Alberto transforma su proyección internacional en un activo para consolidar la unidad del Frente de Todos
Tras su participación en la Cumbre de las Américas, el presidente retorna fortalecido y se dispone a enfrentar el año y medio de mandato que tiene por delante con planes para reordenar la economía, acomodar la inflación y evitar el colapso energético. Fernández marcó diferencias con Estados Unidos, sin descuidar la relación bilateral, fustigó a la OEA y logró posicionarse como la voz de los “excluidos” del continente. La transformación de la CELAC: de sello de goma a organismo regional de peso en la discusión global. La preocupación de Biden por la posibilidad inminente de una Tercera Guerra Mundial.
El célebre escritor británico Ken Follet - especialista en el género de la novela histórica- se documentó sobre los acontecimientos que precipitaron la Gran Guerra, a principios del siglo XX, incluso buceando más allá del atentado en Sarajevo que acabó con las vidas del archiduque Francisco Fernando de Austria y de su esposa. La principal conclusión a la que arribó fue que, a pesar de los esfuerzos realizados por los líderes europeos moderados, los acontecimientos se precipitaron, provocando un desastre del que al mundo le costó mucho recuperarse.
Follett cree que, en el presente, están dadas las condiciones para que la tercera guerra mundial sea una posibilidad mucho más tangible que una fantasía literaria. Así lo plasmó en su novela "Nunca", de reciente publicación, donde traza hipótesis de ficción, pero con basamentos geopolíticos, sobre los caminos que podrían llevar al planeta a un conflicto bélico de características globales. La pregunta que el escritor verbaliza y late a lo largo de toda la novela es: "¿Podría volver a ocurrir una guerra mundial?¿Podrían seres racionales llevarnos a una instancia que coloque a la humanidad al borde de la desaparición?".
Durante los tres días de deliberaciones que se llevaron a cabo en Los Ángeles, los participantes de la IX edición de la Cumbre de las Américas se toparon en varias oportunidades con la misma disyuntiva que los lectores de Follet. Incluso el mismísimo anfitrión, Joe Biden, lo planteó ante sus pares continentales durante el almuerzo de cierre que los convocó este viernes, en un lugar acondicionado para la ocasión dentro del Centro de Convenciones de la principal ciudad de California.
Según pudo reconstruir Data Clave, el mandatario estadounidense se manifestó "muy preocupado" por el "riesgo inminente" de un nuevo incidente bélico global de "consecuencias inimaginables", sobre el cual -advirtió- tiene "información clasificada que no puede compartir" pero que demuestra el basamento contundente de esa hipótesis. El temerario pronóstico guarda relación con las consecuencias que podría traer la prolongación del conflicto entre Rusia y Ucrania, que ya ha provocado múltiples complicaciones en el terreno energético y alimentario.
En el plenario de todos los presidentes durante el cierre de la Cumbre, Biden alertó que el desafío para los líderes del mundo es poner fin a la invasión en Ucrania y “encontrar a Rusia una salida sin humillación”. Ese temor es el mismo que el mandatario de Francia Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz compartieron con Alberto Fernández, durante la visita que el mandatario argentino realizó durante el mes pasado, con la intención de aportar caminos alternativos para negociar la paz.
El argentino fue el primero en tomar la palabra durante el almuerzo, que tuvo como anfitrión a Biden y como "maestro de ceremonias" al senador demócrata Christopher Dodd. Allí, Fernández planteó su preocupación por la guerra y remarcó la importancia de participar en las negociaciones por la paz en los países del norte "porque las consecuencias las terminamos pagando nosotros, los países del hemisferio sur".
Luego de Alberto desfilaron uno a uno todos los presentes: Justin Trudeau (premier de Canadá), Gabriel Boric (Chile), Jair Bolsonaro (Brasil), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Iván Duque (Colombia), Rodrigo Chaves Robles (Costa Rica), Luis Abinader (República Dominicana), Guillermo Lasso Mendoza (Ecuador), Pedro Castillo (Perú), Philip Davis (Bahamas) y la primera ministra de Barbados Mía Mottley, entre otros mandatarios.
Mientras degustaban un menú compuesto de burrata, pollo y helado de chocolate, los mandatarios presentes fueron volcando sus opiniones y balances respecto al resultado de la Cumbre, que tuvo su punto más álgido cuando, a los postres y tras escuchar atentamente a todos los presentes, el propio Biden cerró el encuentro con palabras de reconocimiento para todos los países, pero especialmente para Argentina.
Mirando a Fernández y señalándolo permanentemente, el estadounidense admitió la necesidad de corregir aspectos de la política exterior de su administración, aunque aclaró que buena parte de esos desaciertos, corresponden a la gestión de su antecesor Donald Trump. "No soy yo el que tiene que pedir disculpas, fue el período anterior pero reconozco que hemos desatendido la relación con los países más postergados de nuestro continente y vamos a trabajar en reparar este error", cerró. Evidentemente, las palabras de Alberto durante la primera jornada de deliberaciones habían calado hondo.
Discurso bisagra
Para entender la conclusión que acaban de leer, es necesario remontarse 24 horas antes, más precisamente al momento de la ponencia preparada con mucho detalle por el presidente y su grupo de colaboradores directos, entre los que se destacaron el canciller Santiago Cafiero y el embajador Jorge Arguello. Esos casi nueve minutos de exposición le bastaron al argentino para obtener un protagonismo fundamental en la Cumbre.
Ni bien terminó su discurso ante el plenario en el que había cuestionado duramente la política exterior de los Estados Unidos, Fernández se acercó a saludar al anfitrión, a quien terminaba de invitar públicamente a participar de la próxima reunión de la CELAC en Buenos Aires, prevista para diciembre. Biden le tendió la mano, lo saludo afectuosamente y le dijo en tono componedor: "espero ansioso esa invitación".
Recién ahí el presidente argentino pudo confirmar que el subtexto de su crítica alocución, había sido comprendido por su par norteamericano. "No queremos lesionar la relación entre ambos países, pero es necesario que ustedes cambien su política exterior para latinoamérica", fue la expresión conceptual utilizada por Fernández para equilibrar el mensaje pensando para las dos tribunas.
A diez mil kilómetros del Centro de Convenciones de Los Ángeles, en el despacho principal del Senado de la Nación, Cristina Kirchner seguía con atención las palabras de Alberto. Sin emitir comentario, la titular de la cámara alta salió de su despacho y le pidió a uno de sus colaboradores que le consiga una copia del discurso. Gabriela Cerruti recibió de inmediato en su whatsapp un mensaje con el requerimiento al que respondió de inmediato con otro mensaje que tenía adjunto un archivo de word con lo solicitado. A Eduardo Valdes, otro de los integrantes de la comitiva argentina, le sucedió algo similar.
En paralelo, dirigentes, funcionarios y militantes del ala kirchnerista del Frente de Todos hacían saber a través de mensajes privados, conversaciones teléfonicas o posteos en las redes la "agradable sorpresa" que les había generado una pieza de oratoria que logró conformar las expectativas de la mayoría, e incluso superarlas. "Por fin Alberto les dijo en la cara lo que había que decirles", comentaba una dirigente bonaerense alineada con Máximo Kirchner.
Hacía rato que desde el kirchnerismo "paladar negro" no se expresaban comentarios favorables a la figura presidencial. Evidentemente, la estrategia de tomar distancia de los cortocircuitos internos para posicionarse en el contexto internacional como una referencia, comienza a exhibir resultados positivos. Desde el gobierno sintieron que el objetivo se había cumplido. Cuando resta un año y medio de gestión, el Presidente ha logrado puertas adentro del Frente de Todos que sus giras por el mundo se conviertan en uno de los activos para la tan ansiada unidad.
Gestos afuera que repercuten adentro
Los resultados de la participación argentina en la Cumbre arrojan saldo positivo. "Marcamos diferencias con Estados Unidos, pero sin lastimar el vínculo que, por el contrario, se fortaleció; sentamos posición sobre la triste realidad de la OEA, erigiéndonos en referencia de los que cuestionamos la gestión de Luis Almagro; y nos posicionamos como la voz de los excluidos del continente ¿qué más nos quieren pedir?" repasaba, a modo de balance, un funcionario que integró la comitiva.
Uno de los temas que genera divisiones -desde siempre- es el de el ya sexagenario bloqueo a Cuba. Y hubo prácticamente un reconocimiento generalizado de que no puede seguir sosteniéndose y, a la vez, reclamarle al gobierno de la isla que sostenga los parámetros institucionales que el resto de los países americanos consideran "estandar" para calificar como "regimen democrático".
Pero tal vez lo más significativo haya sido el reconocimiento obtenido durante la presidencia pro tempore de la Argentina a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se plantó frente la principal potencia del mundo. "La gestión de Alberto transformó un sello de goma en una organización continental dinámica, integradora y con sentido, que le permitió lograr, no solo posicionamiento regional sino también mundial", aportaba un funcionario de Cancillería en diálogo con Data Clave.
En los próximos cuarenta días, se vienen dos desafíos muy importantes: la participación en el G-7 -por invitación expresa del canciller alemán, Olaf Scholz-, a fin de mes; y la bilateral con Biden, prevista para la última semana de julio, en Washington. En el medio, habrá también oportunidad para sumarse al encuentro virtual de los BRICS y participar de la reunión del Mercosur en Asunción del Paraguay. No es poco, para un gobierno al que, fronteras adentro, cierto sector de la oposición y del poder mediático califica de "socio de Maduro, Putin y el comunismo internacional", un latiguillo que bien podrían comenzar a erradicar, si es que pretenden que alguien los tome en serio.