Un nuevo Gobierno ante la debilidad
El Frente de Todos relanzó su gestión con la centralidad de Alberto Fernández en el Día de la Militancia. Las diferencias en el seno de la coalición y la discusión con el FMI en el horizonte.
Los políticos (como también los empresarios) son temerosos de los cambios que experimenta su demanda, en este caso, su electorado. Por eso es que, si bien el Gobierno pudo remontar los resultados de las PASO en las elecciones del pasado domingo -las definitivas- el resultado final fue el que todo el mundo anticipaba: descontó mucho la diferencia en contra que tenía en la Provincia de Buenos Aires aunque lo cierto es que la oposición terminó ganando a nivel nacional y, con ella, se posiciona con chances altas para el 2023.
Sin embargo, el resultado más importante es el impacto que las elecciones tuvo a nivel político y simbólico, primero, en el seno del Senado Nacional porque, de ahora en más -a menos que el Poder Ejecutivo quiera gobernar por decreto- se va a tener que negociar con la oposición para conseguir los votos que necesite cuando se quieran tratar proyectos de ley que, en particular, le interesan. Pero, y en segundo lugar, lo más llamativo es el relanzamiento de la gestión del Presidente Fernández que se organizó para el pasado miércoles 17 de Noviembre, día de la militancia, y con una fuerte impronta de los gremios, la CGT y varios movimientos sociales afines.
Lo singular del acto y los avales que generó permiten considerar que sus organizadores han empoderado al Presidente para concentrar en su figura la representación política de toda la coalición gobernante. Se temió primero que el resultado electoral alentara la virtual disolución de la misma aunque luego mutó en un festejo por el día la militancia, que terminó en un relanzamiento de su gestión. En ese marco, lo más interesante -por lo menos así el gobierno deja trascender- es que la propia CFK habría acordado con Alberto Fernández que, a partir de ahora, el Presidente tendrá un control más grande de la administración, aunque bien claro no está si esto es así o sólo una cucarda discursiva para la oposición, en aras de una mayor convivencia política ante una mayor fortaleza de la segunda.
Sí es contradictorio que el Gobierno festeje aunque no se sabe bien por qué, dado el resultado electoral obtenido. Como también llama la atención la sensación de desazón que embarga a la oposición ya sea por cautela, expectativas desmedidas en el resultado electoral no cumplidas (a pesar del triunfo) o porque el palco del propio festejo amarillo estaba lleno de futuros contendientes para el 2023. Sí es cierto que se acrecienta la incertidumbre sobre la economía y sobre cómo el Gobierno encarará la agenda de temas graves a resolver.
Los principales indicadores financieros mostraron reacciones iniciales esperadas aunque acotadas porque ya estaba, en alguna medida, dicho resultado electoral descontado en el precio de las acciones, bonos y/o los diferentes tipos de dólar que existen en la actualidad. Esto fue efímero porque ya hoy los mismos han retomado el sendero alcista que vienen registrando desde que la resolución de los graves problemas estructurales de la economía no acontece. Por falta de plan pero también por inefectividad de la coalición del gobierno en acordar políticas sensatas a mediano plazo.
A pesar de este contexto, la principal carta que está ya comenzando a jugar el gobierno es, al mismo tiempo, la mayor exigencia que la economía tiene por delante. El Presidente anunció que en Diciembre próximo elevará los lineamientos centrales de la Carta de Intención con la que espera no sólo acordar con el FMI sino también, y a pedido del propio Ministro Martín Guzmán, con la oposición. Esto es particularmente requerido por el propio Fondo porque lo que se acuerde con la oposición permitiría darle previsibilidad al propio esquema de repago de la deuda en cuestión si, como se presume hoy, la oposición podría ser gobierno en el 2023. Este paraguas institucional le permitiría al gobierno enfrentar los dos años de gestión que aún le restan con un tránsito político y económico ordenado, al mismo tiempo que se otorgarían márgenes de maniobra mayores para corregir los problemas estructurales graves que tiene el país.
El principal factor de duda para que ambas negociaciones se cierren depende de cuál va a ser el comportamiento de la principal accionista de la coalición gobernante en dicho proceso. CFK está afectada políticamente por la derrota obtenida, más allá del impacto de la pandemia y la “herencia de Macri” sobre la economía en el bienio 2020-2021 sino también por su propio invento político (Alberto Presidente). Pero, por otro lado, el poder real que a partir de ahora tenga como de las expectativas que se abran para el 2023 le permitirá (o no) avalar los ajustes que el propio FMI va a solicitar. Pero su aval, al mismo tiempo, es central para la oposición apoye el acuerdo que con el Fondo se concrete. La oposición seguramente será esquiva a dicha mesa si antes CFK no avala en público lo que el propio Presidente hoy declama. Y es aquí donde las dudas pululan porque el silencio de Cristina aún se mantiene.
¿Qué incentivos tiene CFK para propiciar un acuerdo que, como exige costos políticos (por los ajustes que hay que implementar), le van a implicar una eventual erosión de su actual caudal de votos? Si el ajuste se concreta pero no se traduce en una recuperación rápida de la economía, la encontraría debilitada electoralmente para el 2023 (tanto en relación a la oposición como al propio PJ). Por otro lado, ¿tiene incentivos para “patear” dicho acuerdo? Seguramente esto puede ser cierto pero CFK sabe perfectamente interpretar lo que esto implicaría. Una eventual desestabilización de la ya precaria situación actual podría debilitar aún más al Presidente con lo que su propia continuidad en el poder se podría desvanecer. Y, con ella, su situación judicial, según entiende y ya declamado públicamente CFK, se agravaría.
Es, seguramente, el PJ y el propio Presidente Alberto Fernández quienes tienen las mayores responsabilidades como incentivos para que la mesa del acuerdo que se ha anunciado y requiere se concrete a la brevedad. De su éxito dependerá no sólo lo que se pueda acordar con el FMI (un plan de shock -que hoy parece deslucido- o un poco más de lo mismo, trasladando al próximo gobierno los incentivos para renegociar, de nuevo, lo que hoy se busca, ya con mayor legitimidad política y electoral). No es poco lo que se busca, en el marco de lo que se contextualiza. Se trata de frenar la caída pero, también, de ver cómo se posiciona cada uno de cara al 2023. Audacia política e ingeniería económica y social podrían permitir al PJ reposicionarse para estar en carrera electoral en la próxima contienda electoral. Esto, y lo que se observa en la oposición, ya son realidad. EL 2023 está más cerca de lo que se cree.