Gastolandia vs Derecholandia, desierto de dólar y la vieja enseñanza de Néstor Kirchner
Las perspectivas y los desafíos que enfrenta Guzmán para el 2021. Primer mes aprobado de los seis que habrá con poca divisa extranjera. El poder de la billetera, la lección que Alberto aprendió de Néstor y ahora utiliza contra Rodríguez Larreta. Algunos de los tópicos que el gran Willy repasa en su diálogo semanal.
A Willy Kohan se lo nota apurado. Y algo cansado también. Es que, aunque no parezca, ya arrancó el último mes del año, y en sintonía con todos estos meses, la intensidad de la actividad política y económica no se detiene. Todo lo contrario.
Aún así, el gurú económico y embajador de Data Clave en el círculo rojo, tiene unos minutos para conversar con un grupo de oyentes que toman un café en la esquina de radio mitre.
Ojalá, ojalá y ojalá, repite Willy, con poco optimismo, respecto al sendero que espera de la política económica del Gobierno. Recupera algo de entusiasmo cuando se refiere a la alta política y describe con detalle el detrás de escena de la disputa por los fondos de la Ciudad.
-Willy, ¿el 2021 será un año con mayor austeridad fiscal?
Willy Kohan: Está por verse. Es cierto que cuando el dólar se fue a $200 a fin de octubre, el gobierno tomó conciencia de los riesgos que corría. Al mismo tiempo se aceleró la negociación con el Fondo Monetario y se tomaron también medidas de intervención directa del gobierno a través de los mercados para frenar el dólar. Austeridad fiscal es bajar el desequilibrio entre los gastos y los ingresos que tiene el gobierno. Para eso se puede bajar los gastos o tratar de subir los ingresos. En general a la Argentina le cuesta mucho bajar los gastos. La Argentina es “Gastolandia”, “Derecholandia” pero nadie se preocupa en cómo se financian todos esos gastos y derechos. Presumo que el gobierno va a tratar de aumentar los ingresos y eso es directa o indirectamente aumentar los impuestos y afectar en alguna medida el poder adquisitivo de los sectores que tienen capacidad de consumo porque va a haber aumento de tarifas para esos sectores.
-¿Y qué representa eso para los ciudadanos de a pie?
W.K: El gobierno tiene que bajar los subsidios y solo lo puede hacer en los sectores que pueden asumir esos aumentos de tarifas. Eso afecta el nivel de consumo del resto de los bienes. Para los ciudadanos de a pie la mayor austeridad fiscal, sea por menos gastos en subsidios o por tratar de aumentar los ingresos con más impuestos, va a significar una caída en el poder adquisitivo, de los salarios, del consumo, pero la alternativa de no hacer nada es la devolución desordenada y caótica y el peligro de que se acelere la inflación a niveles que afecte hasta la gobernabilidad. En ese sentido sería peor la pérdida del poder adquisitivo para los salarios, para los sectores más desprotegidos. ¡Ojalá que efectivamente haya una mejor austeridad fiscal! ¡Ojalá que esa mayor austeridad fiscal venga más por el lado de bajar los gastos y no tanto de subir los impuestos! ¡Ojalá que se cumpla lo que dice el gobierno de que no van a hacer el ajuste sino que van a aumentar los ingresos porque va a subir la actividad económica y va a aumentar la recaudación! Por ahora no se ve esa reactivación.
-¿Y si no llega esa austeridad fiscal ?
W.K: Si no llega el peligro es que el dólar se vuelva a escapar, que las devaluaciones se hagan cada vez más fuertes, y que otra vez estemos en peligro de un colapso financiero y de un estallido inflacionario que sería mucho peor que el desierto que hay que atravesar de la austeridad fiscal. Lamentablemente, esa es la realidad por la que tuvo que atravesar Mauricio Macri y de la que no puede terminar de zafar Alberto Fernández. También puede ser que los precios internacionales de los productos que exporta Argentina mejoren sensiblemente y a través de las retenciones, incluso acelerando un poquito el ritmo de la devaluación. Una mayor austeridad fiscal va a permitir que se estabilice el peso y que no se siga devaluando la vida, el trabajo y el futuro de todos los argentinos.
-Chodos dijo que el Fondo Monetario aprende de sus errores pero no cambia su naturaleza. ¿Qué significa eso respecto al acuerdo que están negociando?
W.K: Lo que anticipa Chodos en su mensaje es que Argentina va a tener que tener un programa económico de ajuste fiscal para lograr un acuerdo con el FMI. Si no, no lo va a tener. Más allá de que Kristalina Georgieva sea católica y sea amiga del Papa y que ahora Janet Yellen sea una keynesiana moderna y que Biden vaya a ayudar a la Argentina, si no hay un programa de ajuste fiscal, como el que tuvo que hacer Dujovne finalmente, no hay plata. Y el FMI no refinancia las deudas, te da un crédito nuevo para que vos recibas la plata el viernes y le pagues el lunes. Pero para que ese crédito esté vigente, hay que presentar un escenario en el cual los gastos y los ingresos tienen que estar más equilibrados. Esa es la naturaleza del FMI, de un kiosco y de cualquier familiar. Los dirigentes políticos de Argentina no quieren aceptar la regla de que tienen que ser austeros en el gobierno, como lo serán en sus casas, en sus empresas. Pero claro, como es plata ajena, del Estado, que finalmente es la plata de todos, y como el Estado no quiebra y siempre se puede tener más inflación y emisión, es más fácil echarle la culpa a la ortodoxia del FMI. Es una declaración que revela que el equipo económico es consciente que hay que ir a un ajuste.
Mientras Guzmán sigue con el “festival de bonos”, el dólar parece haberse estabilizado, Willy. ¿Es así, o qué puede esperarse para el último mes del año?
W.K: El dólar está en un nuevo nivel de equilibrio inestable producto de una combinación favorable en muchos terrenos para el peso. Primero, la situación internacional, la euforia mundial por aparición de la vacuna, por las expectativas de tasas de interés muy bajas en Estados Unidos y mayor expansión económica. El gobierno logró en noviembre frenar la corrida, gracias a un clima internacional muy favorable, a una intervención muy fuerte del gobierno en el mercado de bonos y muy costosa, pero mucho más costoso hubiera sido no hacer nada. En diciembre va a haber una demanda adicional de pesos de mucha gente que históricamente para esa fecha está demandando dólares para irse al exterior. Eso va a jugar en favor de la demanda de pesos. En diciembre, con la suba de la tasa de interés el gobierno ya está poniendo un piso de casi un 40% de tasa y creo que la va a seguir subiendo porque la expectativa inflacionaria ya está en 50% para el año que viene y porque si uno mira el ritmo de devaluación del dólar oficial, en las últimas semanas ese ritmo anualizado prácticamente fue al 50%. Habrá que ver qué “festival de bonos” termina promoviendo el gobierno para tratar de lograr que en enero y febrero todos esos sobrantes de pesos no se vayan al dólar, esperando el bendito acuerdo con el FMI, que se anuncia para marzo o abril, y la llegada de los dólares de la soja que empiezan a llegar fluido después de Pascuas. Acá hay un desierto de seis meses prácticamente sin dólares. El primer mes el gobierno y la Argentina sobrevivimos. En diciembre parecería que también, pero el camino del desierto es largo. Los mercados irán viendo y el dólar irá esperando a verificar cuánto se cumple de esa promesa de mayor austeridad fiscal. Y atención con la inflación. Vamos a tener una inflación que ya está en un piso entre un 3% y 4%. Ya estaríamos con una expectativa inflacionaria del 50% anual. Eso aumenta las expectativas de inflación, de devaluación, no permite bajar la tasa de interés y genera un círculo vicioso que el gobierno va a tener que enfrentar durante todo el verano.
-Willy, yendo a la política, otra vez el tema de los fondos de la Ciudad, pero esta vez más duro el cruce, ¿no?
W.K: La embestida que estamos viendo del gobierno contra Horacio Rodríguez Larreta, y particularmente, contra el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene que ver con una vieja enseñanza de Néstor Kirchner, muy vigente en la política y en la forma de entender la política del kirchnerismo: básicamente la política es caja, es poder manejar presupuesto. Por lo tanto, la mejor forma de condicionar a un adversario político o de asegurar la adhesión de los propios y algunos ajenos, finalmente es con la billetera. Esta determinación de complicarlo financieramente a uno de los jefes más importantes de la oposición y al distrito que en alguna medida es la cabeza de playa del sector político más contrario al gobierno. La Ciudad de Buenos Aires es el corazón de los banderazos, el corazón de un voto históricamente muy antiperonista. Hemos visto salvajadas más graves que la cuestión presupuestaria. Sin duda, esto se juega en ese terreno, también con la complicidad del resto de los gobernadores, aún de los que no están tan identificados con el kirchnerismo, caso Schiaretti. Es alta política la que estamos viendo finalmente en este enfrentamiento desde el peronismo unificado frente a la oposición, que hoy está consolidada y fortalecida por administrar nada menos que la Ciudad de Buenos Aires. El principal candidato opositor, incluso Martín Lousteau poniéndolo en la carrera, también es de la Capital.
-Este debate, como decís, mostró que cada vez le cuesta más al Gobierno avanzar con sus proyectos en Diputados.
W.K: Así es, en particular la agenda del Instituto Patria. El impuesto a la riqueza que es el proyecto más marketinero para el oficialismo, para el gobierno, para los sectores de izquierda que apoyan a la coalición oficial, se aprobó por 133 votos, no sobró tanto. El recorte de los fondos a la Ciudad se aprobó con 129 diputados, muy justo. Se notó el fastidio de Máximo Kirchner con la bancada oficialista en su discurso. Rodríguez Larreta tiene más amigos en el peronismo porteño que Máximo Kirchner. Es un tema de alta política con enormes miradas. Ahora hay que seguir también el derrotero de este conflicto en la Justicia. Hay ahora dos presentaciones de la Ciudad contra el gobierno: una por el recorte de los fondos, en su momento la policía para transferirlos a la policía bonaerense. Y ahora una nueva presentación por esta ley que vulnera el pacto fiscal que se había firmado entre todos los gobernadores durante la era Macri. En términos institucionales es un retroceso más para la Argentina; no hay ninguna seguridad jurídica, lo que se firma entre gobernadores y gobierno nacional a los dos años cambia el gobierno y se tira todo a la basura.