La gente está preocupada por la economía y los políticos por sus cargos
La inflación desciende lentamente: en julio rondaría 2,6/2,8%. Nuevo cruce entre Martín Guzmán y el kirchnerismo, el ministro de Economía quería reducir a solo $1.500 el bono para los jubilados (en vez de los $5.000 otorgados). Los jubilados que reciben la mínima perdieron en los últimos 18 meses 3,9% de su poder adquisitivo, deterioro que llega al 11,7% en el caso de la máxima. Siguen las críticas de ciertos sectores del oficialismo por la "falta de un programa económico”. En BCRA frenó el giro de utilidades empresas multinacionales. En la City estiman que continuarán las restricciones para el movimiento de divisas y anticipan que es difícil que baje mucho la brecha entre el dólar oficial y los alternativos. Tras la denuncia de envío de municiones a Bolivia del Gobierno, dicen que se vendría un nuevo escándalo internacional que salpica al macrismo.
En momentos en que las encuestas muestran que la economía es la mayor preocupación de la gente, el avance en la vacunación reviste importancia no sólo por la cuestión sanitaria, sino porque permitiría evitar cierres que afecten la actividad económica. Lo concreto es que en los últimos meses la actividad ha tendido a plancharse. Por esta razón es que el Gobierno intentará inyectar dinero en los bolsillos para alentar la recuperación.
El primer inconveniente que encuentra en este sentido es la persistencia de una elevada inflación. Esta semana se conoció que la inflación nacional fue de 3,2%, desacelerándose sólo 0,1 punto porcentual respecto al mes anterior. De esta manera, el primer semestre del año cerró con una suba de precios de 25,3% -50,2% en la comparación interanual-.
Un dato relevante es que, a pesar de la menor depreciación del peso (el Banco Central está devaluando a razón de 1% mensual, es decir la tercera parte de la inflación) y que las tarifas están “planchadas”, hasta ahora el equipo económico no logró que la suba de precios sea inferior a 3%.
En este sentido, resulta interesante analizar la evolución de la inflación núcleo (es decir la que excluye bienes y servicios regulados o con un componente estacional) ya que refleja con más precisión la “inercia” que muestra la dinámica de los precios.
El índice de precios al consumidor núcleo subió en junio último 3,6% y viene ubicándose por encima del 3,5% desde octubre del año pasado, dando cuenta la importante rigidez presente en el proceso inflacionario, especialmente considerando que no hubo un salto importante del tipo de cambio oficial.
Con todo, las consultoras privadas consideran que el Banco Central tiene posibilidades de controlar el dólar y que la decisión política será mantener inalteradas las tarifas. En estas condiciones, prevén que la inflación en los próximos meses pueda ubicarse ligeramente por debajo de 3%, en el orden de 2,8%.
Transcurrido medio mes, las primeras estimaciones privadas sobre la inflación de julio anticipan una variación del orden de 2,6/2,8%. En este sentido, los precios regulados siguen tirando para abajo al índice pero no parece ceder de manera significativa la suba en los precios de los alimentos, el rubro que más preocupa al Gobierno.
Se trataría de una desaceleración menor, aunque permitiría que en la segunda parte del año se registre una parcial recuperación del salario, al menos en el sector formal. Al respecto, el Gobierno dio rienda suelta a los sindicatos para que vayan logrando aumentos que tiendan a acercarse a la inflación. Así, los convenios paritarios de los principales sindicatos en promedio fueron en aumento, pasado de ajustes de 31% en marzo a 43% en junio.
Cabe aclarar, no obstante, que esta mejora en los salarios se circunscribirá a los sectores formales. Para los 8 millones de trabajadores en negro el panorama es distinto y cálculos privados arrojan que, aceleración inflacionaria mediante, seguirán perdiendo poder adquisitivo.
Otro de los sectores que han venido sufriendo son los jubilados y pensionados. El Gobierno acaba de otorgar un bono de 5.000 pesos para aquellos que ganen hasta dos haberes mínimos.
Un dato muestra que la interna en el gobierno continua: el bono a los jubilados constituye una nueva derrota del ministro de Economía, Martín Guzmán, que infructuosamente intentó limitar a 1.500 pesos el refuerzo para la clase pasiva, según se señala en fuentes del entorno de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Y esto fue así pese a que estudios privados dan cuenta del profundo ajuste que vienen sufriendo las jubilaciones. Se estima que el bono a los jubilados demandará unos 30.000 millones de pesos, sólo una parte menor de los más de 260.000 millones de pesos que se ahorraron desde marzo del año pasado por haber suspendido la fórmula de movilidad de 2017.
En el último año y medio la inflación acumuló 70,6% menos que el 63,9% que fueran ajustadas las jubilaciones mínimas. La jubilación máxima quedó más retrasada ya que subió 50,6%. De esta manera, los jubilados que reciben la mínima perdieron en los últimos 18 meses 3,9% de su poder adquisitivo deterioro que llega al 11,7% en el caso de la máxima.
Críticas
Si bien nadie cree que vaya a haber un cambio en la conducción económica, los malos resultados en materia de control de la inflación tienden a acentuar la crítica que sotto voce se realiza desde el kirchnerismo en contra del Palacio de Hacienda. En estas filas hay quienes consideran que “se carece de un programa económico, de políticas básicas para generar empleo y aumentar la producción”.
En lo inmediato, y como se señaló, para el Gobierno es central mantener lo tipos de cambio, oficial y alternativos, bajo control para que no impacten sobre los precios y por lo tanto terminen deteriorando el poder adquisitivo.
Con este objetivo, la Comisión Nacional de Valores y el Banco Central dispusieron medidas que apuntan tanto a cerrar el acceso a las divisas como a “ocultar la brecha entre el oficial y las operaciones con títulos, en un procedimiento que recuerda a las prácticas del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno”, según ironizó un analista del mercado.
Cuando se analiza el comportamiento del dólar Contado con Liquidación, el viernes cerró en torno de 166 pesos, resulta que en términos históricos se encuentra en valores relativamente elevados, aunque lejos del extremo de 300 pesos (a valores de hoy) que alcanzó el dólar en la hiperinflación de 1989.
El problema es que las empresas tienen muchos pesos que están deseando desprenderse bajo la forma de dividendos y giros al exterior que naturalmente tenderán a canalizarse a monedas duras en cifras que suman cientos de millones de dólares, según sostienen en el mercado de cambio. De ahí que saquen dos conclusiones: que continuarán las restricciones del Banco Central para el movimiento de divisas y que difícilmente baje mucho la brecha entre el dólar oficial y los alternativos.
En este contexto se interpretan algunas “desprolijidades” en las normas del Banco Central, según señalan analistas. Particularmente hacen referencia a la imposibilidad de distribuir utilidades para aquellas empresas importadoras que acceden al Mercado Único de Cambio, restricción que consideran “discriminatoria”. A modo de ejemplo, una empresa que importa no podría distribuir dividendos, mientras que sí lo puede hacer otra que no realiza operaciones de comercio exterior, una circunstancia que podría dar lugar a acciones judiciales, según los entendidos.
Mirando el problema en perspectiva, se trata remedios de corto plazo. Un destacado economista señaló a Data Clave que en las últimas décadas sólo en cinco oportunidades la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo se ubicó en 80% o más y en todos los casos se salió con una devaluación del dólar oficial (en tres casos hubo además cambios de programa).
Postergado
La prolongación de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional tampoco ayuda a calmar los ánimos. Hasta el momento la retórica para la “tribuna” de lograr una extensión en los plazos de refinanciación de la deuda con el organismo (a 20 años cuando el FMI por estatuto no presta a más de 10), reducir los cargos que cobra, conseguir un préstamo de países como Rusia o México y, más recientemente, buscar asistencia de un fondo de sustentabilidad que recién se está organizando, la realidad es que se piensa que de haber un acuerdo será recién después de las elecciones. ”Están conversando con el FMI no negociando” comentan expertos en Washington.
Por si había alguna duda esta semana el vocero del Fondo, Gerry Rice, dejó “en claro” que la Argentina lo que está discutiendo es un acuerdo de Facilidades Extendidas, es decir un programa regular del organismo que supone el compromiso de reformas estructurales. Tras conocerse esta declaración y los intentos antes señalados, algún analista comentó que el ministro Martín Guzmán “sigue vendiendo humo”.
La mayoría de los economistas considera que difícilmente haya un acuerdo con el FMI antes de las elecciones. Porque, por un lado, los tiempos electorales inhiben la aceptación de compromisos que resulten políticamente desagradables. Por otro, con las buenas condiciones internacionales (mayor demanda, suba de precios de las materias primas) y la ayuda que recibirá el país por la ampliación de los Derechos Especiales de Giro –unos 4.300 millones de dólares – el Banco Central contaría con reservas en divisas suficientes como para ir “tirando” hasta fin de año.
Mucho más compleja es la situación en el primer trimestre de 2022, cuando el país deba hacer frente a pagos sólo al Fondo por unos 4.000 millones de dólares, recursos con los que no se cuenta y por lo tanto aumentará la presión para lograr un rápido entendimiento.
Desencanto
A pocos días del cierre de la conformación de listas, buena parte de la dirigencia política tiene conciencia de que los candidatos tradicionales no terminan de convencer a una porción importante del electorado que está “desencantado” –no menos del 20%, según distintas encuestas-.
En este contexto se explica el entusiasmo que despiertan en la política figuras “nuevas” o “outsiders”, como pueden ser los casos del neurólogo Facundo Manes que se postulará en la provincia de Buenos Aires, o del economista Martín Tetaz, en la Ciudad, ambos por el radicalismo.
Otro tanto sucede en el Frente de Todos con el médico, abogado y militar Sergio Berni, un personaje bien posicionado en las encuestas y figura rebelde del oficialismo -por ejemplo, no tiene empacho en señalar que no está de acuerdo con los regímenes venezolano o cubano, a diferencia del pensamiento predominante en el kirchnerismo-. O pelearse con el Gobierno por la política “condescendiente” para con las organizaciones sociales, las protestas en las calles o los bloqueos sindicales.
Tanto Berni como Manes son dos candidatos que a esta altura de la campaña “miden bien” según encuestas internas que manejan tanto en el oficialismo como en la oposición.
El crecimiento de Manes supone un problema para Horacio Rodríguez Larreta, según se comenta en el círculo íntimo del alcalde porteño. Es que el neurólogo ha manifestado tener aspiraciones presidenciales. Una victoria en la provincia de Buenos Aires lo convertiría en un potencial candidato a presidente en el 2023, el mismo lugar al que aspira Rodríguez Larreta.
A esta altura no está claro si se realizará o no una interna entre Manes y Diego Santilli, el candidato propuesto por Rodríguez Larreta, pero en ambos casos podría salir mejor posicionado el candidato por el radicalismo. Es que si no hubiera interna, Manes podría presentarse como más diferenciado de la historia de Juntos por el Cambio. Y si se realizara la compulsa y resultara ganador, tendría una mayor validación, especulan en medios del radicalismo.
Sin embargo, en el entorno de Rodríguez Larreta dicen estar confiados. El alcalde de Buenos Aires viene de ganar una pulseada con Mauricio Macri al imponer a María Eugenia Vidal como candidata en la Ciudad (bajando a Patricia Bullrich). Primeras encuestas que manejan en estos círculos arrojan un triunfo de Santilli sobre Manes en territorio bonaerense -53% contra 37%, según la consultora Synopsis-, básicamente por el apoyo de los intendentes, aunque también reconocen que todavía falta mucho para tener un panorama certero.
Tanto en el oficialismo como en la oposición saben las dificultades que suponen seducir a la gente y más en el contexto de la pandemia. En ambos casos, los estrategas de campaña enfatizan la necesidad de dar un mensaje de “esperanza”.
En este sentido, desde la filas de Manes se señala que su discurso se orientará a entusiasmar al electorado con el país que podemos ser, no haciéndose eco de los errores del gobierno de Macri y para eso, dicen en su entorno, cuenta con la ventaja de no haber sido funcionario durante la anterior administración.
Hablando de macrismo, en el círculo íntimo del ex presidente están convencidos de que continuará la campaña de desprestigio de Macri. En tanto, en el entorno de la vicepresidente Cristina Fernández anticiparon a Data Clave que, tras la denuncia que se formulara por el envío de municiones a Bolivia, “próximamente se conocerá un nuevo escándalo con otro país de la región”.
Días felices
Volviendo a los mensajes de campaña, en el caso del Frente de Todos, quien dio el puntapié inicial fue Cristina cuando en su discurso de días atrás, recordó el bienestar que disfrutaba la población durante su mandato y esta semana el presidente Alberto Fernández aseguró que en septiembre el país volverá a la normalidad y afirmó que “los días felices fueron peronistas”.
El Gobierno cuenta a favor con que, gracias a la mayor disposición de vacunas en el mundo, se están acelerando las aplicaciones. El objetivo oficial es llegar a que todos los mayores de 18 años tengan al menos una dosis para septiembre próximo, es decir cuando se realicen las elecciones primarias.
Un interrogante es el nivel de gravedad que pueda tener la variante Delta del coronavirus. Para algunos (inclusive dentro de las filas del propio oficialismo) el tema debería tener mayor atención. Lo concreto es que, hasta el momento, la nueva cepa ha demostrado ser más contagiosa pero no más letal si la población está vacunada.