Año electoral, ¿crisis u oportunidad? El desafío de los oficialismos en la Patagonia
La particularidad del sur del país es que en varias de las jurisdicciones gobierna un partido provincial, por lo que buscarán esquivar la grieta. La importancia de los liderazgos políticos y las consecuencias de la ausencia de ellos. Dinastías en riesgo.
El 2023 trae consigo bajo el brazo definiciones en las urnas que cambiarán el futuro de los argentinos y no solo por el recambio en Casa Rosada. Y es que además de la definición presidencial, habrá elecciones en casi la totalidad de las provincias. Y en ese escenario de competencia, es necesario poner el foco en una región muy particular del país, muchas veces olvidada, pero con una composición política muy interesante.
Para empezar el desglose, no hay un ejemplo mejor que el de Neuquén. Allí gobierna el Movimiento Popular Neuquino hace casi 60 años. Desde su fundación, en tiempos de peronismo proscripto, no perdió ninguna elección ejecutiva. Esta fuerza provincial tiene una fuerte raigambre pejotista, pero un arraigo que es su marca registrada a lo largo y ancho del territorio. En efecto, esa estampa le permite oscilar y acomodarse con los oficialismos nacionales de turno, sin comprometer su identidad e independencia para negociar.
Pero claro, el tiempo todo lo erosiona. En seis décadas, pasó mucha agua bajo el puente. Y de cara los próximos meses, el MPN tiene un desafío bisagra, quizá el más grande de su historia. Sucede que por primera vez en mucho tiempo, enfrenta el riesgo real de perder el poder. ¿En manos de quién? Ironías del destino, uno de los propios: Rolando Figueroa. ‘Rolo’ es actual diputado nacional por el provincialismo y exvicegobernador, pero desde mediados de aquella gestión (2015-2019) está enemistado con el mandatario provincial y presidente del partido, Omar Gutiérrez.
El portazo de Figueroa abrió dos frentes para el oficialismo provincial: fuga interna de votos por un lado, pero también planteó un escenario de cierta paridad con los demás espacios opositores. La táctica del MPN será -una vez más- hacer valer el aparato frente al personalismo que encarna su principal adversario. Si bien hay algunas encuestas que le dan alguna ventaja, la estrategia de unir los comicios con los capitalinos busca sellar la victoria.
Neuquén capital reúne más del 50% del padrón y fue recuperada por el Movimiento Popular Neuquino en 2019, tras 20 años de un electorado esquivo. Fue el triunfo más celebrado de los últimos tiempos y será el as en la manga. Así las cosas, el 16 de abril será la prueba de fuego para el candidato y vicegobernador Marcos Koopmann, pero también para una fuerza regional que hizo escuela en el sur del país.
Y si se habla de este modelo de conducción, un primo del MPN es sin dudas Juntos Somos Río Negro. El oficialismo rionegrino gobierna desde 2015 la provincia y también tiene su génesis en el peronismo. Alberto Weretilneck, fundador y alma máter de JSRN era vicegobernador de Carlos ‘el Gringo’ Soria cuando le tocó asumir la administración provincial. Pocos meses después fundó al partido que hoy es oficialismo y está más fuerte que nunca.
Y no por casualidad, el hoy senador nacional es el candidato a renovar el crédito con los rionegrinos. Será su tercer mandato si gana las elecciones y todo indica que así será. Weretilneck es por lejos el dirigente político con mejor imagen en la provincia, a tal punto que la gobernadora Arabela Carreras no pudo imponer su tímido intento de ir por la reelección. En efecto, su plan B y ahora único, es ser intendenta de Bariloche.
El panorama para JSRN es el de una victoria clara y contundente. Además de tener el control de la Legislatura y gozar de la aceptación popular, se encargó de dividir lo más posible a la oposición. Para su fortuna, tanto el peronismo como Juntos por el Cambio ya tenían diferencias importantes antes de que ellos decidieran meter la cuchara. El 2023 asoma sin dudas como un año de expansión y confirmación para una fuerza que llegó para quedarse en la región. ¿La fecha? Al igual que Neuquén, el 16 de abril.
Chubut es otro de los casos de estudio. Bajo la figura del histórico dirigente y tres veces gobernador Mario Das Neves, irrumpió Chubut Somos Todos en la historia de la política provincial. Una vez más, el peronismo como raíz. Aunque en el caso de Das Neves, signado desde el inicio de su mandato en 2003 por enfrentamientos con el kirchnerismo. En cualquier caso, su figura fue su fortaleza pero también su debilidad. Tras su fallecimiento, el partido se desmoronó.
El gobernador Mariano Arcioni se convirtió en la figura más importante del partido provincial, pero nunca contó con el aval popular, así como tampoco con la venia interna de los dirigentes del ChuSoTo. Así y todo, se las ingenió para ganar las elecciones del 2019 contra todos los pronósticos. Aquí fue factor una moneda corriente en la Patagonia: el peronismo históricamente fragmentado, que le posibilitó hacerse con la victoria.
Pero el cuadro de cara a este año es por demás complejo, por varios factores. Para empezar, Chubut Somos Todos ya no es una realidad. Si bien mantiene su existencia en los papeles, ya no a nivel práctico. Desde la llegada de Alberto Fernández al poder, Arcioni se alineó al ejecutivo nacional. Por un lado, no tenía estructura propia para encaminar su mandato pese a haber ganado; y por otro, su relación personal con Sergio Massa lo llevó a ser un gran aliado del oficialismo. Hoy, integra el Frente de Todos, aunque sus compañeros en la provincia lo miran de costado y son oposición en Chubut.
Ante este panorama, hoy el gobierno provincial llega de punto a las elecciones. Arcioni no puede ir por un nuevo mandato y tampoco tiene un sucesor en su precaria estructura. Por este motivo, apuesta a un gran acuerdo con el peronismo que le permita ser candidato a diputado nacional. Su carta es el apoyo de Massa y la eventual candidatura a Presidente del tigrense. En cualquier caso, la tienen difícil en la provincia, donde pica en punta el senador nacional del PRO Ignacio ‘Nacho’ Torres para ser el próximo gobernador.
¿Y la cuna del kirchnerismo? Santa Cruz es hoy el último bastión K por excelencia. Y en la previa al próximo compromiso electoral, hay pocas definiciones. La gobernadora Alicia Kirchner todavía no definió si irá por otro mandato, que sería el tercero. Es de las pocas que puede hacerlo, ya que en la mayoría de los casos solo pueden ir dos veces. Mientras tanto, abre el juego puertas adentro del peronismo para que otros candidatos se fogueen.
Sin sucesor claro, se anotan en la carrera el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso; su par de El Calafate, Javier Belloni; y el presidente de YPF, Pablo González. El vice Eugenio Quiroga corre un poco más de atrás, aunque no habría que descartarlo.
Más allá del panorama del oficialismo, la oposición tiene la gran chance de dar el golpe este año. Y no solo Juntos por el Cambio, donde la diputada Roxana Reyes pica en punta para quedarse con la candidatura, con un Eduardo Costa en retirada. Pero el tapado que podría ser protagonista es el diputado nacional Claudio Vidal, quien se impuso en las legislativas del 2021 y es un referente sindical petrolero de peso. Exfrentetodista, le restará al peronismo. Y puede ganar.
Ante este panorama, los oficialismos en el sur enfrentan partidos clave en un año donde salvo honrosas excepciones, no tienen la vaca atada y deberán transpirar la camiseta para retener el título provincial.