La muerte de Zanarini abre otra disputa en el oficialismo que enfrenta a CFK y los gremios
El Presidente deberá resolver al reemplazante del ex titular de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), que falleció este martes. La CGT puja para ocupar ese sillón clave, pero la vicepresidenta tiene una candidata para recuperar ese lugar y avanzar con la reforma al sistema de salud.
Una vez más se abre una disputa de poder en el Frente de Todos. Y otra vez, se origina a partir de la muerte de un funcionario. Falleció este martes Eugenio Zanarini, que se desempeñaba al frente de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), un organismo clave que administra los fondos de las obras sociales sindicales.
Zanarini respondía al ex ministro de Salud, Ginés González García, que había logrado colocarlo en ese cargo por encima de las pretensiones de la CGT y del kirchnerismo. Sin Zanarini, y con González García fuera del Gobierno, Alberto Fernández deberá tomar una decisión clave y mediar entre dos polos de la coalición oficialista.
Tanto la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, como los sindicalistas, tienen nombres para aportar. Nombres que fueron mencionados en los albores del Gobierno de Alberto pero que fueron relegados por el candidato de González García.
La candidata del kirchnerismo es Liliana Korenfeld, que ya supo ocupar ese lugar y que actualmente se desempeña al frente de la Dirección de Ayuda Social del Personal del Congreso de la Nación (DAS). Fue designada, justamente, por la titular del Senado.
Dentro de los gremios, son dos los dirigentes que encabezan esta negociación: el secretario general de la CGT, Héctor Daer (Sanidad) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), secretario de Acción Social de la CGT. El nombre que aportan los “gordos” es el de David Aruachán, médico cirujano, ex presidente de la obra social de Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) y que hoy ocupa el rol de gerente general en la SSS.
Pero es más que nombres lo que se juega en esta designación. En primer término, esto ocurre en una situación dramática que atraviesan las prestadoras de salud en el país, debido al impacto de la segunda ola de contagios de coronavirus, que mantiene saturado al sistema sanitario, generando a su vez un rojo en las arcas de las obras sociales.
Esta situación iba a reunir este fin de semana al presidente Alberto Fernández y los referentes gremiales. La cumbre no fue suspendida, pero esto podría ocurrir tras la muerte de Zanarini y el posible viaje del presidente a Europa fijado para la semana entrante.
La central sindical pretende que el sucesor de Zanarini sea alguien que pueda administrar los intereses de todos los actores del sistema, tanto privados como de la seguridad social, sin favoritismos. Un perfil que tenía el fallecido funcionario y que fue resaltado por su amigo y mentor González García en la despedida efectuada a través de twitter. “Eugenio fue un servidor público excepcional, respetado por todos los sectores”, dijo el ex titular de la cartera sanitaria.
Pero hay otra discusión que se reaviva con esta vacante, y esta discusión está relacionada a la iniciativa del kirchnerismo de reformar el sistema de salud, proyecto que introdujo la vicepresidenta en el debate público en un acto en La Plata en diciembre del año pasado, y que generó temor en los gremios.
Ese proyecto, que quedó postergado pero que aún está en la agenda de CFK, propone una integración de todo el sistema. Un sistema único, que implicaría una reestructuración de todo en la estructura sanitaria. El kirchnerismo ya tenía redactado un borrador de esta iniciativa, elaborado por Soberanía Sanitaria, la organización que encabeza el viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Nicolás Kreplak.
Esto no le agrada a los gremios, el principal actor dentro del Sistema Nacional de Salud, porque entienden que les quitaría poder: según datos del 2018, catorce millones de argentinos integran el Sistema Nacional de Obras Sociales que se financia con el aporte de los trabajadores y los empleadores, y que depende de los sindicatos.
La discusión resurge con la muerte de Zanarini. Y promete tensionar las flojas cuerdas que sostienen la coalición gobernante.