A 48 años de la muerte de Perón: el fin de una época obrera y la profundización de una grieta sin retorno
Se cumple un nuevo fallecimiento del fundador y líder del Partido Justicialista. Las tres caras de un Perón que pasó de ser el gran líder de masas a promover la violencia política en una década setentista marcada por el odio. ¿Quedó algún germen de esa época instalado en la Argentina actual?
El 1° de julio es siempre un día que se recuerda con dolor para todo el arco peronista. Un día como hoy, pero hace 48 años, pasaba a la inmortalidad Juan Domingo Perón, el histórico líder y fundador del Partido Justicialista derrotado en su batalla contra una isquemia coronaria que lo tuvo a maltraer durante décadas. Su partida terminó marcando el fin de una época para el movimiento obrero organizado y la profundización de una grieta política que se mantiene hasta estos días.
Aquel 1° de julio de 1974 el país atravesaba un contexto muy delicado. El 'General', que apenas pudo dirigir por ocho meses las riendas del Estado desde su retorno, se encontró con una Argentina con diferencias políticas irreconciliables entre ambos bandos de la grieta y, para peor, con una salvaje interna política dentro del peronismo que buscaba quedarse con la conducción del partido.
Apenas regresado al poder en 1973, luego de 18 años de proscripción, Perón tuvo que lidiar con un muy acalorado debate interno dentro del peronismo: por un lado, la rama denominada "ortodoxa" junto a la vieja guardia que lo acompañaron durante sus primeros dos mandatos, con los sindicatos y dirigentes "fieles"; del otro, la Juventud Peronista y los grupos más combativos que pelearon cuerpo a cuerpo en las "trincheras callejeras" con los militares, muchos de ellos bien entrenados -en especial la rama Montoneros- y con influencias provenientes de otros movimientos revolucionarios latinoamericanos.
Precisamente un 1° de mayo, Día del Trabajador, fue cuando Perón se corrió del centrismo que siempre lo caracterizó y se respaldó en la ortodoxia para gobernar durante los pocos meses de vida que le quedaban y que, según los historiadores, él ya tenía en claro que así sería. En un acto que marcó un precedente para el peronismo, el dirigente Justicialista trató de "imberbes" a la agrupación Montoneros y los echó del acto que se estaba desarrollando en Plaza de Mayo.
Visto con una perspectiva histórica, la interna que hoy tiene el Frente de Todos en nada se asemeja al salvajismo que se vivió en esa década setentista, plagada de desapariciones, asesinatos y operativos de inteligencia para arrojar al basurero de la historia todo intento de participación política y democrática.
La batalla interna del peronismo se vivió desde la histórica vuelta de Perón, en 1973, cuando la CGT y "los de siempre" empezaron a medir el músculo con los envalentonados de la Juventud Peronista que mostraban su poder popular.
Las internas de ese entonces eran, literalmente, a muerte. No había lugar ni para juego de renuncias ni presiones a través de los medios de comunicación. El poder de ese entonces no estaba en la propaganda, sino en la ejecución de ideas. Ortodoxos y Montoneros mataron y murieron por política. El mejor ejemplo que terminó colmando la paciencia de Perón fue el asesinato de José Ignacio Rucci, el dirigente Cegetista de máxima confianza de Perón y que fue fusilado por Montoneros. El expresidente había sido electo presidente hacía apenas dos días con el 62% de los votos.
Rucci era uno de los dirigentes sindicales que pujaba por la vuelta de Perón al país y coincidía en la idea de "hacer peronismo con Perón", una máxima que se terminó evaporando en unos meses con su impostergable fallecimiento y la posterior asunción presidencial de María Estela Martínez de Perón, conocida por todos como "Isabelita", asesorada por el oscuro José López Rega alias 'El Brujo'.
Los momentos previos a la muerte y lo que siguió
Antes de su muerte, Perón echó a los Montoneros de Plaza de Mayo y los combatió desde las altas esferas del Estado en medidas progresivas, que pasaron desde endurecer las medidas -modificando el propio Código Penal- para los crímenes guerrilleros hasta la salvaje y asesina Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la Triple A. Para algún despistado, fue una organización paraestatal compuesta por sincidalistas, policías y exmilitares que tenían la misión de perseguir artistas, dirigentes políticos, militantes, historiadores, sindicalistas y curas villeros, entre otras.
En el medio del salvaje momento que atravesaba el peronismo, del otro lado se encontraba una oposición disfuncional, siempre dividida entre los responsables -como la Unión Cívica Radical de Ricardo Balbín- y los extremistas de derecha, encolumnados en un Ejército que ya no le respondía a Perón y que, de ser necesario, buscaría derrocarlo nuevamente como en el 55.
La muerte de Perón tuvo interpretaciones múltiples, principalmente en el ámbito de la dirigentes y accionadores. Los hombres de la praxis política -en ese entonces no pregonaba la voz femenina con la potencia de estos tiempos- vieron en la muerte del histórico líder justicialista una nueva oportunidad para seguir disputando liderazgo y reclamando lugares en la conducción.
A las disputas abiertas que existieron entre Perón y Montoneros, Isabelita le echó más leña al fuego. Fuertemente influenciada por López Rega y ya en el puesto de presidenta -la primera de la historia argentina-, firmó una serie de decretos que abrió la puerta a la violencia estatal que luego se terminó acentuando con la última dictadura cívico militar. El origen del "aniquilamiento a la subversión" inició en 1975 con la firma del decreto que dio inicio al "Operativo Independencia", donde se buscó combatir una ofensiva táctica del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en la provincia de Tucumán, lugar en el que la fuerza controlaba un tercio del territorio.
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que investigó durante el gobierno de Raúl Alfonsín los crímenes de lesa humanidad que se cometieron durante la dictadura dieron cuenta de que, previo al golpe de facto comandado por Jorge Rafael Videla, en Argentina ya habían desaparecido más de 370 personas durante 1975. El gobierno de Isabelita, en acuerdo con sus ministros, creó la Consejo de Defensa que, con la intención de "neutralizar la subversión", terminó siendo la puerta de entrada al aniquilamiento político. Uno de los firmantes de esos decretos fue Ítalo Lúder, el candidato a presidente en el 83 por el Justicialismo que habló de "indultar" a los militares, contrario a los planes del radical Alfonsín que, con avances y retrocesos, tuvo la convicción de investigar los delitos atroces cometidos por la última dictadura.
"Una generación con algunos preparados para la clandestinidad, para la guerra otros, para la democracia casi nadie, sin saber siquiera para qué servían los cargos. (...) En el 73 nos engañamos y creímos que pasaría lo que recién llegó en el 83. Le erramos por diez años", sintetiza brillantemente Julio Bárbaro en la introducción a su libro "1973: El regreso del General".
La partida de Perón hacia el mundo de los inmortales dejó a las claras quiénes eran los dirigentes verdaderamente comprometidos con la articulación política y la búsqueda de la paz social. Fue Balbín uno de los pocos sensatos que, en nombre de la UCR, dejó la rivalidad de lado y se puso a disposición de Isabelita para conducir la Argentina. "Este viejo adversario despide a un amigo", fue la tremenda frase que expresó en su discurso.
La dirigencia política y las propias filas del movimiento nacional justicialista coincidía en la idea de que era Perón el único capaz de mantener estable un sistema democrático que fue gravemente lesionado por la dictadura militar de los 50 y el 60 y puesto en jaque en más de una oportunidad por los movimientos revolucionarios que soñaban con el regreso de un peronismo con una fuerte impronta socialista, algo que Perón promovió durante en su exilio y lejos estuvo de aplicar en su último breve mandato.
Alberto y Cristina, enredados en una remake más democrática
El actual presidente y su vice, con grandes diferencias en sus métodos con respecto a la época de los 70 -la sabiduría argentina entendió que la democracia es la única herramienta para dirimir disputas políticas-, mantienen una pelea por instalar un modelo que, si bien en la teoría parecen similares en cuanto a los objetivos, son distintos a la hora de llevarlo a la práctica.
El presidente de la Nación, quien este viernes encabezará un acto en la Confederación General del Trabajo (CGT), buscará centralizarse como el líder del Partido Justicialista -que hoy es en los papeles- y el candidato por el peronismo que busque reelegir en un 2023 que tiene a varios dirigentes en carrera y con un país seriamente dañado por la crisis económica, combinado con la malapraxis política y la falta de consenso para establecer un plan serio.
Del otro lado, la vicepresidenta, quien busca posicionarse como la primera opositora del gobierno que ella misma confeccionó eligiendo a quien hoy es presidente, estará en el municipio bonaerense de Ensenada para dar un nuevo discurso que, por lógica, tendrá mayor repercusión que lo que pueda decir el jefe de Estado este viernes.
En la lectura tradicional de los medios, Alberto Fernández sería ese "león herbívoro" que llegó en su tercer gobierno, mientras que Cristina encarnaría la figura de Mario Firmenich, uno de los líderes Montoneros que desafió al propio Perón cuando detectó que no elegiría a los muchachos de su columna para ser el brazo político del nuevo Gobierno. O peor: Cristina sería Perón y Héctor Cámpora, quien se encolumnó en todo el diseño que preparó el líder justicialista en Puerta de Hierro y que terminó siendo ridiculizado públicamente por su progresismo y su poca autoridad para ejercer el rol de jefe de Estado mientras él siguiera exiliado.
"En política, el arma de captación no puede ser otro que la persuasión, porque queremos hombres conscientes que sirvan conscientemente a la doctrina. No inconscientes que por apetencias quieran ponerse al servicio de una causa, que es noble, para envilecerla. Los hombres que vengan al Peronismo deben hacerlo con la voluntad decidida a poner todos los días algo de su parte para ennoblecerlo y dignificarlo", dejó sentado Perón en su "Manual de Conducción Política". ¿Quién conduce hoy en el Frente de Todos?