Arnaldo Dubin: "La pandemia no terminó, pero hay una luz al final del túnel que no está lejana"
El médico intensivista, profesor e investigador de la Universidad Nacional de La Plata conversó con Data Clave sobre el Plan de Vacunación y el alivio de trabajo para el sector. Elogió el avance de las inoculaciones y la disminución de pacientes COVID en camas UTI, pero advirtió que "esto requiere de algunos meses más" y que "hay que hacer un esfuerzo final".
El médico intensivista, profesor e investigador de la Universidad Nacional de La Plata, Arnaldo Dubin, conversó con Data Clave sobre el avance en el Plan de Vacunación y el considerable alivio en su sector tras la disminución de pacientes COVID.
Sostuvo que hoy se redujeron considerablemente las internaciones con ventilación mecánica y que los pacientes con otras patologías generan menos demanda que los que tienen la enfermedad del coronavirus.
Sin embargo, reconoció que el sector hospitalario "colapsó" en el peor pico de la pandemia por una situación lógica de alta demanda y pocos insumos para combatir las necesidades. De cara al futuro es optimista, pero precavido: "Por primera vez tenemos un horizonte, podemos vislumbrar una salida. Tal vez no una salida completa, pero sí una situación cualitativamente distinta. La mayor cantidad de la población va a estar inmunizada. Esto requiere de algunos meses más, por eso hay que hacer un esfuerzo final y seguir cuidándonos".
Data Clave: ¿En qué contexto estamos ahora en cuanto a camas de terapia intensiva? Meses atrás, hablábamos de situaciones catastróficas…
Arnaldo Dubin: Creo que tenemos que hacer un balance de lo que pasó en nuestro sector, porque no es que estuvimos mal, el sistema colapsó. Esto hay que definirlo taxativamente: hubo un desborde de los sistemas hospitalarios porque hubo insuficiencia física, tecnológica, de insumos, de medicación y fundamentalmente de mano humana para satisfacer la demanda de la pandemia, por eso la mortalidad subió abruptamente. En la Provincia de Buenos Aires fallecían 2 de cada 3 pacientes, y no eran personas mayores. Hay que reconocer que hubo un colapso del sistema sanitario, especialmente en terapia intensiva. Hubo un desgaste terrible, una fatiga terminal y condiciones de trabajos pésimas con sueldos insuficientes. Lamentablemente, de esto último, nada ha cambiado. Y está el caso paradigmático de la Ciudad de Buenos Aires, donde la enfermería sigue sin ser reconocida como profesional.
DC: ¿Y ahora?
AD: Ahora tenemos un alivio, porque la terapia tiene menos presión. Primero disminuyeron los contagios y no fue casualidad, sino que se dio por las medidas restrictivas, a pesar de sus resistencias y de sus implementaciones tardías. Y también se disminuyeron los casos porque el Plan de Vacunación avanza rápidamente, aún con sus claroscuros. Ahora, por primera vez, tenemos una perspectiva. Probablemente, a la salida del invierno la situación pueda ser cualitativamente distinta, incluso con la probable intromisión y circulación comunitaria de la variante Delta. Creo que no vamos a pasar los momentos de zozobra que vivimos durante los últimos meses. Sin embargo, se exige la posibilidad de seguir cuidándonos para evitar un rebrote.
DC: ¿El riesgo de la circulación de la variante Delta se va a potenciar en el ingreso al verano?
AD: Es muy probable que en algún momento se alcance la circulación comunitaria, pero hay que retrasar ese momento lo máximo posible para que haya un porcentaje mayor de vacunación completa, que brinda mayor protección. Lo importante también son las medidas restrictivas para los viajeros y lograr que cumplan una cuarentena estricta. A pesar de las resistencias, son medidas sanitarias básicas para evitar los contagios.
DC: ¿Cómo era atender las camas COVID en pleno pico y cómo lo es ahora con niveles de ocupación inferiores al 60%?
AD: No, a ver, la internación en terapia intensiva actualmente es un poco inferior al 80%, no nos engañemos. Seguimos con mucho trabajo, pero es incomparable, porque ha disminuido notablemente la proporción de pacientes con covid-19. Los pacientes que tenemos ahora son menos demandantes. Tenemos menos proporción de personas asistidas con respiración mecánica. En la terapia que dirijo llegamos a tener un 95% de pacientes ventilados, y ahora menos de un 50%. Sigue siendo intenso el trabajo, pero no es lo extremo que vivíamos antes. De todos modos, todo lo que ha pasado implica reformular la especialidad y el sistema sanitario en sí, que está fragmentado y donde hay inequidades. Hay que jerarquizar a los trabajadores de la salud, y principalmente a los intensivistas. En el Ministerio de Salud planteé que éramos una especie en extinción y que era urgente implementar medidas políticas y sanitarias, pero nada de esto ha ocurrido. Va a haber que trabajar mucho, porque un porcentaje muy alto de intensivistas están pensando en dejar la especialidad.
DC: ¿Hay riesgo de que disminuyan las matrículas?
AD: La terapia intensiva no es una especialidad fácil; es extraordinaria, fantástica, fascinante y atractiva, pero tiene una demanda física, emocional y anímica muy importante. Si te agotas en estos factores, tenés malas condiciones de trabajo y una remuneración insuficiente, se asocia con lo que se conoce como un estilo de vida negativo. Ante esto, muchos apuestan a otras especialidades.
DC: ¿Se liberan más rápido las camas por COVID?
AD: Los pacientes duran dos o tres semanas de tiempo promedio de internación, hay pacientes que están meses. Hoy siguen teniendo las mismas características, lo que pasa es que tenemos una proporción mucho mayor de otras patologías que tienen un recambio más rápido.
DC: ¿Cómo ve la situación pandemia a nivel país?
AD: Creo que la cosa va progresando positivamente. Lógicamente que hay problemas, donde hay distritos en los que, por ejemplo, no se trabaja bien para implementar la vacunación. No hay una difusión adecuada y no se le da la participación que necesitan los promotores de salud, que han hecho un gran trabajo en muchos lugares. Esto hay que cotejarlo con la situación de fondo, que es la profunda crisis social y económica que es en la que vivimos. Cada vez más gente es pobre y hay urgencias que son insoslayables, y hacen falta medidas para resolverlas, pero no llegan.
DC: ¿Ve que hay predisposición para la vacunación? Se está notando una resistencia en muchos países y los Estados tuvieron que interceder. Se me viene a la mente el caso de Francia y las medidas de Macron…
AD: Esto hay que mirarlo muy bien. Hace poco hubo un gran impacto sobre una cifra de que el 41% de los cordobeses no se querían vacunar, como si hubiera una enorme corriente antivacuna. Pero era un 41% de la población total. Si vos lo vinculas con la población que podía inscribirse, en realidad era 27%. Mucho de eso tenía que ver con un sistema engorroso, con que el Gobierno no trabaja bien la cuestión de la vacunación. Hay que ser muy cuidadosos. Los porcentajes de vacunación en Argentina son altísimos. Obviamente que hay pequeños grupos antivacunas y terraplanistas, pero son ínfimos. Al principio hubo cierto movimiento antivacuna de la oposición, pero con el tiempo eso se desactivó. Lo importante es trabajar en la difusión y para que la vacuna llegue a todos lados, principalmente para la gente que no tiene acceso a las redes sociales. No estoy tan preocupado por los grupos antivacunas.
DC: ¿Qué espera de cara al futuro con el Plan de Vacunación y el fin del invierno?
AD: Por primera vez tenemos un horizonte, podemos vislumbrar una salida. Tal vez no una salida completa, pero sí una situación cualitativamente distinta. La mayor cantidad de la población va a estar inmunizada. Esto requiere de algunos meses más, por eso hay que hacer un esfuerzo final y seguir cuidándonos. La pandemia no terminó, pero hay una luz al final de túnel que no está lejana. Implica para eso seguir siendo muy precavidos, tomar precauciones y no relajarnos. No hay que tener discursos edulcorados y relajar la cosa, porque es muy peligroso.