Un conjunto de decisiones médicas cuestionables y una responsabilidad directa en las operaciones que realizó. El médico Aníbal Lotocki fue procesado esta semana por homicidio simple”, al ser considerado responsable del fallecimiento de Cristian Zárate, un hombre de 50 años al que Lotocki operó y que falleció horas después. El procesamiento incluye el embargo por 4.804.700 de pesos y la obligación de presentarse ante el juzgado cada 15 días.

Para el juez Luis Schelgel, existieron muchísimas irregularidades en la forma en que se operó a Zárate, un empresario que había contactado a Lotocki para realizarse una operación estética que consistía en una lipoescultura y dermolipectomía. No obstante, desde el momento en que se ordenaron los primeros estudios, para el magistrado no se trató el caso como se debía.

“Dado que Zárate era tabaquista (consumía tres atados de cigarrillos diarios), había padecido Covid-19 y tenía Diabetes Mellitus II (DM2), Lotocki debería haber ordenado estudios complementarios (estudio de laboratorio de glucemia en ayunas y determinar valores de insulinemia y hepatograma, a fin de poder determinar un diagnóstico diferencial entre diferentes cuadros que cursan con aumento de glucosa en la sangre y evaluado hemoglobina glicosilada) y, no mediando urgencia en la intervención de cirugía estética programada, realizarla más adelante”, sostuvo. En esa línea, tampoco Zárate fue evaluado por un especialista en neumonología.

A pesar del estado de la pandemia y con las restricciones para conseguir UTI (lugares en terapia intensiva), el procedimiento estético se llevó adelante. La primera intervención duró prácticamente cinco horas y abarcó distintas zonas del cuerpo: cuello, hombros, pectorales, brazos, axilas, cara anterior del abdomen, pelvis, región lumbar y sacra y glúteos. De acuerdo al análisis que se hizo en la causa y al que se llegó a través de distintos testimonios médicos e incluso una Junta Médica, lo recomendable hubiera sido efectuar los procedimientos en distintas etapas.

Una de las cuestiones que llamó la atención que Lotocki incluso salió durante la operación unos cuarenta minutos porque tenía una audiencia virtual con su letrada” y en ese lapso habría dejado a cargo de la intervención a sus ayudantes. Zárate fue trasladado pasadas las 14 a una habitación pero subió al quirófano de nuevo a las 18, donde estuvo dos horas. Sobre lo que sucedió en esa oportunidad, no hay registros: la historia clínica no tiene nada. Se pudo establecer que a esa altura Zárate ya estaba muy dolorido y que entonces se habría procedido a abrir la herida en la zona del ombligo para verificar su estado y sepsis y luego se lo habría suturado nuevamente.

La víctima quedó internado la noche del 15 de abril en CEMECO, un lugar que no estaba habilitado para internaciones, ya que carecía de UTI (Unidad de Terapia Intensiva) como para afrontar “las dificultades que pueden producirse en una cirugía como la que le fuera practicada”. Lotocki se retiró del centro médico pasadas las 20 y dejó a Zárateabandonado a su suerte, a sabiendas que estaba dolorido y que hubiera sido necesario trasladarlo en ese preciso momento a un centro de mayor complejidad, para que atraviese su postoperatorio que requería de internación”.

Tal como contó Data Clave en 2021, CEMECO no estaba en regla. El centro médico figuraba a cargo de Claudio Conde, director médico del lugar. Sin embargo, Conde tuvo un ACV en 2017 con secuelas que continuaban hasta el momento en que se hicieron los allanamientos post muerte de Zárate. Es decir, el médico que debe supervisar y hacerse responsable de todo no está en condiciones desde hace cuatro años. Cuando se hizo la inspección y el Ministerio de Salud entró al lugar, se observaron quirófanos sin las condiciones mínimas de higiene; no existían suficientes camas de recuperación para la cantidad de quirófanos; se realizaban cirugías no consideradas ambulatorias y se habían instalado habitaciones de internación pese a que no lo tenían habilitado. En botiquines encontraron también medicinas vencidas. 

“Lotocki puso en peligro la vida de Zárate, quien pasó una noche signada por dolores. No cenó ni durmió”, se reconstruyó en el fallo sobre lo que sucedió después de las intervenciones. A la mañana siguiente, seguía con muchísimo dolor y hubo una serie de medidas que incluyeron darle medicación y luego transfundirlo, sin que conste quién y cómo se lo transfundió. Recién pasado el mediodía, arribó ayuda externa. Sin embargo, para ese momento y tras una mañana donde la asistencia fue profundamente deficiente, el empresario ya había fallecido.

“Hay que agregar que todo se dio en un momento crítico de la situación de pandemia, circunstancia en la cual no tenía asegurada una UTI (Unidad de Terapia Intensiva) de resguardo para trasladar al paciente en caso de que lo requiriese. Lotocki no contempló antecedentes clínicos para evaluar demorar la intervención por nuevos estudios -DBT tabaquismo y Covid-. Tampoco informó de los riesgos de la intervención, en el momento y en el lugar que lo intervino. No realizó protocolo alguno de la información que le dio a Zárate ni la validó con los consentimientos”, se detalló.

“No realizó los procedimientos quirúrgicos en diversas etapas y, por el contrario, los concentró en un mismo acto. No monitoreó al paciente de cerca una vez finalizada la intervención, carecía de laboratorio de análisis clínicos y no los ordenó cuando resultaron imprescindibles. No reservó unidades de sangre prevista para el paciente en caso de complicaciones y debió recurrir a dos unidades de plasma reservadas para otra paciente, no tenía la posibilidad de tener una UTI de resguardo en contexto de pandemia, siguió operando al día siguiente sin asistir a la habitación a controlar personalmente al paciente a pesar de no haber presentado una buena recuperación durante la noche posterior a la cirugía, no intervino ante la descompensación del paciente y alteró el parte quirúrgico una vez fallecido”, se enumeró.

“La suma de las acciones errores de Lotocki en todo, absolutamente todo el desarrollo del plan quirúrgico que pensó y fue pensando para intervenir y atender a Zárate, prueba que el imputado era consciente de que existía el peligro concreto de que el tipo penal de la figura de homicidio se podía realizar”, consideró el juez.

“Está comprobado que Zárate no falleció por un problema estructural de salud previo que no fue advertido en los escuetos exámenes prequirúrgicos que le practicó Lotocki, ni por culpa de las ambulancias que tardaron en llegar a CEMECO, ni porque estaba apurado por ser operado, ni porque intervino la mala fortuna, sino pura y exclusivamente porque, como bien propone el Fiscal de la causa, el acusado se representó que el paciente podía morir y, aún así, nada hizo para evitarlo”, resaltó.

"Esto es, a pesar de tener conciencia de los múltiples riesgos a los que sometía a su paciente, Lotocki fue más allá de lo que se conoce como una violación objetiva al deber de cuidado en el ámbito quirúrgico, y no sólo previó la posibilidad de la muerte de Zárate sino que la aceptó y actuó según sus propios intereses, que consistían en operarlo a toda costa antes de una eventual restricción (veda) por la pandemia y para asegurarse terminar de cobrar sus honorarios (percibidos en la más absoluta informalidad)", manifestó el magistrado.

En la misma resolución, ordenó la indagatoria del médico cirujano ayudante, del médico anestesista, del anestesiólogo, de la médica especialista en terapia intensiva y de la instrumentadora quirúrgica.