflación del 26% acumulada durante agosto y septiembre, la tercera candidata, Patricia Bullrich, ¡y los bancos!, llamaron a tener prudencia.

Una paz algo difícil obtener cuando nuestra historia reciente no la brindó y se crean las condiciones para que los que están con antorchas puedan incendiar la reseca pradera.