Martín Insaurralde, y el dilema de la bigobernación: Axel Kicillof cede poder en pos del 2023
El jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires se convirtió en el hombre de consulta permanente y en el faro de los intendentes en el camino por la ansiada gobernación. Nexo legislativo, recomendaciones a pedido y alianza con Máximo. El nuevo rol del actual gobernador tras la derrota en las PASO y la revuelta de los jefes comunales. Cuál es el escenario para después de noviembre.
“Los intendentes entienden de necesidades”. Con esa frase, un jefe comunal del Conurbano simplifica cuál es hoy la importancia de Martín Insaurralde en el ejecutivo bonaerense. Son cinco palabras. No más. Pero en ellas está el canal necesario para comprender por qué hoy el lomense se mueve como un segundo gobernador por la Provincia.
“Martín sabe cuál es su rol a la perfección. Si lo vienen a buscar, responde. Y si no lo llaman, va. Entiende la política de una manera simple”. Refuerza. Claro, el oriundo de Lomas de Zamora llegó a la jefatura de Gabinete con el objetivo de bajar la rabia pos electoral y, principalmente, convertirse en el vehículo de confianza para que los intendentes vuelvan a abrazar la causa provincial tras una derrota que también tuvo repercusión en sus distritos y que los dejó en evidencia con los vecinos.
Sin embargo, en poco más de un mes, Insaurralde pasó a ser la fuente de consulta permanente del oficialismo y la llave que encontró la oposición para poder abrir un gobierno que, según manifestaron en repetidas oportunidades, nunca les permitió ser parte. En otras palabras, que gobernó con los 14 puntos de diferencia obtenidos en 2019 como eje de distancia. Pero las primarias cambiaron las cartas.
Insaurralde arribó a la Provincia el 20 de septiembre, horas después de que el gobernador hiciera lo propio desde Río Gallegos, adonde había viajado para reunirse con la vicepresidenta Cristina Kirchner para terminar de cerrar los cambios que se llevarían a cabo en el gabinete y que también había sido aprobados por Máximo Kirchner, con quien el lomense mantiene una alianza política de peso y la cercanía de compartir diferencias con el gobernador.
Desde entonces, Insaurralde ni siquiera se acomodó en la oficina que le había dejado Carli Bianco, principal alfil de Kicillof, para llenar la agenda. En los primeros días pasaron los jefes comunales del Frente de Todos de casi todos los distritos, más los principales candidatos en donde el FdT no es gobierno. A la semana, el teléfono de Insaurralde pasó a ser el más consultado desde los distritos.
Y no solo por el oficialismo. La oposición también encontró en “el intendente” lo que Kicillof todavía no pudo darles. “Martín entiende el juego. Sabe cómo están las cosas hoy. Siempre fue empático. Al final, siempre el político se impone por sobre el técnico”, sostiene, sin mencionar en la comparativa al gobernador, un dirigente cercano a Insaurralde.
Tal es la influencia que logró el lomense que ubicó a varios de sus principales delfines en el ejecutivo para imprimirle el pejotismo que la Provincia, con su voto, evidenció que no tenía representación a la hora de elegir. Además de Juan Pablo de Jesús y Mario Oporto, a quienes posicionó bien cerca, ahora también buscaría propiciar la llegada del senador bonaerense, el también lomense Adrián Santarelli, a otra dirección interna de Gabinete.
“También buscó referencias para Seguridad”, le dijeron a Data Clave. Tiene sentido. Sergio Berni se muestra fiel al gobernador Axel Kicillof en medio de los rumores internos de renuncia pos elecciones. No hay que olvidar: el actual ministro podría ser un probable rival de Insaurralde en la carrera por 2023.
Con este escenario, Kicillof pasó a ocupar un nuevo rol dentro de la gobernación y en la previa de las PASO. Con menor participación activa, el mandatario provincial apeló a la épica de las mateadas previas a su asunción para recuperar algo del cuerpo a cuerpo que la pandemia, y su cargo, le negaron para poder reconvertirse para lo que será la segunda mitad de un gobierno que hoy expone otro comando de fuerza.
Basta con ver el pacto entre el FdT y Juntos del pasado jueves en la Legislatura para entender cómo Insaurralde llegó con el fin de generar los consensos para reducir los márgenes de negociación en lo que representa un ambiente hostil para Kicillof, con el Senado en minoría. El mismo gobernador que meses atrás perdió a su principal baluarte, Daniel Gollán, por expreso pedido de Nación.
Y es que además de la exención al impuesto inmobiliario para reactivar el turismo, el lomense se anotó su primer poroto legislativo al oficiar de nexo con la oposición para que Juntos ceda ante la necesidad de oficiar la llegada de Alejandro Formento al directorio del BAPRO, para alcanzar el quorum.
A cambio, Insaurralde prometió renegociar cargos en diciembre. Un paquete que, entre otras cosas, contiene más butacas en el BAPRO y en la Suprema Corte bonaerense, entre otros.
Es que, sin dudas, desde la renovación de las butacas legislativas, Insaurralde contará con mucha presencia de peso en ambas cámaras con la llegada de los intendentes Mariano Cascallares, Walter Torchio y Alejandro Dichiara más la presidencia de Diputados a cargo de su delfín Federico Otermín y la presidencia del bloque de la Cámara baja a cargo de Facundo Tignanelli, con quien tiene buena llegada.
Así las cosas, el jefe de Gabinete camina la casa de gobierno bonaerense con la espalda ancha. A sabiendas de que más temprano que tarde podrá evidenciar el deseo de, al fin, cambiar de oficina.